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Zimbabue incia su independencia bajo el signo de la reconciliación

La reconciliación y el olvido del pasado estuvieron presentes en los discursos que celebraban la independencia de la nueva República de Zimbabue. Entre tanto, dos personas morían y veintisiete más resultaban heridas por la explosión de varias granadas lanzadas en los barrios negros de Salisbury.

A las cero horas del viernes 18 de abril de 1980 la última colonia británica en Africa dejaba de existir y nacía un nuevo país en la comunidad internacional de naciones con el nombre de República de Zimbabue.El proceso descolonizador iniciado por Gran Bretaña en 1957, con la concesión de la independencia a Ghana, terminaba en el estadio de fútbol de Rufaro, situado en el barrio negro de Harare, en las afueras de Salisbury, y, en una solemne ceremonia de quince segundos de duración, en la que la bandera británica, la Union Jack, era arriada y sustituida en el mástil de honor por los colores rojo, negro, verde y oro de Zimbabue.

El nacimiento del nuevo país ponía fin asimismo a los sueños del aventurero británico sir Cecil Rhodes, que con la creación de Rhodesia creyó haber establecido las bases para la permanencia del dominio blanco en el Africa central y austral.

Dignatarios de cien países, entre los que se encontraban personalidades tan opuestas como Indira Gandhi y el presidente Zia, de Pakistán, pudieron comprobar la ordenada alegría de los 40.000 invitados blancos y negros que llenaban el estadio y el entusiasmo popular en las calles de Salisbury y el resto de las ciudades del país. Tres países más (China, Francia y Portugal) anunciaban ayer el comienzo de relaciones diplomáticas.

Entusiasmo y deseo de reconciliación que no pudieron ser enturbiados por la explosión de varias granadas en algunos poblados negros de Salisbury, y que produjeron dos muertos y 27 heridos. Actos terroristas cuya paternidad no ha sido reclamada todavía, obra quizá de algún ultra blanco o de algún enemigo político del primer ministro, Robert Mugabe, sin duda destinados a crear dificultades al nuevo Gobierno desde el comienzo de la andadura independiente.

Reconciliación, olvido y perdón del pasado, reconstrucción nacional y preocupación por el futuro fueron los conceptos más repetidos en los discursos pronunciados en la ceremonia por el príncipe Carlos de Inglaterra, que representaba a la reina; por lord Carrington, por el presidente del nuevo Estado, Canaan Banana, y por jefe del Gobierno, Robert Mugabe.

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Reconciliación traducida en hechos, y no sólo en palabras, por el hecho de que el presidente del Tribunal Supremo de Rhodesia, magistrado Hechot Mac Donald, uno de los más ardientes partidarios de la declaración unilateral de independencia de lan Smith, fue precisamente el que tomó juramento de su cargo al nuevo jefe del Estado zimbabueño. Y por la presencia, en todo el esplendor de sus galas militares, del jefe del mando militar conjunto del nuevo Ejército de Zimbabue, teniente general Peter Walls, responsable máximo hasta hace unos meses de la guerra de Salisbury contra las guerrillas.

Y lord Soames, que junto con la señora Thatcher, se llevó los máximos elogios del líder de la independencia, Robert Mugabe, para quien «la desconfianza que sentí hacia él en un principio se ha traducido no sólo en una confianza total, sino en un verdadero sentimiento de amistad».

Zimbabue se ha convertido en el quincuagésimo país independiente de Africa, entre el beneplácito primero y el asombro después de una gran parte del mundo, que predecía toda serie de catástrofes para la joven nación.

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