La compañía aérea portuguesa TAP entra a partir de hoy en su tercera semana de paro
Declarada en «situación económica difícil», la compañía aerea portuguesa TAP entra hoy en su tercera semana de paro.El conflicto, que opone los trescientos pilotos de la TAP a la patronal y al Gobierno, ha superado hace mucho los límites de un simple pleito laboral, planteando una crisis política y levantando sospechas de tratarse de un nuevo episodio de la guerra mortal entre las grandes firmas constructoras internacionales.
Solo contra todos, el sindicato -autónomo- de los pilotos exige el respeto del acuerdo firmado por el anterior administrador de la TAP -hoy ministro de Industria, Alvaro Barreto- para poner fin a la huelga de diciembre pasado. Acuerdo que el actual ministro de Transportes, Viana Basptista, y su colega de Hacienda, consideran irrealista e ilegal. Después de acusarse mutuamente de querer provocar la liquidación de la compañía aérea portuguesa, Gobierno y pilotos son objeto de la misma acusación por parte de todos los demás sindicatos del personal de la TAP (10.000 trabajadores, en total, distribuidos en diecisiete sindicatos, pertenecientes a la UGT o a la CGT).
El Consejo de Ministros ha decretado la TAP en situación económica dificil, lo que tiene como efecto inmediato la suspensión de todas las garantías de empleo y sueldo y el aplazamiento sine die la entrada en vigor de un plano de viabilización de la empresa.
El plano de viabilización preveía, entre otras medidas, un reequipamiento de la TAP, con la compra, en una primera fase, de tres aviones Loockheed, y la promesa de compra de otros dos.
La Prensa portuguesa ha levantado la sospecha de un soborno de los pilotos por parte de al menos una de las dos compañías rivales de la Loockheed acerca del contrato con la TAP: la Douglas, que contaba mucho con este contrato para relanzar sus ventas junto con las compañías aéreas internacionales (la TAP, a pesar de sus pequeñas dimensiones, tiene una cierta fama técnica y profesional y por su escuela de pilotos pasan muchos técnicos de vuelos de otras compañías), es acusada de haber pagado veinte millones de escudos (cerca de treinta millones de pesetas) a algunos dirigentes del sindicato para provocar un conflicto laboral susceptible de llevar al Gobierno portugués a suspender la firma de la compra de los Loockheed.
Entre tanto, la huelga sigue y el Gobierno esconde que, perdiendo diariamente más de cien millones de pesetas con el paro, la TAP estará, en pocos días, al borde de la bancarrota.
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