La euforia de los partidarios de Alianza Democrática se desbordó al amanecer
«Estamos seguros de que el presidente nos va a encargar formar Gobierno.» Son las cinco de la madrugada del lunes en el hotel Altis, de Lisboa, y está a punto de consumarse el hecho político más importante ocurrido en Portugal desde que, hace ahora cuatro años, se inició el camino de la normalización constitucional de la revolución portuguesa. Francisco Sa Carneiro prefiere, sin embargo, añadir en prudente «si se confirma la victoria de Alianza Democrática (AD)», la coalición de centro-derecha en que está integrado su Partido Social Demócrata (PSD). En una esquina del salón Petropolis, el hotel donde la AD ha instalado su centro de recogida de datos, una pantalla muestra la última previsión de la Alianza: entre 128 y 132 diputados; en cualquier caso, la mayoría absoluta de la Asamblea de la República.
Once de la noche del domingo. Fundación Gulbenkian, centro oficial de datos. Los datos no oficiales, sin embargo, empiezan a correr por los pasillos. A esas horas de la noche, uno de los tres técnicos enviados por la UCD española a sus correligionarios de AD se atreve ya a realizar una previsión en base a complicadas operaciones de proyección: la coalición de centroderecha se aproximaría a los 130 diputados.Una y media de la madrugada. Salón Petropolis del hotel Altis. Los resultados oficiales dan ahora un 43,9% de votos a la AD en todo el país. Todavía es una cantidad suficiente para conseguir la mayoría absoluta. Sa Carneiro prefiere no adelantar acontecimientos. En las elecciones de 1976, el dirigente socialdemócrata tuvo un patinazo inolvidable cuando, precisamente a esa hora, se presentó en la Fundación Gulbenkian casi como futuro primer ministro y, en el último momento, los datos oficiales le volvieron la espalda.
Dos y treinta y cinco de la madrugada. Primer canal de la radio-televisión portuguesa. El locutor Carlos Cruz, quien dirige desde los estudios el despliegue informativo de su cadena, hace la pausa de las grandes ocasiones. Con todas las reservas y asegurando que se trata de «presunciones y no de proyecciones», su medio informativo «se atreve a correr el riesgo» de adelantar los siguientes posibles resultados finales: entre 130 y 132 diputados AD, entre 73 y 75 PS y entre 43 y 44 la APU, la coalición dominada por el Partido Comunista. A pesar de todas las reservas anunciadas por el locutor, los datos adquieren estado de previsión oficial. «Ningún medio corre ese riesgo, y menos la televisión oficial, si no dispone de datos relativamente seguros», se comenta.
Soures reconoce su derrota
Tres y cuarto. Estudios de la radio-televisión. Mario Soares aparece públicamente para reconocer su derrota y felicitar a los que, también él, presume ya como vencedores. Se trata quizá del momento más patético de toda la noche. El dirigente socialista trata de justificar su derrota: su partido ha cargado con la responsabilidad de gobernar durante los momentos más difíciles de los tres últimos años, la formación de coaliciones a su izquierda y a su derecha le crearon problemas y la prensa les ha tratado muy mal. Soares se autoconsuela -«Continuamos siendo el partido más votado»- y hace un llamamiento a los vencedores: «Apelo a los dirigentes de la AD para que detengan la dinámica de derecha que han desencadenado.»Tres y veinticinco. Auditorio número dos de la Fundación Gulbenkian. Alvaro Cunhal comparece relativamente satisfecho ante los periodistas. A su partido se le prevén ganancias próximas al 4%. Se niega aún a reconocer la victoria de AD hasta que «el cálculo realizado se confirme». Sin embargo, piensa en el futuro como si esa victoria ya se hubiese producido. «El PCP se opondrá con todas sus fuerzas y con todos los medios que le proporciona la Constitución a un Gobierno de AD y a su política, que no es sino la destrucción de la democracia en Portugal.» Y adelanta la necesidad -«Como hemos venido repitiendo tantas veces»- de la unidad de la izquierda.
Al final asegura: «Hay, sí, un cierto desplazamiento hacia la derecha del electorado portugués, pero no creemos que sea una tendencia generalizada de la sociedad portuguesa.»
Euforia contenida
Cuatro y treinta. Hotel Altis. El salón Petropolis se encuentra ya casi completo. Los dirigentes de la AD se resisten a manifestar nada que se parezca a la euforia y aplazan toda declaración hasta la conferencia de prensa anunciada para media hora después.Cuatro cincuenta. Pasillos de la Fundación Gulbenkian. Aunque renunció a dar una conferencia de prensa formal, Mario Soares se presenta en el centro oficial para charlar con los periodistas. «En una democracia es normal la alternancia en el poder.» Se zafa de las docenas de ínformadores que le rodean y deshace el camino hacia la salida.
Cinco de la madrugada. Estudios de la RTP. Sa Carneiro accede a realizar sus primeras declaraciones. «El Gobierno respetará todas las instituciones de la democracia portuguesa y espera que esas mismas instituciones respeten al Gobierno y a la mayoría parlamentaria de AD.» Una alusión casi directa al presidente de la República, general Eanes, quien en la víspera misma de las votaciones había recordado los poderes que le otorga la Constitución en caso de que ningún grupo sea mayoritario en la Asamblea. (Las condiciones electorales -y por tanto, la AD- se disuelven automáticamente después de los comicios y sus partidos pasan a integrar grupos parlamentarios separados.)
Sa Carneiro recuerda que su partido, el PSD, podría tener el mayor grupo parlamentario y confía en ser encargado de formar Gobierno.
Cinco y cinco. La plana mayor de la coalición AD escucha finalmente las preguntas de los periodistas desde una gran mesa situada en la cabecera del salón. Ratifican lo ya dicho anteriormente por Sa Carneiro. «Confiamos en que el presidente siga el mismo camino que en 1976, en que fue encargado de formar Gobierno el grupo más votado.» Los grupos del PSD y CDS bloquearían cualquier otra opción de Gobierno que no fuese un ejecutivo de Alianza Democrática. Prefieren no hablar de la reforma agraria en particular y sí de una nueva política económica global que respete la iniciativa privada y que se propongan como objetivos prioritarios detener la inflación y crear nuevos puestos de trabajo.
Junto al hotel Altis empiezan a formarse las primeras concentraciones de seguidores de AD, portadores de grandes banderas con los colores azul, naranja y blanco, de la coalición. Se inician las primeras caravanas de coches, los claxons a todo trapo. Suenan tracas de cohetes que recorrerán la ciudad hasta las siete de la mañana.
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