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Reportaje:Asombrosa Albania / 2

Dios no existe, Hoxa sí

Para quienes residen en Albania, esta actitud es corriente y nadie se extraña de ella. Las relaciones a nivel de Estado existen, los aviones cruzan los espacios mutuos y aterrizan normalmente en los aeropuertos, pero la cordialidad de antaño se ha convertido en un insulto continuo. El viajero no especialista que recuerda sólo que existe un mundo comunista y otro capitalista enfrentados, se asombra del pie de igualdad en que Albania coloca en todos sus enemigos.-No lo comprendo -le digo al jefe de la agencia oficial de Prensa albanesa- ¿No hay una gran diferencia entre los países que coinciden con ustedes básicamente en el socialismo, aunque sea con diferencias de matiz, y un estado como EE UU, que representa todo lo contrario en cuanto a concepción del Estado y de la vida?

-Para nosotros no existe ninguna diferencia a favor de los primeros -me contesta-; en todo caso, su actitud es peor, porque habiendo empezado por el camino recto han traicionado a la revolución. Si a USA le llamamos imperialista, a la URSS la denominamos socio-imperialista, y con ello aludimos sarcásticamente a su pretensión de tener una doctrina de masas. Y con esos revisionistas colocamos como objeto de¡ mismo odio a los chinos.

-Pero los chinos son enemigos jurados de la URSS. ¿No sería buena idea aprovechar esas diferencias en favor de Albania?

-Ni éstas ni las que puede haber entre China y Estados Unidos.

-Y lo de «los enemigos de mis enemigos son mis amigos»?

-No corresponde a la moral del marxismo-leninismo. Nuestro camarada Hoxa lo ha dicho claramente. «Los enemigos de nuestros enemigos pueden ser nuestros enemigos, y ser considerados y combatidos como tales, los unos y los otros».

(Bastante cerca de aquí, al otro lado del mar, un florentino se revolvería en la tumba al oír conceptos tan poco prácticos. Hoxa, evidentemente, no lee a Maquiavelo.) Si Dios no existe, declaración proclamada incluso en la Constitución del pueblo albanés («la única atea del mundo», me dicen orgullosamente), resulta redundante e inútil un museo del Ateismo, pero en la ciudad de Skoder lo tienen, quizá para recordar pesadillas pasadas. Por cierto, que al preparar su visita el guía, que siempre alude a «nuestra era» y nunca a la «era cristiana», casi se ofendió conmigo.

-Camarada, ¿es cierto que has dicho que en la URSS hay otro museo ateo?

-Lo digo porque lo he visto. Está en Leningrado, en la antigua iglesia de Nuestra Señora de Kazán.

-Pero ¡si la URSS acepta a los religiosos!, ¡si tiene iglesias ortodoxas abiertas!

-Esto es totalmente cierto y yo también las he visitado. Pero el museo de Leningrado existe y está o estaba hace poco abierto al público.

-¿Y qué exhiben en él?

-Lo mismo que supongo exhibiréis aquí. Las pruebas de la inexistencia de Dios a base de la corrupción sensual o económica de la Iglesia cristiana, estampas de la Inquisición y probablemente alguna alusión a Galileo...

Efectivamente, esto es lo que vemos. Más unos cuadros alegóricos, una figura de un santo, Próspero, que se mostraba al pueblo como cuerpo incorrupto y era un muñeco de madera y paja, algunas disciplinas y varios grabados luteranos de la Alemania del siglo XVI mostrando orgías en la Roma papal y aludiendo incluso a la papisa Juana, leyenda que el guía del museo parecía aceptar con la misma fe con que los católicos de los pueblos españoles creen en la eficacia de San Blas para las gargantas enfermas, Una de las bazas más importantes del museo era un cartel mostrando que la idea de la Trinidad estaba tanto en el mundo musulmán como en la creencia hindú.

(Decía Unamuno: «Me convencen tan poco las pruebas de la existencia de Dios, como las de su inexistencia»).

