Escaso entusiasmo popular por las elecciones legislativas japonesas
Los tres grandes temas de la campaña para las elecciones legislativas de mañana domingo en Japón, es decir, la corrupción gubernamental, el alza de precios y la política de defensa, no parecen haber conseguido despertar el interés del ciudadano medio, que presta escasa atención a los debates y que se muestra partidario de la continuidad política. Según una encuesta hecha pública ayer, solamente un 10% de los hogares japoneses han seguido por televisión algún debate electoral de la campaña, lo que supone el índice más bajo registrado en las tres últimas elecciones para la Dieta (Parlamento). En los comicios legislativos de octubre pasado vieron por televisión algún debate el 26,6% de los hogares.
En las calles de Tokio, los llamativos camiones de propaganda electoral, con potentes sistemas de megafonía, despliegue de pancartas y profusión de octavillas, no consiguen agrupar más que a algunas docenas de estáticos oyentes. Ayer mismo, en el animado barrio comercial de Ginza, un solitario orador socialista desafiaba bajo un paraguas las inclemencias del tiempo, sin que nadie le prestara la más mínima atención entre los apresurados viandantes.El abstencionismo alcanzará fácilmente el 35 %, de acuerdo con los pronósticos más optimistas, aunque el porcentaje podría elevarse aún más, si continúan las lluvias, muy frecuentes, por otra parte, en esta época del año. La ausencia de electores jugará a favor del Partido Liberal Democrático, en el poder, restará, fuerza a la oposición.
Pese a los escándalos económicos en los que aparecieron envueltos funcionarios o diputados del Partido Liberal Democrático, y entre los que destaca el affaire Lockheed, las acusaciones de corrupción hechas por los seis grupos de oposición no han motivado una reacción de los electores Ello confirma la tendencia de comicios anteriores, en los que el Partido Liberal Democrático ha ido perdiendo escaños y voto populares, pero ha podido conservar la mayoría.
Los ataques dirigidos contra la política económica del Gobierno tampoco parecen eficaces. Un 6,4% de inflación en el año pasado y un 8% previsto para éste son como para que el japonés medio se sienta afortunado con sólo mirar al exterior. Evidentemente , la oposición acusa al Gobierno de falsear la tasa de inflación y de no incluir en la misma las última alzas de precios de los productos energéticos, pero, en cualquier caso, la robustez de la economía japonesa en esta época de crisis económica internacional es obvia.
El tercer y quizá más decisivo tema de la campaña electoral es la política de defensa. El Partido Liberal Democrático dice recoger el sentir popular cuando habla de incrementar el presupuesto defensivo y potenciar sus fuerzas militares, para que Japón pueda «autodefenderse». Los norteamericanos, después de Vietnam y, sobre todo, de los acontecimientos de Irán y Afganistán, son partidarios de que Japón juegue un papel más activo en la defensa del océano Pacífico y del Extremo Oriente, eso sin contar el potencial mercado de armas que se abriría en EE UU.
Socialistas y comunistas encabezan la oposición al aumento de los gastos militares que, alegan, supondrá un descenso en las prestaciones sociales y un peligroso resurgir del militarismo. La cuestión será de capital importancia en el próximo futuro, y abarcará desde un debate sobre el restablecimiento del servicio militar, obligatorio hasta la continuidad o no del tratado defensivo con Estados Unidos, e incluso una polémica sobre la posibilidad de modificar la Constitución, que prohíbe en la práctica la existencia de un Ejército.
Pero, por el momento, la política defensiva de Japón tampoco levanta pasiones, ni mucho menos calor electoral. En realidad, nadie quería estas elecciones, ni el partido gubernamental, que está dividido por luchas intestinas, ni la oposición, que fue pillada por sorpresa y no ha tenido tiempo de preparar ni programas ni alianzas que pudieran hacer frente a los liberales-demócratas. El único que quería elecciones fue el fallecido premier, Masayoshi Ohira, que disolvió la Cámara de Representantes al perder la votación de confianza.
Los sondeos sobre intenciones de voto muestran que un 37% aproximadamente de los electores respalda al partido gubernamental, lo que supera con creces al 27,3 % que asegura que votará a cualquiera de los seis partidos de la oposición. Los socialistas registran un descenso en esta encuesta, los comunistas un ligero avance y los que no responden o dicen que no saben a quién votarán mañana domingo suponen casi la tercera parte.
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