"Confidenciales": ¿de qué?, ¿para qué?
En los últimos tiempos, los «confidenciales», en forma de boletines o de cualquier otra forma, están protiferando como la mala hierba. Y no deja de ser curioso que sea en tiempos de libertad de expresión cuando más hay y cuando adquieren una mayor resonancia. Que en tiempos anteriores los hubiera era lógico, porque todavía estaba permitido que determinadas personas, los VIP, estuvieran al corriente de cosas que no interesaba que ¡legaran al gran público. Pero ahora, que ya se puede decir todo, no tiene ningún sentido este tipo de publicaciones.Sucede, sin embargo, que en este tipo de publicación permanecen emboscados los profesionales del rumor -cuyo objetivo final no está muy claro-, los que quieren influir en la opinión de las personas importantes. Y lo hacen en base a tertulias de café o a las directrices de determinados cenáculos seudo-polítícos, donde se arreglan los problemas de España entre plato y plato o copa y copa. Y no es serio que con esos planteamientos se den auténticas puñaladas traperas a la libertad de expresión, que reside en la información veraz y objetiva y está reñida con el rumor, con ese socorrido «al parecer...».
Más grave es, si cabe, que desde los círculos del poder se impulsen este tipo de publicaciones, como se ha insinuado recientemente por la llamada Comisión Pro Libertad de Expresión, si es cierto todo cuanto dice. Porque, en este caso concreto, se estaría defraudando al pueblo español desde la doble vertiente de esa rumorología, pero hecha con los dineros públicos. Influir en la opinión pública es, hasta cierto punto, admisible y lógico, pero siempre que se haga a cara descubierta, con datos muy concretos y basándose en la información. (...)
15 de noviembre
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