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Reportaje:La fiebre de los "tucares"

El pintor Zush ha creado una nueva moneda

Oros son triunfos. Y Zush recorre con el dedo gordo un fajo de tucares, mientras lo acerca lentamente a la nariz y da pie al comentario puntual: «Ese dinero tiene olor.» Olor a recién hecho. Y una curiosa levadura: «La idea surgió hace unos años, allá por 1977. Partí del análisis perverso de una práctica muy extendida entre los artistas plásticos. Nosotros solemos cambiar una obra de arte por los servicios que nos presta un abogado, un dentista o un sepulturero. Así las cosas, empecé a repartir muchos dibujos originales con forma de billetes de banco; era instintivo, como si ironizase levemente o subrayara un poco la naturaleza real del trato. Un buen día pensé que también me hacían con frecuencia otros favores menores y que no me iba a poner a evidenciar con dibujos insípidos mi agradecimiento venial. Un verdadero billete era ya harina de otro costal: un gesto muy a la altura de esas menudas circunstancias. «Se fija entonces en un cuadro donde ha pintado a un amigo yanqui, la persona más desposeída y loca de cuantas conoce de cerca, y decide trasladar ese rostro miserable a la opulencia del papel moneda.De la boca cerrada de tal rostro nace un cerebro: «Utilicé como símbolo el cerebro para aclarar que mi oro está ahí. Eso es lo que vende el artista: sus ideas. El reverso -la otra cara que acecha- es un eclipse. » Pero hay buenas ideas, incluso si proceden de un artista: «Mi idea era regalar todo ese dinero a la gente suficientemente buena como para acudir a la inauguración de mis exposiciones. Los galeristas se opusieron de cabo a rabo, temiéndose en seguida una devaluación. En consecuencia, no puedo regalar ningún tucar sin pagar antes su valor en pesetas.» El dineral ha sido depositado en diversas cajas fuertes. Además, algunas agencias de la Banca del Norte, la Banca Catalana y el Banco Popular han reservado un buen fondo de tucares zushianos para que sus mejores clientes no se lamenten mañana de haber dejado escapar una ocasión mirífica: la de adquirir el arte convertido ya en dinero.

El timo de la estampita

Paralelamente ha surgido una fuerte demanda entre individuos que jamás soñaron con poderse comprar una obra de arte. Los chavales se sienten felices al guardar un billete de cien calas no convertible en un paquete de fugitivos caramelos. Los ciegos agradecen que el tucar sea reconocible al tacto gracias a un conveniente relieve lateral. Los marginales se encandilan con las posibilidades lúdicas de tan rumbosa tela. Para colmo, se cuenta el caso de una empleada de servicio, Josefa, que a veces se ha acercado a la galería Vandrés para curiosear lo expuesto y hacerse cruces por los precios, convertida de pronto en fanática compradora. El dinero que le tocó en un cupón de ciegos lo ha empleado en tucares. Mas no acaba ahí la cosa. Ha conseguido comprar verduras, en un mercado próximo a la galería, tras explicarle a la verdulera que esos extraños billetes pueden subir más a escape que el mismísimo oro o el nogal.Sonríe Zush: «Dicen que ya era hora de que hubiera algo artístico al alcance de los pobres. Puede ser el timo de la estampita. Pero la estampa, por lo menos, es hermosa. ¿No? El panadero de al lado también compró esta tarde diez billetes. Están convencidos de que mis tucares van a valer mucho más. Yo pienso lo mismo, claro. Aunque a mí me molesta eso de llamarlo dinero: son tucares. Comprados en fajos, forman una verdadera escultura.» Hablando en plata, Zush confiese que hay cien billetes (serie A) que, por el hecho de llevar su firma a mano, valen a mil pesetas cada uno. Se presta a firmarme otros, ajenos a esa serie, y le pregunto si hay en ello estafa: «No lo creas. Tal vez éstos valdrán todavía más.»

Desde el presente, los 15.000 tucares, dares y tomares para coleccionistas con olfato o prudencia, desencadenan en su autor raros terrores: «Dentro de poco, cuando vuelva a Estados Unidos, me temo cualquier lío de aduanas. Van a pensar que estoy evadiendo divisas de algún pequeño país latinoamericano. No sabrán que mi idea es llegar a crear mi propio país. He empezado creando el capital. Luego vendrán los pasaportes y todo lo demás.»

¿Broma de papel? ¿Negocio rectangular? En cualquier caso, dícese siempre de Zush que vende todo cuanto hace: «Sí, es cierto. Lo vendo todo. No soy nada conservador. Vivo como un millonario, pero sin serlo. Yo utilizo el dinero de los demás. Pero no lo digas, no sea que lleguen los de los impuestos. » Puedo decirlo. Porque Zush, ciertamente, les pagará en tucares. Y ellos, almas sensibles, se sentirán dichosos.

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