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Triunfo de la línea "obiolista" en el segundo congreso de los socialistas catalanes

A las 7.30 de la madrugada de ayer, con la elección de una ejecutiva «obiolista», totalmente monocolor, y con la reelección de Joan Reventós, concluyó el segundo congreso del PSC-PSOE. La división radical del partido en sus dos colectivos básicos originarios (el PSC y el PSOE) se ha ensanchado tras este fin de semana. Debido a la ausencia en todas las sesiones plenarias del sector procedente del PSOE, la dirección entrante podrá permanecer en sus cargos sin temores estatutarios, pero con una total intranquilidad política y con la perspectiva de un previsible deterioro de su ya decreciente implantación social.

El desarrollo del congreso superó, en todos los órdenes, las previsiones más pesimistas. Mostró un partido dividido casi por la mitad, en una división de escaso contenido político y muy fuerte base intercomunitaria, en el sentido de adoptar el carácter de un enfrentamiento entre catalanes de nacimiento e inmigrantes. De ahí que el deterioro del socialismo catalán no vaya a beneficiar a sus contrincantes más responsables, por la derecha y por la. izquierda -Convergencia y el PSUC-, sino a aquellos que están atentos a la hipótesis de enfrentamientos comunitarios, es decir, el PSA y Esquerra Republicana.El congreso estuvo marcado por la incoherencia ideológica. La ausencia de toda actitud responsable por parte del invisible secretario general entrante y saliente, Joan Reventós, le situó en el centro de las criticas más irreproducibles, ya abiertamente proferidas por sus antiguos amigos y colaboradores, algunos de los cuales, no obstante, no han tenido escrúpulos a la hora de permanecer en la dirección del partido, nominalmente en manos de Reventós.

La gran contradicción formal surgida del congreso es la existencia entre un partido dividido en dos y una dirección homogénea. Estatutos en mano, la dirección entrante puede gobernar sin ningún problema, ya que la homogeneidad es total, incluso en el consejo general, el órgano amplio, soberano entre congreso y congreso. Pero la realidad es otra. Por ejemplo, cualquier iniciativa del PSC-PSOE será, en principio, vista con, cuando menos, la mayor de las prevenciones por parte de la UGT catalana, cuyo secretario general manifestaba en la madrugada de ayer que no tenía «ni idea» de quién era el responsable electo de relaciones sindicales de la nueva ejecutiva, realmente un desconocido en el terreno sindical.

Bases radicalizadas

Tanto las bases del antiguo PSC como las del antiguo PSOE se mostraron más radicalizadas que sus respectivos líderes, quienes tuvieron que calmarlas muy repetidamente. Ello evidencia que el fracaso del congreso no sea el resultado de circunstancias poco afortunadas, sino la conclusión lógica de unos males -falta de autoridad de Reventós, incitación de la confrontación entre mayorías y minorías- que ahora se acentuarán. A todo ello se le pueden hallar explicaciones sociológicas -dos comunidades y dos orígenes sociales diferentes-, pero el interés político e ideológico es contradictorio y de poca altura.

En el terreno de los hechos concretos, todo el congreso fue un deslizamiento hacia el desastre que sólo intentó ser frenado por parte de los representantes de la dirección estatal del PSOE -Javier Solana, Guillermo Galeote y Carmen García-Bloise-, quienes admitían en privado que no podían dar crédito a la acumulación de incongruencias que estaban presenciando.

Su principal papel fue, ya a altas horas de anteanoche, intentar apoyar un proyecto de ejecutiva encabezada por Reventós, con Higini Clotas (ex PSOE), en la secretaría de organización; Lluis Armet (ex PSC), en programación; Isidre Molas (ex PSC), en otra secretaría; Eduardo Martín, en la secretaría parlamentaria; Obiols, Cigarrán, Narcís Serra y Francesc Martí como vocales, mientras que finanzas y formación iban a dos ex PSOE. Pero la confrontación había llegado demasiado lejos y el pacto fue imposible.

Previamente, la tendencia ex PSOE había formulado otra propuesta de ejecutiva. Su principal característica era la ausencia de Cigarrán y también de Obiols. Fue rechazada de plano por sus antagonistas, que la calificaron de «provocación».

Congreso unidimensional

La tendencia ex PSOE nunca se reintegró a las sesiones plenarias. Fue, pues, un congreso unidimensional. Los delegados de la tende ncia ex PSC, al ver que no tenían contrincantes dentro del plenario, optaron -a veces en su mayoría- por dedicarse a «hacer pasillos». Sus dirigentes, por su parte, estaban reunidos en salitas confeccionando listas inoperantes y buscando compromisos de mera base personal. Lógicamente, los sectores más radicalizados y marginales fueron los que nunca abandonaron la sala del plenario. Como consecuencia se produjeron situaciones increíbles, como que la ponencia política defendida por Isidre Molas, que contaba con el apoyo de la dirección saliente, fuese radicalmente enmendada. Molas se negó incluso a continuar defendiendo la ponencia, porque los «barones» del partido estaban ausentes de la sala, confeccionando listas.

