El nuevo ministro debutó con partido televisado
El nuevo ministro del Deporte, Ricardo de la Cierva, ha tenido su debut liguero con un partido televisado y sin necesidad de recurrir, como su antecesor, al famoso decreto de 1959. Del nuevo ministro, que en cuestión deportiva es partidario de los deportes náuticos -patrón de yate-, podría decirse que ha llegado al cargo tras brillantes oposiciones. En este país, para ser ministro, hay que apuntarse a determinados deportes. Hace años hubo quienes optaron por el tenis, que era la especialidad de López Rodó -la disciplina era otra-, y aquellos que encararon con más largueza el futuro se dirigieron hacia el mar.
La televisión espantó, como es habitual en las noches fresquitas, a los espectadores. Aunque al Atlético de Madrid le produciría una pérdida de diecisiete millones de pesetas la no retransmisión de los partidos, la escasa clientela que acudió el domingo a ver nada menos que a la Real Sociedad será un ariumento más a utilizar por quienes consideran perjudicial para el fútbol la presencia de las cámaras en los estadios.Al nuevo ministro del Deporte, que se hizo historiador porque siendo niño asistió como monaguillo al fusilamiento de un cura nacionalista vasco, le debió sorprender que a través de la televisión llegasen los gritos de «¡España! ¡España! » como cánticos de ánimo para el ex Atlético de Aviación. El fútbol no se ha librado de los traumas de la transición. La Real Sociedad ha sido el equipo abertzale por excelencia, a pesar de que la figura más representativa de Herri Batasuna sea Iríbar. guardameta del Athlétic de Bilbao.
Fue en Atocha donde por vez primera salió al terreno de juego una ikurriña en manos de los jugadores, Iríbar y Kortabarría encabezaron las alineaciones de aquel día. La ikurriña la proporcionó Uranga, jugador realista.
Al primer equipo que le gritaron «¡España! ¡España!» fue al Athlétic de Bilbao, en Sevilla, en el campo de Nervión. La moda amenaza con extenderse. Los dos encuentros que ha realizado la selección de Euskadi, probablemente, han contribuido a sensibilizar más a los aficionados.
Las selecciones, en el futuro, podrán proliferar porque su existencia está reconocida en la ley del Deporte, a la que le falta el trámite del Senado. La ley contempla esa posibilidad, pero hace expresa mención de que no podrán concurrir a competiciones internacionales en las que esté presente la selección española y, además, se especifica que cualquier encuentro internacional concertado por una selección regional deberá contar con la anuencia de la respectiva Federación Nacional.
La Federación Española de Fútbol ya ha tomado una medida de distensión al patrocinar un encuentro de juveniles entre la selección aragonesa y la rumana. El día en que Porta consiga programar varios encuentros internacionales con participación de selecciones que no sean la vasca,o la catalana se comprenderá más fácilmente el problema. Por otra parte, hay que recordar que siempre ha habido partidos internacionales benéficos o de homenaje en la mayoría de las regiones españolas. Un campeonato que tuvo cierta importancia en años pasados fue el de selecciones regionales juveniles.
El próximo partido internacional de la selección de Euskadi está cantado: el homenaje a Patxi Gamborena, a quien se intentó despedir en Chamartín en 1935. Un temporal acabó con el partido y desde entonces está esperando a que la promesa se cumpla. Gamborena, que fue una de las grandes figuras de los años veinte, espera inútilmente en Irún a que se celebre aquel partido de 1935.
La selección del señor Kubala es la que vuelve a la palestra esta semana. El adversario esta vez es importante. Holanda es una de las selecciones finalistas en la Eurocopa. Kubala, para encarar el futuro, ha vuelto a seleccionar a Uría. El señor Kubala recurre a sus clásicos hasta en partidos de entrenamiento.
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