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"Desde que me casé no he hecho obra cosa que traer hijos al mundo"

«Voy a cumplir los veintisiete el mes que viene», dice María Fernández, madre de los cinco niños que murieron asfixiados el pasado día 10 de noviembre en Caravaca, a causa de un incendio, mientras María y su marido, Miguel González, se encontraban fuera de casa y ésta cerrada con llave. Cuando María tenía trece años empezó a trabajar en una fábrica de conservas en Cehegín, su pueblo, donde realizaba una jornada de quince horas diarias. Tres años después conoció al que ahora es su marido. Un mes más tarde se casaban en Caravaca.

Durante los diez años que llevan de matrimonio, María no ha hecho casi otra cosa que traer hijos al mundo. Además de los cinco que murieron en el incendio -el mayor, de cinco años; la menor, de tres meses- había dado a luz con anterioridad dos mellizas sietemesinas, que murieron al poco de nacer, y posteriormente a este parto tuvo dos abortos.-¿Nunca intentó usted evitar quedarse embarazada?

-No, me daba igual.

Hablamos en una pequeña casita de una planta, de monástica limpieza, donde María está, desde que fue puesta en libertad provisional por el juez, bajo la custodia de las hermanas de la Caridad de Caravaca. Viste luto riguroso y en sus ojos hay una tristeza lejana. No pone ningún reparo a la entrevista y habla con tranquilidad. A veces llega a esbozar una sonrisa. En alguna ocasión, cuando surge el tema de los niños en la conversación, María baja los ojos e intenta disimular una lágrima. Supera rápidamente la crisis y continúa hablando con normalidad, aunque con respuestas muy breves, casi siempre monosílabos.

Fue ella quien dejó una vela encendida en la casa, que habitaba con su marido y sus hijos, la tarde en que se produjo el incendio. No era extraño que hubiese velas en la vivienda, porque lo que sí que no había es luz eléctrica. Probablemente, los niños, jugando, derribaron la vela y ésta produjo el incendio. Una vez concluidas las investigaciones judiciales es probable que sea procesada.

No es la primera vez que ella o su marido -ambos fueron detenidos en relación con el incendio y él está ahora en libertad condicional- pasan por comisaría o por el juzgado. Desde 1975, Miguel González ha tenido cinco juicios por faltas, tales como riñas, embriaguez y agresión, daños y amenazas. María también ha tenido dos juicios por faltas de malos tratos y amenazas Y de lesiones. Además está incursa en un sumario por robo de joyas en Cehegín.

"Me voy a ir a Barcelona a trabajar"

«Ahora me voy a ir a Barcelona con mi padre y mis hermanos, y me voy a poner a trabajar porque, ¿qué hago aquí?». Como si su futuro inmediato no estuviera hipotecado, María habla así de sus proyectos. En Barcelona viven su padre y cuatro de sus seis hermanos, pues su madre murió.-¿En qué te gustaría trabajar?

-En lo que salga. Me da lo mismo.

-Pero ¿le será fácil encontrar trabajo en Barcelona?

-Claro. AlIí se encuentra trabajo a chorro. Allí no escasea el trabajo pa que en quiere trabajar.

Le pregunto si se iría con su marido, pero dice que no lo ha visto desde que le pusieron en libertad: «El no sabe na, no sabe que me voy a Barcelona».

-Pero ¿le gustaría irse con él?

-Si se fuera, sí. Estoy tanto tiempo casada con él que ya no me apaño sola. Me acuesto de noche y le echo de menos.

De todas formas, María está a gusto con las hermanas de la Caridad. Eso dice, al menos. No la dejan ir sola a ningún sitio, pero confiesa que esta situación tampoco le molesta. Lo que más echa de menos son sus hijos. «A mis hijos y a mi marido. Pero echo más de menos a mis críos. De tenerlos siempre a no tenerlos ... ».

"Me daba vergüenza ir a la escuela"

Ahora, María Fernández pasa el tiempo, según dice, haciendo ganchillo, ayudando en las tareas de la casa o leyendo novelas. « Leer sí sé, pero escribir, no ».De pequeña no fue nunca a la escuela. Eran muchos hermanos y tenían poco dinero. Su padre se dedicaba a recoger leña en el monte, y su madre, a las labores de casa. Ella primero ayudaba a su madre, y en cuanto tuvo trece años . empezó a trabajar en una fábrica de conservas vegetales. «Me enganchaba a las siete de la mañana, y así hasta las dos. Luego, desde las cuatro de la tarde hasta las doce o la una de la noche».

Este era el horario de todos los días, excepto el domingo. Era mucho trabajo, pero «había que trabajar», dice ella. Tampoco la pagaban como a los adultos, sino mucho menos, por la edad.

Fue bastante tiempo después cuando María estuvo en la escuela. «Estaba casada ya. Fue aquí, en Caravaca». Recibía clases nocturnas y aprendió a leer y escribir su firma. Pero no estuvo más de un mes asistiendo a clase. «Me daba vergüenza de seguir. Fui más por aprender a firmar».

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