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Lo del Madrid, cuestión de fe

En San Sebastián no se lo acababan de creer, a pesar de la marcha triunfal de la Real. En Chamartín, los «testigos de Bernbéu» nunca perdieron la fe. Algo les impedía creer que su Madrid fuera incapaz de alcanzar la meta final en el primer puesto. Ser madridista imprime carácter. Tanto a los espectadores como a los protagonistas. El Madrid fue a Las Palmas a jugárselo todo a una carta y le salió bien la jugada. La Real fue a Sevilla a por el empate y, prácticamente, perdió la Liga. El campeonato presente ha obligado al campeón, sea cual sea, a lograr más puntos que en los años inmediatamente anteriores. Con los puntos del segundo se habrían ganado los torneos precedentes.

Suárez, que rescató de la tertulia de Mayte a Juan José Rosón para hacerle ministro -un madridista más-, con el triunfo del Sevilla ha logrado marginar, al menos durante una semana, el desencanto. En Madrid se comienza a respirar optimismo. Un campeón periférico se veía como uno de los males de la democracia. Aquí conviene que todo siga como siempre y el Madrid es una garantía del continuisnio.Quienes aún sueñan con la ruptura creen que el Athlétic de Bilbao vendrá, el próximo domingo, al Bernabéu a vengar a los donostiarras. Los madridistas, que creen ciegamente en el triunfo, hasta se atreven a considerar la posibilidad de que la Real se desinfle e, incluso, no sea capaz de ganar en Atocha al depauperado Atlético de Madrid, club que cambió de entrenador cuando tenía dos negativos y que ahora, pagando sueldo a dos preparadores, al cesado y al actual tiene un negativo más. Vicente Calderón, que sabe de negocios, seguramente considerará que estos son problemas de la inflación.

Ricardo de la Cierva, que también es madridista -y del Cartagena, claro-, debió sentirse satisfechísimo al enterarse de que en Las Palmas había prima cultural para los jugadores canarios. Unos libreros habían decidido primar a los jugadores locales con 100.000 pesetas en libros, pero siempre a condición. de que fuera campeón la Real. Esta condición supongo que no cayó bien en el ministerio, pese a que, por primera vez, se unía el fútbol a la cultura, con lo cual se daba verdadero sentido al depar tamento de don Ricardo.

El miércoles, desde Bruselas habrá fútbol televisado. El Valencia, que juega su primera final de Recopa, será el espectáculo televisivo del año. Esta vez no hay necesidad de aplicar el decreto de 1959. Y no es porque se juegue en Bélgica, que ya sucedió hace unos días que para el partido Hamburgo-Real Madrid se pretendió aplicar la misma pauta, olvidándose, el feliz intérprete de las normas del 59, de que a los alemanes no les obligan decretos españoles, aunque sean de hace veinte años.

Sin necesidad de aplicar decretos, el domingo hubo deporte en la tele. Ahora que ya está viejo Joaquín Domingo, que era campeón del mundo de la fantasía, nos han puesto billar en casa. La Vuelta a España, que este año incluso ha ganado un español, de Soria, quedó en el olvido. Lo malo es que de este tema ni siquiera nos queda el recurso de echarle la culpa a Pablo Porta, que es lo que le habría venido bien a Autran Arias-Salgado. Ahora sólo falta que nos pongan una retransmisión en directo de un campeonato de pesca con caña, que es tema de mucho movimiento de imágenes.

La tele no hace nada por levantarnos la moral, por luchar contra el desencanto. Unas buenas imágenes ciclistas en los puertos de montaña, adobadas con aquello de «la serpiente multicolor», «los gigantes de la ruta», «los grimpeurs escalando los colls» o la aplicación de los apelativos de pulga a Vicente Belda o águila a Juan Fernández, hubiera sido reconfortante. Si no recuperamos a los relojeros de Avila y despreciamos la oportunidad de recordar el «oImo seco» machadiano, aplicado a Rupérez, perdemos la épica del deporte. Y un deporte sin épica es una cosa tan aséptica que sólo es propia de viejos gentlemen. El deporte español necesita grandilocuencia. El deporte :glorioso ha sido el de la taberria, el que permitía las acaloradas discusiones, sin contravenir la orden que prohibía blasfemar o hablar de política.

El ciclismo se nos muere si no reinven,tamos el Juego de la pareja (Cánovas-Sagastajoselito-Belmonte, Loroño-Bahamontes). A Rupérez hay que buscarle una historia de hambre ancestral o el otro españolito que quiere helarle el corazón. Solo, hombre muerto.

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