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RELIGION

Sigue la polémica tras la alusión del Papa a la concupiscencia en el matrimonio

Juan Arias

Mientras en el Vaticano más de doscientos obispos de todo el mundo siguen discutiendo delicados temas de tipo sexual y abordando problemas de gran interés periodístico, como el control de nacimientos, el aborto, la pastoral de los divorciados y las relaciones prematrimoniales, ha bastado una frase de Juan Pablo II, pronunciada durante la última audiencia pública, celebrada en San Pedro el miércoles pasado, para que toda la Prensa se haya materialmente lanzado a la polémica.

La frase del papa Wojtyla que está desencadenando casi un referéndum entre partidarios y contrarios es un comentario a la página evangélica del sermón de la montaña, en la que se habla de la «concupiscencia de la mirada» como «adulterio cometido en el corazón». Lo que ha despertado la reacción de católicos y laicos ha sido el hecho de que el Papa ha afirmado que este adulterio se puede cometer no sólo «deseando con concupiscencia» la mujer de tu prójimo, sino también «la mujer que es tu esposa». El Osservatore Romano, órgano oficioso del Vaticano, había presentado este discurso del Papa con el siguiente título: «Intepretación psicológica y teológica del concepto de concupiscencia ».La Prensa se dio cuenta sólo dos días más tarde de la «provocación profética» de las palabras del Papa, y la reacción ha sido muy diversa según los ambientes. Los primeros comentarios, con títulos muy, vistosos, como «Si miras a tu mujer deseándola, eres adúltero», fueron de ironía. El mismo Corriere della Sera, el primer diario del país, publicó, bajo el título «No desear tu propia mujer», un artículo en el que se afirmaba que el Papa proponía a los pobres adúlteros, que tanto se complican la vida, «un nuevo pecado delicadamente contradictorio, casi imposible», es decir, el «adulterio con la propia mujer».

Las feministas más radicales dispararon todos sus cartuchos desde el primer momento, afirmando que lo que el Papa deseaba no era defender a la mujer, sino lanzar una nueva campaña «contra el amor sexual».

Por su parte, los teólogos y moralistas, incluso los más progresistas, como Giovanni Franzoni y Baget-Bozzo, han tenido que reconocer que el tema tocado por el Papa no se puede resolver sólo con ironía y con críticas porque se trata de un concepto muy profundo y delicado. Juan Pablo II tiene en su discurso una frase que fue omitida en la mayoría de los comentarios de los primeros días, y que es la clave de su «provocación». Dice así: «Tal adulterio del corazón el hombre lo puede cometer con su propia mujer si la trata sólo como objeto de satisfacción del instinto». Está en esa palabra «sólo» la dificultad de los católicos más progresistas a la hora de comentar el discurso del Papa, que ha gustado tan poco al mundo laico. Como han afirmado las feministas cristianas, es dificil rebatir que es inmoral para un hombre tratar a la mujer sólo como objeto de concupiscencia. Por eso, el mismo Corriere della Sera rectificó en seguida con otro artículo en primera bajo el título: «Existe algo de revolucionario en las palabras de Wojtyla sobre el adulterio», comentando que Juan Pablo II «coloca a la mujer en la plenitud de su dignidad total, ya que una mujer deseada sólo fisiológicamente no sólo deja de ser esposa, sino que se convierte en una prostituta».

Los expertos de psicología y los sociólogos afirman que el problema es otro; es decir, si el Papa ha querido defender a la mujer contra la violencia del hombre o si debajo de sus palabras se esconde una teología de la sexualidad que condena el sexo en cuanto sexo y el deseo y el instinto del hombre hacia la mujer cuando no la ve como madre, ya que el mismo san Agustín había propuesto precisamente el matrimonio como «remedio de la concupiscencia». Pero esta es una pregunta a la que puede responder sólo el Papa, y podría hacerlo hoy.

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