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Triste final

El final de la Liga, que ha tenido la emoción de sus mejores años, ha tenido un colofón triste a costa de dos temas sobre los que en otros años se habían corrido cortinones. De las compras y ventas de partidos nunca se acabó de poner las manos en el fuego, y de los árbitros, se insinuó más que se acusó.Salimos de la presente temporada con el antecedente del Málaga, cuyas consecuencias finales, por el partido no jugado contra el Almería y el disputado ante el Salamanca, son todavía imprevisibles y, casi con toda seguridad, acabarán en la jurisdicción ordinaria. Salimos de la presente campaña con el presidente del Comité Nacional de Arbitros en la picota y el presidente del Real Madrid en las cuerdas, a costa de la no disipada duda de las ayudas arbitrales a su equipo.

El final de la Liga, con un equipo, la Real Sociedad, que ha hecho lo inimaginable, y un Madrid que ha tenido que superarse en los momentos más difíciles, lo hemos vivido pendientes de lo antideportivo más que de lo que es estrictamente competitivo.

A los pocos árbitros realmente buenos que teníamos les hemos quemado en una pira, que no ha servido para purificar la primavera. De esta Liga jugada entre sobresaltos hemos obtenido, además, una larga lista de dirigentes impúdicos. Lo poco que le quedaba de deporte al fútbol se ha perdido en la maraña de intereses fraudulentos. Y, encima hemos perdido el recurso de la selección nacional, que anda de mal en peor. Y los pleitos del Mundial-82, sin resolver.

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