_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Centroamérica, fuera de límites

TODOS LOS límites de lo posible han saltado ya en el núcleo de países de América Central. En El Salvador se está desarrollando una verdadera guerra civil, y en Guatemala los asesinatos políticos se producen en masa. Las potencias de tipo medio de América Latina, como Venezuela o México, no cejan en sus esfuerzos de apaciguamiento, pero no son escuchadas. Como no el escuchado el Departamento de Estado de Estados Unidos, que trata, en esos países como en otros, de que las oligarquías que ocupan el poder y lo mantienen a sangre y fuego hagan una cesión en favor de unas formas democráticas que calmen la situación; lo único que obtienen como respuesta en El Salvador es la petición de que envíen sus marines, como en los viejos tiempos en que el primer Roosevelt preconizaba la política del garrote -big stick-. para someter a los rebeldes. Y lo más grave es que hay centros de poder en Estados Unidos muy inclinados a aceptarlo: el espectro de Fidel Castro pesa con demasiada fuerza, y el miedo a una cubanización. del subcontinente crece en Washington.La política que había iniciado Carter ofrecía unas posibilidades, aunque recortadas, inmediatas: la conversión de los regímenes dictatoriales en democracias controladas y «seguras». Era la estrategia que había intentado Kennedy hasta su asesinato, que, a su vez, procedía del segundo Roosevelt; es decir, una línea que ya tenía tradición en el Partido Demócrata. Pero esa política se ha encontrado, por una parte, con la resistencia de las oligarquías, que se manifiesta en la violencia institucional -los ejércitos, las policías- y la de los grupos de asesinos organizados por la extrema derecha, que tienen las manos libres y armas a su disposición para sus crímenes; por otra con la imposibilidad de soluciones de resignación o de medidas de aplazamiento de las clases oprimidas, cuyas situaciones de miseria sobrepasan todas las posibilidades de espera y que se ven abocadas a intentos revolucionarios.

En medio de todo ello se ha producido en la Casa Blanca la caída de Cyrus Vance y el ascenso espectacular de Brzezinski; con ello, la anulación de las soluciones diplomáticas, propias del Departamento de Estado, por la personalidad moldeable y sumisa de Muskie. La filosofía de la firmeza, de la dureza, frente al deterioro del sistema no se detiene en el problema de la URSS, sino que tiene un alcance global y está modificando también la política estadounidense para con América Latina.

Estados Unidos no ignora, sin embargo, cuáles son los riesgos de una intervención directa en Centroamérica. Desde la ola de impopularidad mundial que produciría -¿cómo podría mantener en ese caso sus acusaciones a la URSS por el caso de Afganistán?- hasta la posibilidad de encontrarse con un nuevo Vietnam. La reflexión de que Cuba no es sólo un producto de Fidel Castro y del apoyo soviético, sino también de la incomprensión de Estados Unidos respecto a la insoportabilidad del régimen de Batista, no suele hacerse con mucha frecuencia, pero es una realidad histórica. Una nueva incomprensión del fenómeno centroamericano -y de otros países con la misma injusticia de fondo y forma- podría producir otras Cubas, en lugar de evitarlas. El intento de convertir esa intervención en un asunto interamericano, por intermedio de la OEA, no tuvo ya demasiado éxito cuando se envió el cuerpo expedicionario a Santo Domingo. Hoy lo tendría menos.

El problema que se plantea es si ya es demasiado tarde, si ya no hay posibilidades de regreso, si el revolucionarismo que se quiso evitar está en marcha y es irreversible y si, con una perspectiva mayor de tiempo, llegará a afectar a toda América Latina, incluso a países que parecen hoy gozar de una estabilidad democrática, pero que tienen gran cantidad de problemas sociales sin resolver. Es verdaderamente grave que en estos momentos la dirección política de Estados Unidos viva en la confusión carteriana, y que la alternativa de Reagan para noviembre resulte aún peor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_