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Pujol fue sometido a un duro debate en el Parlamento catalán

Antes de que fuese conocido el resultado de la segunda votación de la candidatura de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalidad estaba ya claro que la imagen política del dirigente de Convergencia quedó ayer debilitada por los duros debates a que fue obligado, por razones contrapuestas, desde su derecha y desde su izquierda, por los centristas catalanes de UCD y por Izquierda Republicana de Cataluña.El grupo parlamentario de UCD estuvo reunido anteanoche hasta las cinco de la madrugada. El apoyo o no a la candidatura de Jordi Pujol suscitó unos enfrentamientos sin parangón en el partido del Gobierno en Cataluña. Como ya se había informado en estas páginas, sólo Cañellas y Punset defendían votar a Pujol en la segunda vuelta. El diputado centrista más opuesto a la candidatura de Pujol era el leridano Manuel de Sárraga, quien inicialmente estaba apoyado por Francisco Luna Serrano y los diputados de la circunscripción de Tarragona.

En una primera votación prevaleció negar el apoyo a Pujol, lo que hizo que Punset amenazase con dimitir. Una segunda votación, ya cerca de las cinco de la madrugada, acordó que la decisión fuera tomada por Antón Cañellas, a la vista de la actitud que adoptara en la mañana de ayer el señor Pujol en su primera intervención en el Parlamento. Los centristas catalanes solicitaban un cambio de actitud genérico por parte de Pujol respecto a su opción política. Se negaban a darle su voto si antes no se reconocía explícitamente el carácter democrático y reformista de la organización catalana de UCD, lo cual, en su opinión, debía implicar automáticamente la búsqueda de una mayoría parlamentaria de carácter centrista y reformista y un replanteamiento de las relaciones entre los dos partidos de forma directa, sin pasar por el Gobierno o los dirigentes estatales de UCD, como ha sucedido hasta ahora.

La intervención de Pujol en el Parlamento por la mañana satisfizo a los centristas catalanes. Pujol se pronunció en contra de cualquier discriminación o sectarismo hacia cualquier partido parlamentario catalán. En conversación de pasillos mantenida con este diario, Pujol tuvo interés en precisar este aspecto de su intervención. «Sería», afirmó, «maniquea, sectaria y antidemocrática cualquier discriminación que se pretendiera aplicar a cualquier partido de este Parlamento en base a la idea de democracia y autonomía».

Al mediodía las resistencias de UCD parecían vencidas definitivamente, pero, en cambio, aparecieron discrepancias por parte de Izquierda Republicana, opción política de cuyo apoyo a Pujol no se había dudado desde la elección de Barrera como presidente del Parlamento catalán. Fuentes de todos los partidos políticos catalanes manifestaron a este diario que consideraban que Tarradellas no era ajeno a estas inesperadas reticencias por parte de los republicanos. Según todas estas fuentes, el deseo de Tarradellas es, al no poder evitar el acceso de Pujol a la presidencia, lograr que, en todo caso, éste llegue al poder con una fuerza política muy debilitada. En efecto, de resultar elegido en tercera vuelta y por mayoría relativa la imagen política de Pujol sería cualitativamente diferente de la conseguida al ser elegido en segunda vuelta por mayoría simple.

La incertidumbre por parte de Izquierda Republicana fue real y duró hasta las diez menos diez minutos de la noche, en que el portavoz de su grupo parlamentario anunció que votaría en favor de Pujol, con lo cual la elección quedaba ya asegurada. El cambio de actitud del partido de Heribert Barrera implicó discusiones internas y se produjo después de un discurso de Pujol, en el que éste no anunció ninguna novedad, cuando la finalidad de este discurso era hacer aclaraciones que le había solicitado Izquierda Republicana. En este sentido, la transparencia política que debe ofrecer el Parlamento quedó debilitada, ya que las operaciones entre bastidores resultaron ser las determinantes.

Hasta que no transcurran algunos días no podrá precisarse si las reticencias de los últimos momentos por parte de Izquierda Republicana de Cataluña llegaron, realmente a poner en peligro la elección de Pujol en segunda vuelta o bien constituyeron sólo un intento de conservar una imagen distinta. En cualquier caso, los apuros parlamentarios de la elección de Pujol debilitaban su imagen. Ello hará preciso una enérgica actuación por parte del nuevo Gobierno autonómico, ya democrático, por cuanto que, de otro modo, podría naufragar entre las maniobras que desde el Parlamento o por Tarradellas puedan organizarse.

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