El espíritu del Opus en la Iglesia
El 25-11-1976 publica EL PAIS una carta del jesuita Antonio Moreno González en la que éste afirma el «derecho» del Opus Dei a «luchar por conseguir una mayor fidelidad a su espíritu fundacional». ¿Quién lo discute?Otra cosa es que esa «fidelidad» se consiga constituyéndose -sería la primera vez que ocurriera algo semejante en la historia de la Iglesia- en «prelatura personal» con «pueblo propio». (El caso de los vicariatos castrenses no es comparable.) Estimo, por el contrario, que con esa pretensión el Opus Dei se aparta de su «espíritu fundacional», al alejarse de lo que, en mi opinión -y no sólo en mi opinión-, es propio de una Iglesia única.
La Iglesia tiene una estructura jerárquica, que encabezan el Papa y los obispos. Los cristianos, aunque sean del Opus Dei, o de la Compañía de Jesús, etcétera, hemos dependido siempre del obispo de nuestra respectiva diócesis -ahora también de nuestra respectiva Conferencia Episcopal- y del Papa, o del Concilio presidido por el Papa. ¿Por qué habría de existir un grupo de cristianos que no dependiesen ni del obispo de su diócesis ni de su Conferencia Episcopal? La Congregación de Obispos del Vaticano rechazó la propuesta en tal sentido, aunque no definitivamente, con el único voto a favor de su presidente, el cardenal Baggio. Y lo hizo por estimar que, de acceder a ella, se crearía una «tensión» entre la oferta del Opus Dei de «reforzar su servicio a las igle sias particulares y su práctica independencia frente a los ordinarios locales. Y también por apreciar el riesgo de crear una «iglesia paralela», con propias normas y liturgia, que crearía confusión entre unos fieles y otros. Se teme, en suma, algo así como una «escisión» dentro de la Iglesia única.
Por otra parte, buscar la «fidelidad» al propio origen, a través de presiones como las ejercidas sobre Vida Nueva y sobre los medios de comunicación españoles, todo ello tratando de llegar al objetivo propio en un clima de secreto, buscando el «hecho consumado» a espaldas de todo debate del pueblo de Dios y del episcopado universal, afectados en su misma raíz cristiana por la decisión que, en definitiva, llegue a adoptarse, no parece un método muy conforme con la Iglesia del Vaticano II, el «gran Concilio de nuestra,época», en palabras de Juan Pablo II.
Finalmente, hablar como lo hace Antonio Moreno de las «dificultades iniciales» del Opus Dei es irónico a estas alturas. Hoy lo difícil en la Iglesia es seguir siendo cristiano y, al mismo tiempo, mantenerse exento de la influencia omnipresente del todavía «instituto secular».
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