Los restos mortales de Joaquín Garrigues recibieron sepultura en el cementerio de San Isidro
Los restos mortales del ex ministro Joaquín Garrigues Walker, fallecido en la madrugada del lunes, recibieron sepultura, poco después de las tres de la tarde de ayer, en el panteón familiar de la sacramental de San Isidro, de. Madrid. En el cementerio se reunieron alrededor de trescientas personas, entre familiares y amigos del finado. Previamente se celebró un funeral en la iglesia de los padres jesuitas de la calle de Serrano, que se encontraba abarrotada de personas, al que asistió la casi totalidad del Gobierno y una importante representación de la clase política española.
El funeral por Joaquín Garrigues se celebró a la una de la tarde y fue oficiado por el vicario general castrense, monseñor Benavent, amigo personal de la familia, junto con nueve sacerdotes más. El féretro con los restos mortales del ex ministro se encontraba colocado junto al altar mayor, rodeado de candelabros, y a su alrededor estaba situada la familia, que encabezaba su padre, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, y a quien acompañaban la viuda, Mercedes de Areilza, y sus cinco hijos, así como los condes de Motrico, padres políticos del difundo, y sus hermanos, Antonio, Juan, José Miguel, Isabel, Ana, Elena y Mauri.En otro lugar del templo se encontraban los vicepresidentes del Gobierno, Gutiérrez Mellado y Abril Martorell, y la casi totalidad de los ministros del Gabinete. El presidente Suárez y los ministros Oreja y Rodríguez Sahagún no pudieron asistir a la ceremonia por hallarse fuera de España, También acudieron al templó representantes de la mayoría de las fuerzas políticas, cuerpo diplomático, entre ellos los embajadores de Estados Unidos y la Unión Soviética, Todman y Dubinin, respectivamente; ex ministros y numerosas personalidades.
Monseñor Benavent, en su homilía, recordó la figura humana de Joaquín Garrigues, diciendo que «Dios se ha llevado con él a un caballero de corazón grande. Espero que con su cordialidad sincera», indicó el vicario general castrense, «influya de tal modo en los hombres públicos y en los que sirven en los medios de comunicación social, para que prefieran la serena objetividad y renuncien a los juicios acerbos y despiadados, que pueden sembrar, sin darse cuenta, fanatismos y rencores de consecuencias incalculables».
Añadió monseñor Benavent que esperaba del sentido del humor que había caracterizado en vida a Joaquín Garrigues, que «nos ayude a no convertir en, tragedias tantísimas cosas a las que no deberíamos dar importancia, ya que suelen ser engrandecidas por nuestro amor propio, porque demasiadas tragedias verdaderas reclaman nuestro esfuerzo para remediarlas y nuestra capacidad de consuelo para los que la padecen».
En un momento de la ceremonia, el oficiante descendió del altar y abrazó, en primer lugar, al padre y al hermano mayor del fallecido, a quienes dirigió unas palabras. A continuación besó a la viuda y dio el pésame a los hijos, dos de los cuales prorrumpieron, en ese instante, en un fuerte llanto.
Al término del funeral, la familia recibió, durante veinte minutos, el pésame de. los asistentes. Entre ellos se encontraban Santiago Carrillo, secretario general del PCE; el vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra; los diputados de UCD, Alvarez de Miranda, Fontán, Camuñas, Martín Villa, Fernández Ordóñez y otros; el presidente del Congreso, Landelino Lavilla; el secretario general de UGT, Nicolás Redondo; el presidente de la patronal CEOE, Ferrer Salat, y otras personas ajenas a la vida política, como la cantante Massiel, el campeón de motociclismo Angel Nieto y el torero Jaime Ostós.
Entierro en San Isidro
El féretro, sacado a hombros de la iglesia por sus familiares y amigos más íntimos, fue depositado en un furgón, que, precedido por motoristas de la Policía Municipal y acompañado por una larga caravana de automóviles, se trasladó hacia la sacramental de San Isidro.
En el cementerio, en una sencilla ceremonia, a la que asistieron alrededor de trescientas personas, entre familiares, miembros del Gobierno y amigos, un sacerdote rezó un responso, y el féretro fue introducido en una sepultura del panteón familiar.
Sobre la sepultura, que aparecía sin inscripción, fueron depositadas cerca de cincuenta coronas de flores, entre las que destacaban las del Partido Socialista Obrero Español, Unión de Centro Democrático, presidente del Gobierno, Ayuntamiento y diputación de Madrid y el ministro de Asuntos Exteriores de la República Federal de Alemania. A las seis de la tarde, el presidente de la Generalidad, Jordi Pujol, visitó la tumba de Garrigues y rezó ante su sepultura.
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