La final Uruguay-Brasil no contaba en los pronósticos previos del "Mundialito"
La final Uruguay-Brasil no estaba en los pronósticos. Sólo 62 del más de medio millar de periodistas que llegaron a Montevideo para el Mundialito habían pronosticado esta final antes de que se iniciara el torneo. Menotti, seleccionador argentino, tuvo palabras críticas hacia la selección alemana por su pobre papel ante Brasil. La final revive una vieja afrenta de Uruguay a Brasil: victoria por 1-2 en la final de Maracaná, hace exactamente treinta años.
Será una final suramericana con el aditamento de que los brasileños, a pesar de que pasaron treinta años, no les perdonan a los celestes haberles amargado la fiesta de Maracaná. Por más que no se diga abiertamente, el fantasma de aquella derrota ignominiosa en su propia casa dejó su marca para siempre.El inobjetable triunfo de Brasil sobre Alemania por 4-1 disipó los temores de graves incidentes en el caso de que fuera Argentina la que se enfrentara a Uruguay, mañana, en el estadio Centenario.
La goleada brasileña dejó fuera -por mejor diferencia de goles- al equipo de Menotti, que no quedó nada conforme con la actitud displicente de los germanos. «No sé si Alemania se va con la conciencia tranquila...», dijo en una improvisada conferencia de Prensa, a la que, insólitamente, invitó sólo a los periodistas de su país. «Yo no haré como los brasileños en 1978. No diré que Alemania les entregó el partido, pero los alemanes dieron lástima. Se comportaron como malos profesionales». El antecedente a que se refirió Menotti fue el tan comentado 6-0 de Argentina sobre Perú, que eliminó a Brasil del último Mundial. En aquel momento se acusó a los organizadores del torneo de haber sobornado a sus rivales. Esto de Alemania en la Copa de Oro bien pudo haber sido venganza, pero no hay demasiados indicios. La explicación habría que buscarla en la evidente desmotivación de los campeones de Europa. El día anterior al partido estuvieron disfrutando de las playas del aristocrático balneario Punta del Este (ubicado a 140 kilómetros al este de Montevideo), acompañados, según se supo, de bellas mujeres.
Los teutones estaban en otra cosa, y así les fue. Se toparon con un equipo inspirado, con todas las luces encendidas, y se llevaron cuatro goles más en las maletas. El segundo tiempo de Brasil fue arrollador. Cuando Sócrates, que no tiene vocación ni aptitudes para ser centro delantero, fue desplazado a su verdadero puesto de lanzador, ingresando Seginho como punta de lanza, se acabó la discusión. Alemania, que jugó a media máquina, ya no pudo contener los renovados bríos de los brasileños. El rival de Uruguay en la final del Mundialito es, sin duda, la gran sorpresa del torneo. Como nos decía Vavá (el goleador de Brasil en la Copa de 1958), que está aquí como ayudante técnico de Telé Santana: «Es mejor ser subestimados. Este equipo llegó silenciosamente, pero nosotros sabíamos que haría un muy buen papel. El trabajo con estos jugadores comenzó hace dos meses. Telé quiere que se recupere aquel fútbol alegre que jugó Brasil hasta que algunos quisieron importar tácticas de Europa. Esta es la forma de jugar que les gusta, no sólo a los futbolistas, sino a todos los brasileños. Le digo más, creo que es el fútbol que les gusta a todos los aficionados del mundo». Cuando habla de esta nueva versión de Brasil, al gran Vavá se le ilumina la mirada.
Los hechos están consumados. Mañana comenzará a rodar el balón y no se detendrá hasta que el Mundialito tenga a su campeón. Los argentinos se marcharon ayer por la mañana. No tenía sentido que, después de soportar la hostilidad de los hinchas uruguayos, se quedaran a ver la final. Idéntica posición asumieron los europeos, de tan pobre actuación en el torneo. Holanda e Italia, que, ya eliminados, protagonizaron un aburrido partido entre ellos, están de vuelta en casa, lo mismo que los alemanes. No pudieron cambiar la historia. Nunca los europeos han podido ganar un torneo en Suramérica. A la inversa, tampoco es muy distinto, porque únicamente Brasil (el Mundial de 1958, en Suecia) quebró la tradición. Se acerca la hora de la verdad. Uruguay y Brasil, en la final, como hace treinta años, pero esta vez se han invertido los papeles. El público estará mayoritariamente con los celestes. ¿Que es la revancha de Maracaná? No, no se puede trazar un paralelo. Ninguno de los miles de uruguayos que esperaron toda la noche del jueves junto a las ventanillas del campo para conseguir su boleto se va a suicidar -como ocurrió en Brasil- si pierde su equipo. Pero sería un duro revés para estos chicos que le han devuelto la alegría a un pueblo amante del fútbol como pocos en el mundo.
Uruguay prefería a Argentina
Los jugadores y aficionados uruguayos hubieran preferido que el otro finalista fuera Argentina, según revelan en sus declaraciones. Argentina es campeona del mundo, y eso creaba una motivación extra para ellos en la final. Máspoli, entrenador actual y meta de la selección que en 1950 consiguió el título en Maracaná, señaló, no obstante, que ante Brasil tiene suerte y que ya conoce la forma en que debe jugar a este equipo. La única presencia europea en la final será la del árbitro, el austríaco Linemayer, que será auxiliado por jueces de línea de su país.
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