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Remite el escándalo del fútbol italiano

Juan Arias

Mucho ruido y pocas nueces es lo que está sucediendo en el espectacular escándalo del fútbol italiano. Cuando los furgones blindados de los guardias de finanzas entraron por sorpresa en los campos de fútbol para poner las esposas a doce: jugadores de los más famosos del calcio, parecía que estos ídolos iban a quedarse entre rejas unos años. Ahora todo se va deshaciendo como una pompa de jabón.

Ayer salieron a la calle en libertad provisional los dos grandes acusadores y culpables de las detenciones con sus declaraciones explosivas contra los «niños de oro» del fútbol. Se trata de Máximo Crucciani y Alvaro Trinca, que habían sido los grandes organizadores de las quinielas clandestinas. Ellos habían acusado a los jugadores de haber cogido dinero para «apañar» los resultados de algunos partidos y de haberles después traicionado no obedeciendo a las consignas e incluso jugando ellos para ganar dos veces.

De un momento a otro se espera también que serán puestos en libertad provisional casi todos los jugadores encerrados en la cárcel romana de Regina Coeli a condición de pagar dos millones de pesetas como fianza, aunque en principio se dijera que no.

Algunos observadores han reaccionado con dureza ante esta decisión, afirmando que si había sido exageradamente espectacular todo el asunto de las detenciones también es injusto que estos señores privilegiados salgan a la calle sin que se les haga un proceso por vía directísima. Y se comenta con amargura como casi contemporáneamente dos muchachos sordomudos han sido encarcelados en Nápoles porque durante una excursión por la ciudad, permitida por los superiores del instituto donde residen, rompieron la vitrina de una tienda de dulces para robar dos cajas de galletas. Lógicamente, para ellos no existe la posibilidad de libertad provisional, porque no podrían pagar la fianza.

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