Pagar y pegar
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Qué malo ha sido Perico. Le ha pegado a una persona, a un juez, le ha pegado a su juzgador. Pero,¿acaso puede esperar otra cosa un árbitro de boxeo, una persona que pretende Imponer reglas en una batalla? Querer establecer normas de cortesía en una guerra, qué ironía.De Perico, con tongo o sin él, no lo sé, pretendían que pegara a otro pegador, que soportara el «chaparrón» de críticas -¿insultos?- de los que pegan a través de él y que, encima, observase estrictamente las reglas.
Sólo puede salir lesionado quien cobra para que se pegue, mas nada le debe pasar a quien dice cómo ha de pegar; nada le puede pasar a quien tira una silla a la cabeza del boxeador porque no advierte como se merece; nada ha de pasarle a quien organiza todo ese tinglado; nada al periodista que de la tragedia quiera hacer fugaz noticia.
Nada puede pasarle a nadie, excepto a los boxeadores, a los que pagan para que se peguen sin salirse de las normas establecidas, porque si en esa guerra tipificada se saltan una regla, entonces será ilícito que esos que pagan establezcan nuevas normas y, así, sea lícito que les tiren sillas a la cabeza a quien pagan para que se pegue; sea lícito bajar de la cumbre, a la que los que pagan subieron a los
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que pegan; sea lícito aporrear con puntos de ira y de vanidad en el rincón del acobardamiento; sea lícito, en fin, alimentarse sorbiendo la sangre de la tragedia del que pega.Perico lo ha dicho: quieren sangre, su sangre. Mejor sería, y también lo ha dicho Perico, estar trabajando de albañil, y que su dinero y su boxeo -esto lo digo yo- se lo metan en sus « bolsillos ». /
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