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Murió Oskar Kokoschka, uno de los grandes pintores del siglo XX

Oskar Kokoschka, uno de los artistas más notables de este siglo, falleció ayer, a la edad de 93 años, mientras dictaba sus memorias. El gran pintor austriaco, exponente del expresionismo, ha concluido su larga y agitada vida en su casa de Villeneuve, a orillas del lago de Ginebra, en Suiza, al no superar un infarto de miocardio.

Oskar Kokoschka «recorrió todos los frentes de guerra de su época y frecuentó los más variados estilos del que hacer artístico», como se ha resumido su vida y obra. Hijo de un orfebre, nació el 1 de marzo de 1886, en el pequeño pueblecito austriaco de Poecharn, a orillas del Danubio. A los diecinueve años inició su preparación académica en la Escuela de Artes de Viena. Durante los cuatro años siguientes trabajó al lado de Josef Hoffman, creador de varios talleres que desarrollaban su actividad en régimen cooperativo. A partir de 1908, su sensibilidad se abrió a la influencia de creadores tan diversos como Gustav Mahler, Gustav Klimt y Sigmund Freud, y el arquitecto Adolfo Loos, que será para él un verdadero mecenas.En 1908 publicó Kokoschka su primer libro de poemas, ilustrado por él mismo: Los muchachos soñadores. A partir de ese año se iniciaría una larga serie de viajes que le llevarían a los principales países europeos, América, Oriente Próximo y norte de Africa. Pero su punto de referencia será Berlín. En el café Megalomanía participa en las tertulias del grupo Die Bruecke y conecta con el gran ambiente cultural, que ya se siente amenazado por el incipiente movimiento nacional-socialista. En 1910 había terminado en la capital alemana su primera pieza teatral: El asesino, esperanza de las mujeres. Tras su primera exposición en París, regresa a Viena como asistente en la Escuela de Artes. Desde 1911 mantendrá una relación íntima con Alma Mahler, mujer del gran compositor de este siglo. Kokoschka vive intensamente esta época y es cribe su primera óbra en prosa: Colón, encadenado.

La guerra pone un compás de espera en su actividad. Herido gravemente en el frente y prisionero, despierta durante su convalecencia al problema sociopolítico que apuntará al llegar la paz.

Nuevamente, Kokoschka cambia de residencia. En Dresde enseñará desde 1920 a 1924 en la Academia de Arte de la «Florencia alemana». Un año antes ha estrenado en Berlín cuatro dramas. En 1924 decide de nuevo viajar incansablemente y establecer en París su segundo domicilio. El ambiente artístico que respira la capital de Francia le marca también profundamente. Prepara sus primeras grandes exposiciones: Zurich, Londres, Mannheim y, sobre todo, París. En 1934 reside de nuevo en Viena. Ese año comienzan para él las preocupaciones que acarrea el nazismo. Entonces huye a Praga y cuelga, en tono de reto, en los muros de una exposición su Autorretrato de un artista desnaturalizado. El mismo alegato de los nazis contra todos aquellos pintores candidatos a la prohibición.

La guerra de España, en la que descubrirá un anticipo del mundo que se avecinaba, le impulsa a tomar partido político activo en favor de la democracia: pronuncia mítines, dibuja pasquines, entra en contacto con grupos clandestinos. Al fin tiene que huir. Se refugia en Gran Bretaña, donde conecta con grupos de la resistencia alemana y francesa, y adquiere la nacionalidad inglesa, que conservará hasta su muerte. Desde el final de la guerra cedió a la tentación del impresionismo y crea nuevamente retratos, como el conocido del canciller Konrad Adenauer. Hasta el final de su vida, Kokoschka buscó reflejar el alma de sus retratados y la paz bucólica del paisaje. «La realidad y lo irreal», solía decir, «son hermanos, y los dos forman parte de la dramaturgia que trato de reflejar con mis colores.»

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