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Matan a un chatarrero dentro del furgón que le servía como oficina

José Alvarez González, conocido en sus ambientes por el apodo de el Guaje, chatarrero, de sesenta años, casado y con un hijo, fue encontrado muerto el pasado martes por la tarde, en el interior de un furgón que le servía como oficina de su negocio, en el kilómetro doce de la carretera de Valencia. El cuello del señor Alvarez presentaba señales evidentes de haber sido entragulado y junto al cadáver fue encontrado el eje de un engranaje de automóvil ensangrentado.El Guaje ocupaba una pequeña parte de los terrenos propiedad de una empresa dedicada a la compra y venta de vehículos de todas clases, y en ella desarrollaba su actividad. Consistía ésta, fundamentalmente, en comprar vehículos ya desechados y, tras desguazarlos, vender sus piezas todavía en posible uso o en grandes partidas de chatarra reciclaje. Por la ocupación del terreno la empresa propietaria del mismo no le cobraba nada, si bien recibía ésta un trato de favor a la hora de venderle sus vehículos destinados ya al desguace.

Era persona apreciaba en los medios en los que se desenvolvía y, aunque trabajaba autónomamente, se relacionaba diariamente con los trabajadores de la empresa. Cuentan éstos incluso que eran normales las bromas que se cruzaban entre el Guaje, asturiano de nacimiento, y uno de los ejecutivos de la empresa en cuestión, gallego.

Aunque con un cierto aspecto de dejadez en su indumentaria -«yo vengo a trabajar en ropa de trabajar», le gustaba repetir-, no era, en modo alguno, un vagabundo. Antes bien, era hombre de un cierto orden que solía incluso coger el autocar que la empresa tiene para trasladar a su personal desde el paseo del Doctor Esquerdo hasta la carretera de Valencia.

La primera noticia de su desaparición la dio su mujer, convaleciente de una intervención quirúrgica, quien le alarmó ante el hecho de que la noche del lunes al martes no fuera a su casa, en el barrio de Carabanchel. Ante su tardanza, su mujer decidió llamar a la empresa para preguntar si alguien sabía algo de el Guaje. Pero no fue hasta las siete menos veinte de la tarde cuando unos empleados de la empresa encontraron su cuerpo ensangrentado en el interior de su furgón-oficina.

Nadie sabía ayer dar posibles razones de los móviles del homicida. No se le conocían enemigos personales, y la posibilidad de que se tratara de un robo perdía fuerza ante la aseveración de que en el furgón no tenía absolutamente nada de valor. Sólo quedaba como hipótesis para una investigación un posible ajuste de cuentas por parte de algún cliente insatisfecho. De momento, nada más. Un portavoz autorizado de la Jefatura Superior de Policía de Madrid indicó que es prematuro hacer conjeturas sobre la muerte de Alvarez, aunque afirmó que las investigaciones se dirigían también en este sentido.

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