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Un barbero y un párroco resucitan en Italia las historias de don Camilo

Juan Arias

El pueblo se llama Talana. Tiene 1.500 habitantes. Pertenece a la provincia de Nuoro, en Cerdeña. Un caso aparentemente trivial está creando mucho ruido y hace discutir a todos los vecinos. Sobre todo, desde que la historia ha obtenido el lujo de «salir en los periódicos». Se trata de un conflicto entre un barbero, Mauro Tegas, y el párroco, don Pietrino Panni. Una nueva versión del don Camilo y Peppone, de Giovanni Guareschi, en las postrimerias de los años setenta.

Pues resulta que Antonio y Piera Murru han escogido para padrino de bautismo de su bebé, Francesco, al barbero Mauro, que es gran amigo de la casa. Pero Francesco tiene ya siete meses y no hay santo en el cielo que convenza al párroco para bautizarlo. Porque don Pietrino dice que el barbero no puede ser padrino de bautismo porque en su barbería tiene pegada al muro una fotografía de una mujer desnuda en una playa. La cosa ha indignado a todos, excepto a los enemigos personales del barbero. La gente dice que la fotografía no es obscena, que es artística. Los hombres que pasan cada semana por la barbería a afeitarse están negros, se sienten como ofendidos porque es como si el párroco les condenara también a ellos. Las mujeres dicen que los hombres defienden al barbero Mauro porque en el fondo les gusta contemplar a la mujer desnuda.El párroco ha pedido que «se arranque la fotografía», que es lo más fácil de todo. Pero el barbero no es de los que ceden fácilmente. Afirma que él es un cátolico practicante, que va todos los domingos a misa, que cumple con Pascua y que se siente con la conciencia muy tranquila. Viene también azuzado por los más democráticos del pueblo, por los jóvenes, quienes lo han convertido en el paladín de la libertad y ha dicho que ni hablar incluso al obispo. Porque el párroco, que también ha tomado el caso como un asunto de honor personal, no sabiendo qué hacer, ha hecho intervenir al obispo, el cual, en un primer momento, intentó también convencer al barbero. Pero, dándose cuenta de que la batalla era difícil, ha asegurado que se interesará personalmente por el asunto y dará su respuesta. Pero el obispo lleva ya dos meses sin responder, y el niño, siete sin bautizarse. La cosa tiene dificil remedio. No es probable que el obispo pueda desacreditar al párroco, mientras el barbero, que hoy se siente como un héroe, citado por los primeros diarios italianos, vigila con todas sus fuerzas para que nadie le toque a «su mujer desnuda», que es la manzana de la discordia.

Ya han empezado a movilizarse las comunidades de base, afirmando que es absurdo que por una disputa tonta un niño esté siete meses sin bautizo. Algunas mujeres temen que si el niño se muere podria irse al limbo. Han intentado crear en el barbero un sentido de culpa, para que ceda, pero en seguida algunos jóvenes cristianos progresistas lo han tranquilizado y le han dicho que, si acaso, el peso de la responsabilidad caerá sobre el párroco. Otros han aconsejado a los padres de Francesco que lo bauticen ellos mismos, en casa, ya que en casos de urgencia es válido, aunque sea ilícito.

Lo más singular es que probablemente el obispo tendrá que acabar recurriendo al Papa, que en Italia es el presidente de la Conferencia Episcopal. Probablemente, Wojtyla se divertirá mucho con la historia del barbero. No se excluye que le puedan mandar al Papa una copia de la fotografía de la mujer desnuda, para que juzgue personalmente si es artística o no. Pero el párroco dice que está muy tranquilo: «Imagínense ustedes», ha dicho a un amigo, «si el Papa va a decir que es justo que un barbero que se niega a quitar de su barbería una fotocopia así puede ser padrino de un sacramento como el bautismo, que es el símbolo de la inocencia bautismal.»

Los más maliciosos han preguntado al párroco por qué deja entonces que sean padrinos los ladrones y los mafiosos, que eso sí que es obscenidad.

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