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RELIGIÓN

El Papa anuncia nuevas normas para las monjas de todo el mundo

Juan Arias

Juan Pablo II ha anunciado que está en preparación una «regla de vida estable» para el millón de monjas de todo el mundo. Lo ha anunciado en un importante discurso, con motivo de la reunión internacional de todas las superioras generales, en Roma.

Es un hecho muy significativo. Es la respuesta negativa de la Santa Sede a las muchas peticiones que durante estos años de posconcilio habían llegado al Vaticano de los institutos femeninos más avanzados, para poder experimentar nuevas formas de vida religiosa. Algunos ejemplos concretos: poder vivir fuera de la comunidad, solas o en grupo; participar más directamente en la vida de la gente más pobre, habitando en sus barrios, en vez de seguir en los conventos; poder desarrollar un trabajo como las demás mujeres, incluso en las fábricas. Las más avanzadas pedían incluso una forma de vida religiosa sin el voto de castidad, es decir, como casadas.En su discurso, el Papa les ha dicho textualmente: «Después de los años de experiencia dedicados al aggiornamento de la vida religiosa, según el espíritu del propio instituto, ha llegado el momento de valorizar, objetiva y humildemente, las tentativas realizadas, para reconocer los elementos positivos, las eventuales desviaciones y poder preparar una regla de vida estable, aprobada por la Iglesia, que deberá constituir para todas las religiosas un estímulo y un conocimiento más profundo de sus deberes y una fidelidad gozosa en vivirlos.»

En qué consistirá concretamente esta regla, igual para el millón de monjas de los cinco continentes, no lo ha dicho el Papa, pero sus líneas fundamentales ya se pueden entrever. Juan Pablo II ha hablado a la superioras generales de «adhesión filial y de fidelidad a toda prueba a la Iglesia, esposa de Cristo». Añadió que deben ser ciertamente fieles al carisma de su propio instituto, pero, sobre todo, fieles a Cristo, a la Iglesia «a aquel que Cristo ha colocado como su vicario en la Tierra».

El peligro del secularismo

El papa Wojtyla ha anticipado algunos elementos de esta futura regla única: la obligación de la vida comunitaria, del hábito religioso y la ruptura con todo tipo de secularismo. Esto significa que toda una serie de experiencias que se estaban llevando a cabo, sin la aprobación oficial de la Santa Sede, pero permitidas ad experimentum, tanto por algunas superioras religiosas como por algunos obispos, sobre todo en América y en Europa central, se acabarán definitivamente. Todas las monjas tendrán que acatar esta nueva regla «aprobada por la Iglesia».El Papa se ha mantenido, pues, en la misma línea de su último viaje a Estados Unidos. Ayer, entre las superioras generales, estaba la madre Teresa Kane, presidenta de todos los institutos de religiosas de Estados Unidos, aquélla que tuvo el valor de presentarse en Washington, el 7 de octubre pasado, a pronunciar su discurso al Papa, sin hábito religioso y reivindicando para todas las mujeres el derecho de llegar al sacerdocio, a pesar de que el Papa lo había rechazado ya, el día anterior, en un discurso en Filadelfia.

Juan Pablo II, aun reconociendo «la evolución positiva de la vida religiosa más eclesial y apostólica», afirmó ayer a todas las representantes de las religiosas que «no se puede ignorar que ciertas opciones concretas, aunque sugeridas como buenas pero no siempre iluminadas en sus intenciones, no han ofrecido al mundo la verdadera imagen de Cristo, que la religiosa debe ofrecer a los hombres». «El posconcilio», ha añadido el Papa, «ha sido rico en nuevas experiencias, pero también expuesto a errores y desviaciones.»

¿Hará lo mismo el papa Wojtyla con las congregaciones e institutos masculinos? Ayer, en el Vaticano, se afirmaba que es lo más probable.

Tres versiones del discurso

Por lo que se refiere a algunos pasajes del discurso, por ejemplo el del hábito religioso, los observadores vaticanos han podido observar que ha habido tres versiones distintas del discurso del Papa: la de las palabras directas de Juan Pablo II, la del discurso entregado por la sala de prensa y publicado en el boletín oficial de la Santa Sede y la de L' Osservatore Romano. La diferencia no es fundamental, pero sí significativa. de las muchas manos que tienen interés en manejar de un modo u otro las palabras del Papa. Hay quien afirma que, de todos modos, en tiempos pasados era peor. Sólo ahora un periódico ha publicado los discursos de Pablo VI, en algunos barrios de Roma, recogidos de la grabación directa de un periodista. L'Osservatore Romano los había censurado. Lo mismo ocurría con Juan XXIII, quien incluso decía, cuando pronunciaba sus discursos: «Tomad nota de esto porque no lo leeréis en L'Osservatore Romano, que es más prudente que el Papa.»

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