_
_
_
_

El Papa prepara una ley muy severa sobre la secularización de los sacerdotes

Juan Arias

Juan Pablo II está estudiando personalmente una nueva legislación en materia de dispensa del celibato a los sacerdotes. Es la primera vez, durante el pontificado del papa Wojtyla, que se logra romper en esta materia el muro de las noticias. Y esto porque se trata de un campo en el cual el Papa actual se había demostrado, desde el primer momento, mucho más severo que su predecesor Pablo VI, hasta el punto que, apenas elegido Papa, Juan Pablo II dio orden al ex Santo Oficio de congelar las 6.000 peticiones que quedaban pendientes a la muerte del papa Montini.

La noticia, según la cual este Papa había decidido no dar más dispensas de secularización, dejando a los sacerdotes que deseaban contraer matrimonio y pasar al estado laical frente a su conciencia, pero sin avales oficiales de la Iglesia, había desencadenado en todo el mundo toda una serie de movimientos a favor del respeto de la libertad de conciencia en el interior de la Iglesia y de los derechos del hombre-sacerdote. Se empezaba ya a recoger firmas en todo el mundo para presionar al Papa a seguir concediendo, como su predecesor, las dispensas de secularización a quienes declarasen que, en conciencia, no se sentían con fuerzas para seguir ejerciendo el sacerdocio.Viendo que Juan Pablo II, en todos sus discursos, se mantenía en la línea de rigor, se le había llegado a aconsejar que por lo menos en los casos más graves (los de sacerdotes que conviven con una mujer y tienen hijos) se le permitiera el «matrimonio de conciencia». Es decir, que pudieran casarse en secreto, ante otro sacerdote, con el permiso del Papa. Sobre todo, a ciertos episcopados, como los de Holanda y Francia, tal solución les pareció hipócrita. Días atrás, cuando el Papa recibió a los superiores generales de los religiosos de todo el mundo, y dado que el Papa no había tocado el tema, un grupo de estos superiores generales escribió una carta al Papa pidiéndole una audiencia para poder discutir éste y otros temas que Juan Pablo II no había tocado en el discurso general. Algunos días después el Papa les recibió. Pero en vez de darles la oportunidad de «discutir y dialogar», les pronunció otro discurso y les saludó. Los superiores generales sospecharon que la carta no había llegado hasta el Papa y lograron que le llegara el malhumor por lo ocurrido. De hecho, algunos días más tarde, el Papa volvió a convocarles y les tuvo desde las siete de la tarde hasta las diez de la noche, invitándoles incluso a cenar. Fue en esta conversación «de tú a tú» con el Papa cuando los superiores generales le plantearon el grave problema de «miles de religiosos que esperan una dispensa para tranquilizar sus conciencias y organizar su vida como seglares». El Papa volvió a repetirles que deseaba ser más riguroso que su antecesor en materia de dispensas, pero les hizo una confidencia: que estaba preparando personalmente toda una serie de normas nuevas sobre este tema. Les adelantó que serían más severas que las que habían existido durante Pablo VI y que había querido esperar un año a tomar esta decisión para poder recoger la mayor información posible. Al parecer, una de las cosas que lo han llevado a ser más severo en esta materia, es el haber sabido que algunos sacerdotes habían pedido la dispensa incluso algunos días después de haber sido ordenados, o bien que otros, que ya habían obtenido la dispensa y se habían casado, antes del año habían vuelto a pedir volver al sacerdocio.

En qué consistirán las nuevas normas no se sabe, el Papa no lo ha dicho ni al los superiores generales, a pesar de las preguntas que le hicieron. La impresión que recibieron fue, sin embargo, que podrían ser publicadas de un momento a otro.

Que en este campo, sin embargo, el Papa polaco desea ser muy severo lo demuestra otro hecho: la congregación para la Doctrina de la Fe le había presentado al Papa la lista de unos trescientos casos considerados «graves y urgentes», rogándole que los tomara en consideración, sobre todo porque había ya hijos por medio. El Papa, por toda respuesta, cogió el papel y lo rompió.

En la carta a los sacerdotes de todo el mundo, a los pocos meses de pontificado, Juan Pablo II había recordado que en muchas comunidades de la Iglesia los católicos, al carecer de sacerdotes, se reúnen y colocan una estola sobre el altar y celebran la misa corno si el sacerdote estuviera presente, y que llegados al momento de la consagración rezaban en silencio no pudiendo ninguno sustituir al sacerdote. Fue una llamada a la fidelidad en un momento en el cual faltan en el mundo tantos sacerdotes.

Pero las presiones que en estos meses le han llegado de todo el mundo lo han convencido de que, por lo menos, en algunos casos muy graves, se impone una solución que tenga en cuenta que la misericordia proverbial de la Iglesia no se puede eludir en el interior de la misma institución.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_