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Reportaje:

Salvador Dalí padece trastornos de orden psíquico

Salvador Dalí, de 76 años, padece trastornos que le impiden desarrollar su actividad normal. Permanece en su residencia de Port-Lligat, donde es visitado cada jueves por el catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, doctor Juan Obiols Vie. Su internamiento en la Fundación Puigvert, durante varias semanas, fue también debido a problemas que no eran de orden somático, pese a que se informó de una presunta «gripe mal curada». Durante aquel internamiento era visitado casi diariamente por el citado psiquiatra, asistido de los neurólogos Antonio Subirana y Luis Barraquer.

En las últimas semanas han circulado todo tipo de rumores respecto al estado de salud del pintor. Han sido completados con rumores no menos intensos ni menos contradictorios referentes a su situación económica. Todas las especulaciones incrementan en intensidad al comprobarse que Dalí no recibe ni tan siquiera a viejos amigos que hasta ahora tenían libre acceso a su casa de Port-Lligart.Algunas fuentes indican que es el propio pintor quien no desea ser visitado, mientras que otras aluden a confusos papeles atribuidos a su esposa Gala, de 87 años de edad, antigua compañera de Paul Eluard, y a su secretario, Enrique Sabater. Lo que sí es evidente es que no todas las personas próximas a Dalí dan versiones reales de los hechos.

Así, el mismo día -el 23 de mayo- en que este diario revelaba que Dalí estaba internado en la Fundación Puigvert, la persona que atiende al teléfono de la residencia del pintor lo desmentía, faltando a la verdad, ya que la realidad pudo ser comprobada por otros medios.

De la discordancia entre los hechos y algunas versiones facilitadas y de las separaciones periódicas habidas entre Gala y Dalí surgen diversos enfoques del confuso tema, cuya certeza sólo podría acreditar el propio Dalí, hoy invisible.

Algunas fuentes indicaron que el autodenominado divino Dalí permanece casi constantemente tumbado en un mismo patio interior de su casa, sin interés por nada y sin casi cruzar palabra. Anoche, su secretario confirmó a este diario que Dalí no podía en absoluto trabajar.

Según todas las apariencias, Dalí está acompañado por Gala, quien ya no se encuentra en su residencia habitual en su castillo de Pubol, construido en el siglo XI y antigua sede de la baronía del mismo nombre, en el Bajo Ampurdán. En cambio, su secretario lleva una existencia diaria distante de la del pintor.

Su secretario, Enrique Sabater, ha sido en los últimos años el camino imprescindible para llegar a Dalí. Asimismo ha obrado con plenos poderes en el orden mercantil. Antiguo jugador de fútbol del equipo local de Palafrugell y antiguo corresponsal en aquella población del diario del Movimiento Los Sitios, es actualmente -después de ser durante ocho años secretario de Dalí- propietario de dos magníficas residencias (una con circuito cerrado de televisión, vivero de langostas, piscina climatizada, y otra con caballos de raza).

Un antiguo secretario de Dalí, un británico, el capitán Moore, es también ahora multimillonario, después de haber sido durante quince años el más próximo colaborador de Dalí. Según informaba Le Figaro Magazin, del 22 de marzo pasado, Dalí y el capitán Moore están ahora enfrentados, sin que se sepa la razón. Lo cierto, y el rotativo francés arrojaba gran número de datos al respecto, es que Moore -a no confundir con la colección Morse de obras de Dalí de Cleveland (EE UU)- es uno de los grandes titulares de muy importantes cuadros de Dalí. Un solo cuadro de los de Moore, La apoteosis del dólar, está valorado en sesenta millones de pesetas. Gran parte de esta colección fue destinada a la venta en subasta en Montecarlo.

La vida personal de Dalí ha sido periódica y veladamente objeto de comentarios. Sus relaciones personales han sido curiosas. Convivió con el conocido travestido Amanda Lear. En el orden político, bajo el franquismo, se distinguió por sus elogios al dictador. En su libro La nostalgia es un error, José Luis de Vilallonga alude a un telegrama de Dalí «felicitando a Franco por las últimas ejecuciones» (las de septiembre de 1975).

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