Una joven católica alemana pone en aprietos al Papa
Una joven católica alemana protagonizó ayer una llamativa protesta ante Juan Pablo II no prevista en el protocolo y que puso en la picota la actitud de la Iglesia ante la sexualidad, el celibato y la prohibición de que las mujeres ejerzan el magisterio sacerdotal.El viaje del Papa a Alemania Occidental concluyó ayer en Munich y tuvo como colofón las airadas palabras de Bárbara Engel, responsable diocesana de la juventud católica de esta ciudad, quien tenía previsto pronunciar unas palabras ya aprobadas por la alta jerarquía eclesiástica a las que el Papa iba a responder.
Un millón de personas, obispos y cardenales entre ellas, oyeron atónitas cómo la joven, sin que le temblase la voz y ante las cámaras de televisión -que transmitían el acto en directo-, se lanzaba a criticar abiertamente a la Iglesia alemana, «una Iglesia miedosa, atada al orden constituido».
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El Papa pide a los jovenes que no desesperen, pero que tampoco se dejen engañar
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Ya desde esta primera frase se advirtió un pequeño revuelo entre obispos y cardenales, en lo alto del gigantesco altar construido en forma de pagoda y calentado con estufas eléctricas. El Papa escuchaba con la cabeza inclinada, los ojos, cerrados y las manos apoyadas con fuerza una sobre otra.
Pero la muchacha, sin inmutarse, continuó diciendo que a los jóvenes católicos les da la impresión de que su Iglesia sólo responde con prohibiciones cuando se plantean los temas de la amistad, la sexualidad y las relaciones de pareja.
«No comprendemos, por ejemplo, que ante la escasez de clero en la Iglesia católica, se mantenga aún la obligación del celibato, y tampoco que no se den más posibilidades a la participación de la mujer», añadió la joven alemana, mientras la impaciencia crecía en los rostros de los obispos. Sólo el Papa seguía escuchando, inmóvil como una estatua. «Los jóvenes saben muy bien que el evangelio constituye un desafío, un darse sin medida», agregó, pero «creemos que el miedo y la estrechez de miras no nos deben aplastar».
Y acabó con estas palabras textuales: «La sociedad actual plantea muchos interrogantes a losjóvenes, pero pedimos de la Iglesia confianza e interlocutores fiables. Los jóvenes quieren participar en la construcción de la lalesla católica, pero entendiendo este término en el sentido de abrazar a todo el mundo. sin discriminaciones».
Acabado su discurso improvisado, la joven subió hasta donde estaba el Papa, quien la saludó y dijo algunas palabras que nadie escuchó. regalándole una medalle en un estuche blanco. En ese momento, el comentarista de televisión anunció que no habría respuesta papal, como se había previsto en un principio.
Durante la misa, a la que asistió medio millón de personas, Juan Pablo II había pronunciado, precisamente, una vibrante homilía dirigida a los jóvenes, escrita de su propio puño y letra. pidiéndoles que no se «desesperen», pero que tampoco «se dejen engañar».
Más adelante, el Papa se preguntó en dónde desembocará este mundo dividido en bloques militarizados, en pueblos ricos y pobres, en Estados libres y totalitarios. Hablando del terrorismo, recordó que precisamente estaba celebrando la misa en el mismo lugar en el que, hace dos meses, una bomba fascista había causado muertos y heridos.
Contra los que huyen
A quienes afirman que «nada tiene sentido», el Pontífice les respondió que «esta huida del yo interior» lleva a muchos jóvenes a destruir su humanidad en la droga y el alcohol. Muchas veces se atrincheran bajo el miedo o la desesperación, «pero muchas otras, bajo la búsqueda del placer, la falta de voluntad o la irresistible curiosidad de querer probarlo todo». Este rechazo de las verdades fundamentales, añadió Juan Pablo II, no es sólo interior, sino también exterior «hacia utopías políticas y sociales que proponen una visión ideal de la sociedad». «Una especie de fórmula milagrosa», añadió, «que acaba traduciéndose en regímenes totalitarios o en la aplicación de un poder destructivo».
El Papa polaco propuso una sola alternativa a los jóvenes: Jesucristo, que, como dijo el profeta Ezequiel, es «el Pastor que busca al hombre en los caminos oscuros de su soledad o de su abandono, para conducirle de nuevo hacia la luz».
En el inmenso campo del Oktoberfest, baje un cielo gris, pero, por fin, sin lluvia, se levantaban pancartas mostrando la presencia de peregrinos multinacionales. Después de la misa, el cardenal Joseph Hoeffner, arzobispo de Colonia y presidente de la Conferencia Episcopal alemana, aseguró en una conferencia de Prensa que la figura humana del Papa había conquistado durante este viaje no sólo a los católicos. sino a los protestantes. El cardenal confesó. por otra parte, que hoy en día las relaciones entre la Iglesia alemana y la polaca son mucho más fraternales. Las penúltimas palabras del Papa fueron para los artistas e intelectuales, quienes, en un breve encuentro con el Pontífice. «habían agradecido al Espíritu Santo que hubiese puesto en la cátedra de san Pedro a un escritor y actor», según comentó el cardenal a los periodistas.
En su mensaje final de despedida, dirigido al pueblo y a las autoridades de la República Federal de Alemania, el Pontírice hizo un llamamiento para que, en el futuro, el mundo sea «más humano» para todos los hombres de la Tierra. Y añadió, hablando a los protestantes: «Tengo la firme convicción de que la unidad de los cristianos está ya en camino». Pidió, asimismo, una pronta reconciliación entre la RFA Y Polonia.
El Papa abandonó Alemania del Oeste a media tarde, a bordo de un aparato especial de Lufthansa, poniendo así fin a su visita de cinco días.
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