La ponencia dejaba una puerta abierta a un hipotético pacto parlamentario con Pujol. Pero las enmiendas la convirtieron en un texto frentepopu lista. Molas no ocultó su desolación. En la ponencia de Cultura el desaguisado fue también de consideración. Como resultado, esta última no se aprobó. Unicamente el congreso elevó una moción al futuro consejo general para que elabore un texto sobre la problemática cultural. En este tema el caballo de batalla es la integración de la inmigración castellano parlante.

Otras novedades aprobadas por el plenario fueron la posibilidad de que el PSC-PSOE tenga federaciones en el extranjero -tema especialmente pensado con relación a la parte del sur de Francia de habla catalana- y la supresión de la referencia al Estado federal en los estatutos. Esto último fue de especial agrado de los sectores catalanistas, muy minoritarios dentro del partido y, desde luego, contradictorios consigo mismos a la hora de evitar todo pacto con la «burguesía nacional», que representa Jordi Pujol.

El desgaste de los dirigentes de ambas tendencias, al ejercer cada tino su respectiva labor de freno, presagia enfrentamientos brutales a nivel de base, es decir, una auténtica guerra «salvaje», en la cual la mediación puede resultar cada vez más difícil.

Guerra de clases

«Esto es la guerra de clases dentro del partido», dijo un viejo militante del PSOE, de origen no catalán, a Javier Solana. Poco después, otro militante de las mismas características, residente en Puigcerdá, también le dijo a Solana: «Me voy amargado y asqueado. Estos (los del ex PSC) son unos carcas. A ver si desde el PSOE arregláis todo esto ».

Es difícil y aventurado decir quién está a la derecha o a la izquierda de quién. El ex PSC está ideológicamente y verbalmente a la izquierda del ex PSOE en temas como el «frente de izquierdas» (es decir, un símil de Frente Popular, que, desde luego, el PSUC no desea) y la política sindical, donde quisieran atemperar los enfrentamientos entre UGT y CC OO. Pero sociológicamente, no hay la más leve duda de que los trabajadores -básicamente inmigrantes- están al lado del ex PSOE. Tampoco hay dudas respecto a que electoralmente son Felipe González y sus intervenciones en Televisión Española los que les convencen de votar socialista, y no, desde luego, Reventós.

Hay razones para creer que cada uno de los dos colectivos posee su izquierda y su derecha. Por ello, las distinciones son más bien de orden sociológico y cultural, con todo lo de traumático e irracional que puede suponer enfrentamientos de raíz psicológica y sociológica tan profunda.

Reventós, criticado

La nueva ejecutiva está encabezada por Reventós, la persona más ferozmente criticada por ambas tendencias. En ningún momento éste esbozó la más leve posibilidad de retirarse. Ahora no podrá jugar su anterior papel presuntamente equilibrador, ya que el carácter monocolor de la dirección, radicalmente ex PSC, es obvio. Josep María (Raimon) Obiols ocupará la secretaría de programación, y su directo ayudante, Josep María Sala, la de organización. Eduardo Martín ocupará la secretaría parlamentaria, y Lluis Armet, la de formación.

El dato más significativo por parte de los «barones» del ex PSC es la ausencia de Ernest Lluch, quien, en cambio, figuraba como secretario de programación en la lista de intento de pacto presentada por el ex PSOE. Sin duda alguna, Lluch es el dirigente que mejor jugó en el congreso la sucesión de Reventós, para el momento en que aparezca el muro del actual callejón sin salida. Un destacado dirigente del ex PSOE afirmó: «Lluch es el hombre ideal a la sustitución de Reventós y la recomposición de la unidad. El único problema es que sea tan socialdemócrata».

El antiguo PSOE contó en todo momento con más de doscientos delegados, que jamás participaron en las sesiones plenarias. El ex PSC contó con algo más de trescientos delegadbs. Este último es fuerte en las comarcas catalanas, entre la pequeña burguesía y el campesinado. También es levemente mayoritario en Barcelona ciudad. El ex PSOE tiene su fuerza en el cinturón industrial de Barcelona y en las zonas de alta concentración obrera, de base inmigrante.

Pese a esta división geográfica y sociológica, los conflictos pueden surgir -de hecho, surgirán- por todas partes. La política de la ejecutiva, ante estos enfrentamientos en ciernes, oscilará entre la inoperancia dominante hasta ahora y el acentuamiento de las propias posturas de radicalismo verbal y contradicción política. No habrá problemas a la hora de generar dinámicas internas a nivel de dirección, ya que ésta, con su total homogeneidad, es titular de un auténtico cheque en blanco. El momento de la verdad vendrá con las primeras elecciones. Entonces se verá si resulta cierta la afirmación de un parlamentario socialista, formulada anteayer: «Estamos dando al socialismo catalán la dimensión marginal del italiano».

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