La muerte de Félix
Se ha iniciado por Adena una suscripción para hacer un monumento que perpetúe la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente en el parque nacional de Doñana.Loable iniciativa y en verdad bien merecida. Pero yo me atrevería a pedir que no quedase el homenaje en un solo monumento. Creo que, a este respecto, el Ministerio de Agricultura está arbitrando algo con un contenido más trascendente, como es un premio anual destinado a quien, por su dedicación a la Naturaleza, haga algo destacado y lo haya hecho en función de ella.
Parece así, en principio, que no es precisamente a un doctor en medicina a quien imaginamos oyendo caer el agua del cielo en un bosque, observando el vuelo de un águila culebrera o estudiando la parada nupcial de un cérvido.
Pero si se para uno a pensar un poco, se comprende y se deduce que hay relación, y por cierto bien íntima. Félix Rodríguez de la Fuente fue, primero que nada, un pensador, un filósofo, un hombre de una gran humanidad y, lógicamente por tanto, un enamorado del medio en que éste se desenvuelve. Que el hombre era su gran preocupación nos lo indica su vocación: se hace médico.
En la transición de una civilización que termina y otra que nace siempre surge el hombre que nos
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recuerda que en este mundo lo que perdura es la naturaleza, que a ella hay que confiarse y en ella nos podemos encontrar a nosotros mismos y a nuestra libertad.
Hoy día, van siendo más numerosos los seres que le gozan en y de la naturaleza. En ella pueden hallar paz sus amantes, ilusión los niños deseosos de encontrar verdad viva o sueños reales, y un poco de libertad y remanso, esos mayores atados por el stress, la velocidad, el sinvivir (como decimos los andaluces) y ese espantoso temor a la urgente supervivencia en y para la civilización de consumo.
(presidente de la Asociación de Propietarios Conservadores de Doñana)