Lo único que distinguía al museo albanés de otros surgidos a lo largo de los siglos era la documentación sobre la «guerra» declarada entre el Vaticano y Albania, guerra que se manifestó en la ayuda dada por la Iglesia católica a los opresores italianos y alemanes (fotografías de dignatarios eclesiásticos con los generales respectivos) y que tras la liberación del país se mostró en varias conspiraciones contra el partido comunista albanés por parte de los sacerdotes que aquí habían quedado.

«Stalin me preguntó: ¿Qué tal los curas católicos de Albania?

Contesté: «Han traicionado al pueblo y se han puesto junto a los ocupantes nazi-fascistas ».

- -¿Y...?.

-Tras la victoria los detuvimos y juzgamos y han recibido el trato merecido.

Persecución religiosa

-Bien hecho... -dijo-. ¿Ha habido otros con mejor actitud?

-Si. A muchos sacerdotes ortodoxos y musulmanes los hemos atraído a la causa». (Enver Hoxa. Con Stalin. Tirana, 1979, página 165.)

Parece, efectivamente, que la persecución discriminó bastante. Son curas católicos los que aparecen en las fotos expuestas durante su proceso, unos hombres pálidos y sin afeitar, mirando con ojos desorbitados a los jueces que les mandarían al patíbulo. «Hemos matado a muchos», me confirma el guía. Aparecen en las vitrinas muestras de las últimas tentativas del Vaticano para recuperar a las almas de este país para la Iglesia. Unas hojas con plegarias en albanés que en bolsas impermeables envían desde Italia aprovechando las corrientes favorables para que lleguen a estas costas. Y Radio Vaticana, que emite continuamente su propaganda, «aunque ya procuramos nosotros que no alcance a los receptores del pueblo ».

«Y aquí, en esta vitrina, una prueba más de la alianza de la Iglesia y el fascismo. Los curas combatiendo en la guerra de España con los franquistas»...

Es una fotografía en la que varios frailes correctamente vestidos de sayal y pulcramente peinados apuntan con varios fusiles a la derecha del espectador, mientras rodean un cañón de artillería ligera.

Recuerdo perfectamente la foto, porque me causó una gran impresión cuando la vi, siendo adolescente, en la Barcelona republicana... El texto que la acompañaba era el siguiente: El Gobierno de la Generalidad había enviado al Vaticano unas fotografías de niños destrozados por las bombas de la aviación franquista; la respuesta del Vaticano, redactada en un catalán perfecto (¿por Vidal y Barraquer, entonces refugiado allí?) decía -cito de memoria-, más o menos, esto: "El Santo Padre se ha mostrado entristecido por los horrores causados a las víctimas inocentes en circunstancias que deplora vivamente. Sin embargo, para completar el cuadro, quizá sería conveniente que nos enviaran también fotografías de los sacerdotes catalanes asesinados por los heróicos combatientes de la libertad". El delegado de Propaganda de la Generaliddad había mandado entonces, como prueba de la beligerancia de la Iglesia en la guerra civil, es decir, como justificación a las muertes que se imputaban a los republicanos, la «foto» que ahora me mostraban en Albania. Resulta asombroso que la enviara un hombre tan inteligente como Jaumes Miravitlles, porque ni siquiera era trucada. Era sencillamente el de un grupo de amiguetes del jefe reunidos con la misma imaginación que si se hubieran preparado para el pim-pam-pum de una feria.

Increíble. Podían haber sacado a los curas bendiciendo cañones y tanques franquistas, a obispos presenciando los desfiles marciales en Burgos o Sevilla, junto a generales y almirantes. Podían haber recordado los Te-Deum con que las iglesias nacionales celebraban las victorias contra los «enemigos de la fe» y los «mártires» de la Cruzada. Y van a sacar esa foto...

El dogma

Pero si no hay religión ni Dios ¿en qué vamos a creer? Primero, en el dogma, claro, en la seguridad de la causa marxista-leninista. Pero esto en el fondo es una abstracción.... el pueblo necesita una figura en que reflejarse, en que creer. Es por eso que Enver Hoxa, ¿verdad?

