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Craxi propone la reforma global del Estado italiano

Juan Arias

Bettino Craxi, secretario general del Partido Socialista italiano lanzó ayer, en primera página del órgano oficial del partido, L'Avanti, en un editorial firmado de cinco folios, una propuesta de reforma global del Estado.Toda la prensa ha dado gran importancia, destacándolo en primera página, a este desafío del original y activo líder socialista. Se puede decir que ha sido la primera vez que L'Unitá, órgano oficial del Partido Comunista, ha dado un relieve muy significativo a una iniciativa de Craxi. Y a las pocas horas del artículo del secretario socialista se ha reunido la dirección comunista.

Según Craxi, «Italia está en una encrucijada histórica» y sólo con un trabajo de profunda transformación de las instituciones políticas, económicas, sociales y morales puede pretender un puesto en la nueva Europa. Craxi propone, pues, en su «manifiesto» una gran alianza de todas las fuerzas vivas y democráticas del país para cambiar la Constitución, el Estado y la economía y para devolver al país la dignidad moral de la «justicia y de la verdad», porque si es verdad que «ltalia es uno de los países más libres del mundo, también lo es», dice el líder socialista, «que demasiadas inmoralidades y el mal uso de la misma libertad oscurecen una toma de conciencia colectiva para la preparación de un futuro más sereno».

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Dejemos, pues, dice Craxi, de seguir discutiendo sobre fórmulas de gobierno y preparemos una reforma a fondo de las instituciones a través del Parlamento. Este tiene el poder para hacerlo. El edificio de la Constitución italiana ha demostrado, dice Craxi, ser fuerte y sólido, pero hasta los monumentos más consistentes y robustos se desgastan con el tiempo. Y añade que el país siente ya la necesidad de una «verificación histórica» de sus instituciones.

Esta reforma debe abarcar la Administración pública del Estado, la economía y la moral de los gobernantes. De otro modo, dice Craxi, el país será cada día más ingobernable, la separación entre sociedad civil y clase política más profunda y las instituciones acabarán muriendo por inmovilismo. Y si el «presidencialismo» es un bizantinismo sin sentido, el inmovilismo no es un mal peor.

Más información en página 11

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