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Sólo los mineros pararon en la "jornada de acción" convocada ayer en Gran Bretaña

El pueblo británico demostró ayer que sigue opuesto a la utilización de la huelga como arma política contra un Gobierno democráticamente elegido, al ignorar, en su inmensa mayoría, la convocatoria hecha por los sindicatos para celebrar un día de acción contra la política económica del Gabinete conservador.El tema reviste una gran importancia en la historia del sindicalismo británico y prueba una vez más la honda convicción de los trabajadores de este país en sus instituciones parlamentarias como único foro para combatir la política del Gobierno en el poder.

Con la excepción de los sectores mineros del sur de Gales y de los servicios de transporte en algunas ciudades escocesas, el día ha transcurrido con toda normalidad en el resto del Reino Unido. Millones de trabajadores, obreros, empleado y oficinistas acudieron a sus puestos de trabajo.

En Londres, la excepción la han constituido los periódicos nacionales, ninguno de los cuales ha podido acudir a su cita diaria con los lectores, a causa del apoyo prestado por los obreros de talleres a la convocatoria sindical. Unicamente el conservador Daily Express ha logrado distribuir unas 65.000 copias impresas en sus talleres de Manchester. El titular de su primera página decía escuetamente: Buenos días, Mr. Murray, en una referencia al secretario general del Trade Unions Congress (Congreso Sindical), Len Murray, principal arquitecto de este día de acción.

El mismo título dado por los sindicatos a su protesta, día de acción y no huelga de paro, indica el temor de los responsables sindicalistas a que sus afiliados pudieran pensar que se trataba de una huelga política encaminada a derribar al Gobierno. A la vista de los pobres resultados conseguidos hay que deducir que los dirigentes sindicales se han equivocado al juzgar el sentimiento de sus bases.

Aunque no se podrá establecer hasta hoy, jueves, cuántos trabajadores han participado en el día de acción, calificado por algunos humoristas en los periódicos como día de in-acción, las noticias recogidas en Londres indican que sólo una minoría de los doce millones de afiliados a los sindicatos ha participado en la protesta. La población activa británica asciende a veintiséis millones de personas.

Retraso de la jornada

La jornada laboral comenzó más tarde de lo habitual, ya que la mayoría de la población decidió echar mano de sus automóviles para acudir a sus puestos de trabajo ante la incertidumbre sobre el funcionamiento de los servicios públicos de transporte. Sin embargo, el Metro londinense funcionó con toda normalidad y tres cuartas partes de los autobuses de la capital recorrieron sus itinerarios habituales.Las rutas que convergen en el centro de la ciudad registraron serios embotellamientos hasta aproximadamente las diez de la mañana, como consecuencia del aumento en el tráfico de automóviles privados, aunque muchas compañías habían establecido rutas cubiertas por autocares alquilados. Los ingleses utilizaron los medios de transporte menos ortodoxos para acudir al trabajo y por las calles londinenses se podía ver una gran cantidad de ciclistas con el clásico sombrero de la city y la cartera, así como otras personas en patines de ruedas y patinetes.

La industria, las oficinas gubernamentales y privadas y la banca trabajaron con toda normalidad y todas las tiendas permanecieron abiertas. Los grandes de la industria, British Leyland, Ford, Rolls Royce y Talbot, pudieron desarrollar sus actividades habituales sin ningún contratiempo.

La región más afectada fue el sur de Gales, donde sus 27.000 mineros decidieron unirse a la protesta sindical, principalmente por el disgusto creado en la zona ante la decisión de la industria nacionalizada del carbón de cerrar varias minas. Igualmente, la protesta se sintió en Glasgow y otras ciudades escocesas, donde los autobuses del transporte público no hicieron su aparición en las calles. En Irlanda del Norte, el día de acción fue un día de trabajo más.

El fracaso de la acción sindical ha conformado el resultado de la última encuesta llevada a cabo el pasado lunes por el programa Panorama de la BBC, según el cual un 73% de los afiliados sindicales consideraba un error la convocatoria, y un 84%, pensaba acudir al trabajo.

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