La dinastía flamenca del Lebrijano canta en familia
Una «familia del cante gitano», los Peña, cuya vara de mando se encuentra actualmente en manos de Juan El Lebrijano, ha protagonizado, en Granada, una experiencia hasta ahora sin precedentes en los anales del Falmenco: un recital, de más de tres horas de duración, en el que todos los artistas eran del mismo clan
El acontecimiento, organizado por el Seminario de Estudios flamencos de la Universidad de Granada, se celebró el pasado sábado en el auditorio Manuel de Falla, y en el mismo participaron, además de Juan Peña El Lebrijano, su madre María La Perrata, encabezando e¡ cartel; su tío, Vicente Peña, y su primo, Manuel El Turronero, como cantaores; y su hermano, Pedro Peña, y su otro primo, Pedro Bacan, a la guitarra.Como el propio Juan Peña declaraba momentos antes de iniciarse el espectáculo, se trata de «una experiencia verdaderamente insólita y que, con toda seguridad, no volverá a repetirse. Será la primera y la última vez que, todos actuemos juntos sobre un escenario de la categoría de este auditorio».Con su pelo rubio y sus ojos azules, lo que no deja de ser curioso en un gitano andaluz, El Lebrijano no ha dejado de cosechar éxitos y premios desde que le dio por dedicarse al cante en plan profesional, hasta el punto de estar hoy en día considerado como uno de los primeros cantaores en activo del panorama flamenco actual. El último premio importante que recientemente le fue concedido por la cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera y el hecho de ser el primer cantaor que ha dado un recital de flamenco en el escenario del Teatro Real de Madrid así lo avalan.
El espectáculo del auditorio granadino, que estuvo presentado por el director del Seminario de Estudios Flamencos de la Universidad, el profesor y poeta gitano José Heredia Maya, lo abrió el único del cartel que no era profesional del cante, Vicente Peña, quien jamás había cantado antes en público. Y a pesar de los nervios y de sus ya mermadas facultades, debido a la edad, el tío Vicente dejó constancia de su excelente conocimiento del compás, derrochando jondura y empaque en los cantes por soleá.
En la línea del flamenco más moderno y evolucionado, cantó luego el más joven de la dinastía, Turronero, que interpretó, sin resentirse de una recientísima operación de hernia, bulerías, tientos y tangos. Las letras por bulerías sobre su propia vida y la historia de toda la familia («A ustedes os lo cuento / que esta es mí vida / me parió una gitana / y soy de Lebrija»), así como un emocionado canto a la autonomía andaluza, entusiasmaron a los aficionados que abarrotaban el centro musical Manuel de Falla.El Lebrijano estuvo después casi una hora cantando sin parar, acompañado por su primo y su hermano, gran tocaor este último, que compagina la guitarra flamenca con sus enseñanzas como profesor de EGB. La variedad de cantes y estilos -eminentemente gitanos, festeros y bajoandaluces- que ofreció Juan Peña en Granada fue, al decir de algunos entendidos, digna de figurar en las mejores antologías del flamenco. Sus cantes por alegrías, bamberas, tangos, tientos, bulerías y martinetes-este último, sin micrófonos- arrancaron, en efecto, calurosos aplausos de la sala. Aplausos que se vieron multiplicados al terminar por su cante por galeras («A galeras, a galeras / condenados por ser gitanos / sin defendernos siquiera»), una especie de tangos llenos de musical intencionalidad y adecuados a su espectáculo Persecución, de cuyas letras es autor el poeta y flamencólogo Félix Grande.El punto más alto de la velada se alcanzó con la actuación de la madre de los Peña, María La Perrata, cantaora gitana de excepcional sensibilidad, con una maestría y un dominio del ritmo y el compás verdaderamente únicos. Acompañada por su hijo Pedro, La Perrata cantó por soleá como debía hacerse este cante hace cien años, demostrando un extraordinario duende y mayor exquisitez en su interpretación.Por último, destacó el cante de los dos guitarristas, acompañándose alternativamente uno a otro, y el gran cuadro final, con toda la familia junta, Animados por el ambiente, hasta los viejos del grupo, María La Perrala y el tío Vicente, echaron entonces canas al aire y contribuyeron a la apoteosis final, bailando hasta jartarse al son de un significativo estribillo: «Ya se van los gitanos / por los caminos, por los caminos. / Van en caravana/ que es su sino, ese es su sino.»
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