-Verdad ¿qué, camarada? -el guía me mira severamente.

-La razón de que Hoxa esté en todas partes. Su retrato nos despedirá en el aeropuerto, como nos había recibido a la llegada. Preside también restaurantes, avenidas, vitrinas, talleres de fábricas, escuelas, centros culturales, granjas agrícolas, la gigantesca exposición industrial de Albania, hoy en el centro de Tirana; en la calle, en la carretera, se repite incesantemente su nombre, a menudo firmando la consigna del momento. Los niños de las guarderías recitan versos en su nombre. Un ejemplo: «Yo no conocía al Tío Enver más que en fotografía. Vino a vernos y yo me eché en sus brazos». O bien: «Soy todavía un niño y me han dado un fusil de madera, pero un día seré mayor y combatiré por la patria socialista a las órdenes de Enver Hoxa».

Ahora, permíteme leerte un párrafo de una publicación oficial:

«Emocionado por el entusiasta y clamoroso sentimiento de los delegados, en medio de poderosas aclamaciones y ovaciones, hizo uso de la palabra el camarada Enver Hoxa». (El VII Congreso de la Unión de la Juventud del Trabajo de Albania, Tirana, 1978, página quince). Si esto no es el culto a la personalidad, ¿qué es? Voy a recordar un texto del mismo Hoxa a propósito de los chinos.

«Los chinos están convirtiendo el culto a Mao en un culto casi religioso, le están exaltando de manera repugnante, sin pensar en el gran perjuicio que esta ciudad acarrea a la causa, y no hablemos ya del ridículo que conlleva ...; se están utilizando términos tan pomposos que todo esto parece un asunto montado, se hace anacrónico e intolerable para nosotros los marxistas e inadmisible para nuestra época». (Enver Hoxa: Reflexiones sobre China, ob. cit., I-232).

Museo de la Revolución

En la bellísima ciudad de Girocastra, blanca pared, teja de gris pizarra, mansiones escalonadas a derecha e izquierda del viajero que llega con una perfecta armonía teatral, hemos visitado la casa donde nació Hoxa, admirada, respetada, convertida en Museo de la Revolución...

-¿Y eso qué tiene que ver con el culto a la personalidad? ¿Cómo podéis equivocaros tanto? Os fiáis de las apariencias. Hay que ver las raíces y no las ramas. En el caso de Mao se buscaba llevar su imagen a ochocientos millones de chinos y se pensó que la única manera de hacerlo era convirtiéndole en algo mítico, superior a todos. Pero ¡aquí! Este es un país pequeño, la gente conoce personalmente a Hoxa, le admira y le quiere, y eso lo expresa en unos carteles (no olvides, camarada, que son carteles de los comités locales, no es ninguna consigna de Tirana). Y él es tan bueno, sencillo... Hace poco estuvo en un pueblo, encontró a un antiguo amigo suyo que ahora es barbero y empezaron a cantar canciones de su infancia abrazados por la calle...

(La escena resulta familiar a cualquiera que haya visto a un político queriendo acercarse al pueblo).

-... y cuando al repararse los daños del terremoto de Skoder, ¡en sólo cinco meses!, el año pasado el pueblo le aplaudía, él dijo: «No es cosa de un hombre solo, sino de la masa». ¿Cómo puede compararse con lo de Mao? Nadie le sigue ciegamente aquí, le siguen porque se lo merece...

Sin embargo, las limitaciones que asegura poder imponer Hoxa se contradicen con su admiración hacia la figura de Stalin, cuyo culto a la personalidad no fue evidentemente un invento de Jruschov. Aparte de los miles de retratos y estatuas, aparte de las fábricas, ciudades, diques, bautizados con su nombre, llegó a haber en la URSS sillones de piedra en lugares públicos para que se sentaran en ellos quienes querían meditar sobre «el pensamiento de Stalin».

Hoxa había dicho antes, en el mismo libro: «Los errores de Stalin fueron pocos y de poca monta». Tendría que precisar si el culto a la personalidad fue uno de ellos, para saber a qué atenernos.

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