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Un exiliado cubano mató a otro por motivos aparentemente pasionales

Marcial Jesús Ríos Silva, de 42 años de edad, exiliado cubano, murió a consecuencia del navajazo que presuntamente le asestó en el cuello su compatriota Isaac Moisés Rodríguez Cansiano, de 48 años. Los antecedentes del suceso son oscuros. Según una versión, el delito tuvo carácter pasional; según otra, el autor viajó a Madrid desde Cuba con el deliberado propósito de consumarlo. Por el momento, se considera más probable la primera.

El suceso ocurrió cerca de la medianoche del pasado sábado, mientras la víctima paseaba, en compañía de su mujer, por la calle Guillermo de Osma, cercana a la plaza de la Beata María Ana de Jesús. En ese momento, el presunto homicida agredió a la víctima. Al día siguiente, después de haber huido de la pensión en la que vivía, Isaac Moisés se presentó voluntariamente a la Policía.Marcial Jesús Ríos Silva era un personaje muy conocido en el distrito de Legazpi, zona en la que reside un amplio número de cubanos exiliados, a pesar de que había llegado a España hacía unos pocos meses. En medios familiares se le conocía con el apodo de «Burt Lancaster», el mismo con que al parecer le distinguían sus compañeros de presidio en Cuba, seguramente por su cabello rubio y por ciertos rasgos faciales que recordaban al famoso actor. Inicialmente, Marcial se había instalado en un piso de la casa número 6 de la Glorieta de la Beata María Ana de Jesús.

A los residentes en la zona, la situación compartida les ha proporcionado ciertos mecanismos de seguridad, tales como la ayuda mutua y muy especialmente el apoyo para la búsqueda de una primera residencia. Es muy frecuente que los pensionistas en cualquier hostal de la zona coincidan en él por las recomendaciones de amigos comunes, radicados en Madrid o en Miami. A Isaac Moisés le habla recomendado precisamente una cubana que cambié hace algunos días su residencia a Florida, en un circuito muy generalizado entre cubanos en el exilio.

Marcial Jesús, casado y padre de una niña, parecía formar parte de una familia estable y aparentemente feliz. A menudo se comentaba su larga trayectoria de ex presidiario político en Cuba. Había estado quince largos años en la cárcel y ello le confería un prestigio indiscutible entre sus compatriotas.

Sobre Isaac Moisés los datos eran muy escasos. La dueña de la pensión en que había comenzado a residir apreció en una ocasión que el nuevo cliente olía a vino. «Estaba un poco bebido, y yo soy muy meticulosa hacia los que beben. Por ello le dije que la próxima vez te pondría en la calle, tal como había hecho en otras oportunidades con varios clientes por causas parecidas.» En el futuro se mostró como un hombre de carácter apacible. su comportamiento resultaba irreprochable y nunca volvió a ser recriminado por nadie.

Un posible componente homosexual

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El algún momento hubo quien creyó descubrir en su vida «algún componente homosexual». Se dijo, incluso. que demostraba ciertas preferencias hacia un vecino que residía en la misma casa y que estaba a punto de mudarse a vivir con la familia Ríos Silva. Fueran o no ciertas todas estas presunciones, el sábado pasado, a primera hora de la noche, Isaac subió a su habitación a buscar una navaja. Según declaración propia, porque «había sido increpado por Marcial, que me habla difamado ante otros compatriotas». Luego bajó a la calle.Marcial Jesús y su mujer caminaban poco después por la calle de Guillermo de Osma, en dirección a su domicilio. Repentinamente, fueron atacados por Moisés, que esgrimía una navaja. Aquella ha declarado que «logró esquivar el primer ataque de un conciudadano, a quien sólo conocía por el nombre de Moisés». Su marido, en cambio, «fue herido en el cuello y en la cara cuando trató de desarmarle».

Otros dos cubanos, compañeros de Isaac Moisés, lograron sujetar a éste después de un pequeño forcejeo. Marcial aprovechó la circunstancia para refugiarse en un bar próximo, hasta donde inmediatamente le persiguió el presunto homicida, si bien los clientes ya no le dejaron entrar.

Algunos minutos más tarde, Moisés volvió a su pensión, cuya dueña apreció en él «alguna agitación, como si hubiese utilizado las escaleras para subir, en vez del ascensor. Entró en la casa y pasó al lavabo. Poco después noté que de nuevo olía a vino, como varias semanas antes, y le dije que tendría que irse al día siguiente, según ya le habla advertido. El me miró y me dijo: «Yo soy una buena persona», y cuando te pregunté por qué me decía eso, respondió que habla dado una cuchillada a El Rubio. Por el momento no le quise creer».

Al poco tiempo llegó la policía. La dueña del hostalito acompañó a los agentes hasta la habitación, pero Moisés ya se había ido. Al día siguiente se entregó voluntariamente a la policía.

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