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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turquía: variantes sobre una crisis

LA HISTORIA de Turquía, el tan nombrado enfermo de Europa, es la historia de una revolución desde arriba que ha dado bastantes quebraderos de cabeza a los analistas políticos modernos. Pues Turquía, a partir del populismo y del capitalismo de Estado de Kemal Ataturk, entra en un camino contradictorio que reúne algunas caracteristicas de los populismos de América Latina -la búsqueda de un modelo de industrialización según el patrón de la sustitución de importaciones-, a la vez que rasgos jacobinistas, más propios del viejo despotismo ilustrado europeo. Por añadidura, el régimen de Ataturk trastornó la tradicional vinculación de las minorías nacionales de origen exterior con las posiciones de la burguesía industrial y comercial, desarticulando simultáneamente la relación de fuerzas entre las diferentes clases sociales y los distintos sectores nacionales heredados del pasado imperial de la Sublime Puerta.Tras la segunda guerra mundial, el Estado turco se ha visto así atrapado en una conocida situación inestable, que los teóricos del desarrollo económico caracterizan como situación semiperiférica. Turquía adoptó un modelo de desarrollo basado en un serio endeudamiento externo. Cuando a comienzos de 1978 el Partido Republicano, encabezado por Bulent Ecevit, llegó al Gobierno, la deuda externa de Turquía ni siquiera era conocida oficialmente. En los veinte meses siguientes, Ecevit consiguió renegociar casi la mitad de esta deuda -de un total de 13.000 millones de dólares-, pero dentro de un contexto ambiguo en el que se buscaba simultáneamente abrir el paso a la inversión extranjera y cerrar el canuno a las tradicionales exigencias de estabilización y reducción del endeudamiento del Estado, que caracterizan a la política del Fondo Monetario Internacional como criterio decisorio para la concesión de créditos a las economías en desarrollo, que tocan el fondo de sus posibilidades autónomas.

Previsiblemente, el FMI conseguiría imponer sus condiciones a corto plazo, aunque simultáneamente el Gobierno de Ecevit ofreciera fuerte resistencia a las condiciones propuestas por la OCDE para coniribuir al desarrollo y saneamiento de la economía turca. Este fenómeno, relativamente exótico o de difícil comprensión en Turquía, no constituye, en realidad, sino la vieja tragedia de los intentos de desarrollo autocentrado en aquellos países a los que la división internacional deltrabajo y su propia historia sitúan a mitad de camino entre la periferia subdesarrollada y los países de capitalismo avanzado. Teóricamente sería posible para estos países un modelo de desarrollo industrial intensivo, pero su estructura interna de clase hace imposible la creación de un régimen Político con una base suficientemente amplia como para impulsar tal desarrollo.

El Gobierno de Ecevit sujumbió en octubre de 1979, víctima de su incapacidad para relanzar la economía turca en un momento de recesión mundial -previsiblemente, el hundimiento de la economía europea afectó a una economía basada en buena medida en las remesas de los emigrantes, como lo estuvo la española en los «milagrosos» años sesenta- y de su escasa capacidad para combatir el terrorismo -de derecha y de extrema izquierda -sin recurrir a la inmediata y cruda extinción de las principales características del Estado democrático. Se unirían a estos otros problemas -las ataduras turcas con el problema chipriota, los nacionalismos fanáticos-, pero la clave debe buscarse siempre en la extraña situación de las formaciones sociales, a las que el sistema mundial aboca a un modelo de desarrollo socialdemócrata, a la vez que les niega la base social y el apoyo financiero internacional precisos para seguir este camino.

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Así, la creciente inestabilidad del régimen turco acentúa día a día la posibilidad de un golpe militar que responda a la incapacidad del Partido Republicano de Ecevit y del Partido de la Justicia de Demirel -actualmente en el poder- para dar respuesta a una situación contradictoria dentro del sistema económico mundial y para poner freno al terrorismo -fruto de la descomposicion social resultante de esta situación contradictoria- en un momento en que la recesión mundial puede alcanzar su clímax en estos comienzos de la década de los ochenta. Sólo un (imposible) Gobierno de coalición Ecevit/Demirel podría cerrar el paso a una solución de dudosos resultados, pero que, en todo caso, sólo podría ponerse en marcha a costa de la liquidación de los derechos humanos y del aplastamiento de las capas trabajadoras más indefensas.

No es casual, por otra parte, que los rumores de agravación de la crisis política en Turquía se extiendan precisamente ahora, cuando Irán es el punto álgido del arco de crisis en Asia, y cuando la posición estratégica de Turquía, respecto a Irán y Afganistán, y, por supuesto, respecto a la URSS, se ha incrementado vertiginosamente. La geopolítica, previsiblemente, sobredetermina las políticas nacionales.

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