El polémico Pereira, en el paro, con veinte millones por medio
Luiz Pereira, que ya a los diez años tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica de pasteles para no pasar hambre, vuelve a encontrarse en una «delicada» situación, en la que hay unos veinte millones de pesetas por medio. Tiene un contrato de trabajo con el Atlético hasta el 30 de junio de 1981, pero el club le ha despedido.
Aparentemente tranquilo, las circunstancias le han llevado a tomar una actitud un tanto pasota, en espera, eso sí, de que se le pague hasta el último céntimo de lo contratado. Con cinco años más no está muy lejos, sin embargo, de ser el mismo Pereira que, junto con Leivinha, causó sensación con el Palmeiras en el Carranza, lo que le abrió las puertas del Manzanares.«Mi niñez», explica Pereira, «fue tranquila dentro de las dificultades que tiene una familia humilde. Empecé a trabajar a los diez años y a los diecisiete empecé a jugar al fútbol de forma oficial. No; nunca pensé en que un día podría vivir de esto. Me dijeron que tenía futuro y cuando me ofrecieron los primeros dineros pedí la baja en mi trabajo. Sí; la consagración me llegó en el Palmeiras».
Pereira no es conservador, pero se muestra como tal. Quizá los millones que están en danza tengan la culpa. Es un quiero y no puedo. Tampoco se puede decir que sea contestatario por el hecho de exigir sus derechos. Como todas las grandes figuras, no puede escapar de ser polémico. En cualquier caso, prescindir de él es un lujo, y el que en estos momentos esté en el paro, otro lujo para el fútbol mundial «No entiendo de momentos alegres o tristes en el Atlético por la distintas situaciones. Eso son cosa que tienen que pasar en la vida y no les concedo mayor importancia No; tampoco lo de Héctor Núñez; eso son cosas que pasan cada día en todos los trabajos. A Héctor Núñez no lo eché yo, como se ha dicho sino los malos resultados. Las directivas no dudan en prescindir del entrenador cuando el equipo pierde. Nunca un jugador echó a un entrenador. Sí puedo, en cambio, decir que la tristeza de un futbolista se produce cuando se pierde algo que se pensaba ganar, y recuerdo la derrota ante el Hamburgo. Lo otro forma parte del trabajo, no del juego».
Pereira, ese negro simpático de amplia sonrisa, que tuvo siempre al pueblo -léase socios- a su lado, se encuentra enfrentado con el poder, que ni siquiera ha esperado a que cumpla su período como defensa -¡no te vayas para adelante!- rojiblanco. El miércoles, cuando las gotas de su sudor caían sobre el césped del Parque Sindical, a eso de las 12.30 horas, pensaba ir a comer con su club y estuvo sudando la camiseta con sus compañeros. Poco después le decían que comiera en su casa a no era del club. EL PAÍS fue testigo directo de ello.
«Estoy un poco dolido. Me he identificado mucho con España. No pienso vender el piso que tengo, porque, vaya a jugar donde vaya, vendré a pasar las vacaciones en España, donde he hecho muy buenos amigos. ¿Preocupación social? No merece la pena darle vueltas a eso. Ya se sabe que en todas partes al que tiene dinero se le abren todas las puertas y al que no, se le cierran. Es así de fácil el tema social. No me gusta la política. Soy apolítico, pero partidario de cualquier sistema que defienda la libertad. No tengo mucho tiempo para practicar, pero soy católico espiritista (?). En realidad, lo que de verdad me preocupa es mi familia, mi mujer y mis dos hijos».
Sus hijos tienen nueve y dos años y están, lógicamente, ajenos al problema que tiene planteado su padre. Unos dicen que por indisciplinado, y otros, porque gusta de decir las verdades. El brasileño sabe lo que es pasar hambre y vivir ganando dieciocho millones al año. Según él -el entrenamiento que presenció EL PAÍS lo puede confirmar-, se encuentra en plena forma física y psíquicamente, y aunque el Atlético le quiere «transportar» al extranjero, él asegura que tendría sitio en cualquier equipo de España.
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