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Tribuna
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Inefables cavernícolas

Los dirigentes del nacional-futbolismo fueron los únicos que en este país se permitieron el lujo de vulnerar las leyes del pasado régimen. Ante la democracia han adoptado idéntica actitud. No están dispuestos a respetar la Constitución y ni siquiera la ley del Deporte. Para los dirigentes del fútbol no hay otro ordenamiento jurídico que el que ellos quieren imponer.En la asamblea del pasado viernes volvieron a asomar la oreja los superautócratas. No sirvió de nada que un catedrático de universidad les explicara, ce por be, una serie de cuestiones. Para los mandamases del fútbol todo debe seguir como a ellos les convenga.

A estas alturas, cuando hay sentencias del Tribunal Supremo y de un serie de magistraturas de Trabajo, cuando existe una ley de Relaciones Laborales y una ley del Deporte, que recogen inequívocamente el carácter laboral de los contratos de trabajo de los futbolistas, aún suben al estrado de las asambleas inefables cavernícolas, para los cuales el futbolista ha de seguir siendo un ciudadano de segunda clase.

El fútbol no ha cambiado de manos. Sigue en poder de la clase más retrógrada del país. No les sirven la evidencia de las sentencias de los tribunales ni los ejemplos de otros países occidentales. No les vale nada que no sea su puro egoísmo.

De Pablo Porta dije que perdió la oportunidad de ser el gran transformador de las estructuras futbolísticas. Pero comprendo que está varado. El fútbol está en manos de gentes al lado de las cuales Porta es un revolucionario. Así de triste es el tema.

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