Para París no existe un problema vasco-francés
Durante la semana del 23 al 30 del pasado mes de marzo, tres atentados sacudieron al País Vasco francés, todos ellos reivindicados por el movimiento separatista clandestino Ipartarrak (los del norte). Uno de esos atentados le costó la vida a dos militantes del grupo citado, que intentaban colocar un explosivo en el coche de la esposa del subprefecto de Bayona. Es la primera vez que corre la sangre nacionalista en Euskadi norte, y la emoción provocada hizo del entierro de las dos víctimas una explosión de vasquismo silencioso. Paralelamente, la creación de un Parlamento autónomo en Euskadi sur sensibiliza a no pocos vascos del norte frente a la actitud oficial del Gobierno francés, asentada en la inexistencia de un problema vasco-francés. Nuestro corresponsal en Francia viajó por las tres provincias vascas del norte para informar sobre esa nueva situación.
«Los franceses han hecho todas las revoluciones menos la suya. Y aun continúan: el otro día, los actores Ives Montand y Simonne Signoret, entre otros, se manifestaban delante de la embajada argentina para denunciar la transgresión de los derechos humanos en Buenos Aires. Hace pocos días, Giscard solicitaba la autodeterminación para los palestinos. De Gaulle gritó: "¡Viva Quebec libre! " Pero a ninguno de ellos se le ocurre venir aquí, a escucharnos a los vascos, simplemente a escucharnos. Si tuviéramos petróleo, como Arafat o Jomeini, otra cosa sería. » Quien así se desahoga, rabioso, es un abertzale, industrial de 37 años, del interior del País Vasco francés, que usa un nombre de guerra (Chugit), para evitar molestias.Esto ocurría el miércoles de la semana pasada, a media tarde. Por la noche, en el Instituto de Estudios Jurídicos de Bayona, el señor Haritchelar, profesor de lengua vasca en la Universidad de Burdeos, asistía a una conferencia sobre el bilingüismo en compañía de otros doscientos vascos, jóvenes en su mayoría, autonomistas todos ellos, y se quejaba de que «ya a principios de siglo, un prefecto de los Pirineos Atlánticos (las tres provincias vascas pertenecen a este departamento francés) afirmó que el País Vasco no existía». Otro asistente respondió, irónico: «Pero no nos quejemos, porque las cosas avanzan, aunque lentamente. Ahora, ochenta años después, Giscard dice que el problema vasco no existe, lo que ya es admitir, en cierta medida al menos, la realidad del País Vasco.»
Estas dos anécdotas definen la hora presente de Euskadi norte: de un lado, el poder central, sordo a todo indicio específicamente vasco que aliene la noción del estado jacobino. Y, por otra parte, los militantes abertzales, minoritarios, pero más decididos que nunca a batallar en todos los frentes: político, económico y cultural. «La muerte de estos dos patriotas ha servido, en primer lugar, para dividirnos clara y definitivamente: de un lado, los abertzales; del otro, los demás », nos dice un veterano ya de Baygorri, el pueblecito en el que fue enterrado Ramón Arruiz, el independentista caído, de origen pamplonés, pero naturalizado francés.
Los portavoces oficiales temen una degradación del clima de convivencia en Euskadi norte, pero su interpretación de los hechos es tajante y contraria a las aspiraciones de los vascos militantes: «Ya me han querido matar dos veces y, ahora, han intentado matar a mi mujer para herirme a mí», afirma sin duda alguna el subprefecto de Bayona, señor Biacabe, que se queja de no poder recibir al periodista, «porque no me lo permite el Ministerio del Interior». A pesar de ello, un breve diálogo telefónico fue posible:
«No puedo recibirle a usted, ni a ningún otro periodista, francés o español. Sin embargo, tengo muchas, muchísimas cosas que decir, pero no puedo hablar. A mí me pagan para trabajar y no para hacer declaraciones políticas.» ¿No es política el atentado contra su mujer, la manifestación vasquista que fue el entierro de los dos militantes, la contramanifestación de los alcaldes?: «Eso pregúntelo en París», responde el subprefecto, que, al recordarle que en París se niega la existencia del problema vasco, reincide en que «París debe explicarlo».
El alcalde y diputado gaullista de Biarritz, Bernard Marie, no tiene inconveniente en explicarse ampliamente sobre la situación en Euskadi norte. A su modo de ver, el Parlamento autónomo del País Vasco español no tiene por qué sensibilizar a sus vecinos: «Son dos casos completamente diferentes», dice. «En el Sur no ha habido elecciones durante cuarenta años y, ahora, una mayoría pide la autonomía. Nosotros somos demócratas y comprendemos el hecho, aunque hay que esperar para ver si esa autonomía prospera en un momento en el que se va a los grandes conjuntos. Yo estimo personalmente que esa autonomía no es buena para la economía española y que empobrecerá al País Vasco. Por el contrario, el País Vasco francés ha podido votar siempre y nunca ha pedido la autonomía. Esos extremistas, o racistas o independentistas no representan nada prácticamente. Ellos, como la ETA, como los movimientos extremistas bretones, corsos o las Brigadas Rojas italianas, actúan por razones ideológicas y pretenden hacer la revolución internacionalista. Para ellos el hecho nacionalista es un pretexto y no una motivación. En todo caso, si un día, democráticamente, son mayoritarios, estaremos de acuerdo.»
El señor Marie, al ser interrogado sobre una posible «guerra» franco- española a causa de la cuestión vasca, se manifiesta circunspecto: «En primer lugar, es un problema del Gobierno de Madrid y del vasco que va a formarse. Por lo demás, es cierto que existe una cierta incomprensión al abordar los problemas franco-españoles.» El alcalde de Biarritz no cree que la extrema derecha francesa haya sido culpable de los atentados contra los vascos españoles en Euskadi norte: «En Francia no hay extrema derecha», afirma. Recientemente fueron detenidos barios barbouzes (matones a sueldo), que se cree fueron pagados para eliminar a los refugiados de ETA Militar, pero el señor Marie opina que «esos detenidos no tienen nada que ver». Nuestro interlocutor sospecha que el atentado que les costó la vida a los dos militantes independentistas sea el primer eslabón de una cadena infernal: «El Gobierno los conoce a todos y podría eliminarlos. Pero, si esto continúa, lo que temo es que al atentado como el del otro día, otros puedan responder de igual manera.»
La preocupación por el futuro, tras la primera sangre derramada en el norte vasco, es general, aunque las razones o motivaciones no son siempre las mismas. El alcalde de Hendaya, Errecart, socialista, se manifiesta emocionado y, de entrada, su análisis no difiere del de su colega de Biarritz: «Soy vasco, ya he entrado en la tercera-edad y nunca he encontrado a nadie que hable de autonomía o de independencia del País Vasco francés, salvo algún político folklórico. La mayoría de nuestros conciudadanos asocian perfectamente su pertenencia a Francia y a la etnia vasca. Esa misma mayoría, es cierto, quiere que la identidad vasca, es decir, la lengua, la cultura, las tradiciones, sean reconocidas. Para ello es necesario que se nos conceda una carta cultural, como se ha hecho con Bretaña. También algunos piden que el País Vasco se convierta en departamento.»
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