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Avance conservador en las elecciones suecas

Hasta mañana, miércoles, o quizá hasta el fin de semana, no se sabrá con certeza quién ha triunfado en las elecciones suecas del domingo. Esta circunstancia, de la que sólo hay un precedente en la historia del país, no es imputable a ningún fallo de la sofisticada y eficiente tecnología puesta al servicio de la información sobre la marcha del escrutinio, sino a que la diferencia entre los bloques burgués y socialista es tan mínima que los 39.500 votos que aún quedan sin escrutar pueden modificar la situación actual, que da al bloque socialista un solo escaño de diferencia a su favor.

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Los partidos en liza

De los votos que aún faltan contabilizar, 38.000 corresponden a los emitidos por correo el mismo día de la elección. Estos serán escrutados el miércoles. Los restantes 1.500 pertenecen a suecos que se encontraban residiendo en el extranjero el día de la elección y que votaron en los respectivos consulados o embajadas. Dichos votos serán computados un par de días más tarde.Las especulaciones giran en torno al destino que tendrán esos votos. Las estimaciones de los expertos son que darán el triunfo a los partidos burgueses.

Si se tiene en cuenta que el escaño que tiene por ahora a su favor el bloque socialista se está ganando por el estrecho margen del 0,3 % de los votos necesarios para obtener un lugar en el Parlamento, se comprende la importancia decisiva de los sufragios pendientes y también la persistencia de la tensa incertidumbre del domingo.

La indefinición actual no impide, sin embargo, recoger algunas conclusiones inequívocas, independientemente del resultado final.

El primer hecho a destacar es el crecimiento del Partido Conservador (Moderata Sanilingspartiet), el más a la derecha del espectro burgués, superior a lo esperado. La subida de este partido es del 4,7% respecto a las elecciones de 1976, tiene asegurados 72 escaños (de un total de 349) y hasta ahora lleva computados 1.093.048. Pasa a ser el partido mayoritario del bloque.

Las cifras sugieren que ese crecimiento se ha producido a expensas del Partido del Centro, principalmente, y en menor grado, del Partido Liberal, que tiene por líder al actual primer ministro, Ola Ullsten.

Se cree también que esa absorción por parte de la derecha del bloque burgués es irreversible y no se detendrá con las elecciones. Que el crecimiento conservador no es coyuntural, sino que obedece a razones más profundas, latentes en la sociedad sueca, que asumen formas dinámicas cuando esta sociedad de bienestar comienza a mostrar grietas.

El hecho cobra mayor relevancia frente al estancamiento de la socialdemocracia, que crece apenas un 1 %, aunque sigue siendo el partido mayoritario del país.

La segunda conclusión en importancia que arrojan los resultados de la elección es que el problema de la energía nuclear no condicionó el voto de los ciudadanos. Esto no desmiente la sensibilidad sueca al respecto, pero a la hora de votar no ha tenido fuerza decisoria.

Ligado, en gran medida a lo anterior, las elecciones muestran otro hecho importante: la caída estrepitosa del Partido del Centro, el único totalmente consecuente, más allá de alguna concesión circunstancial, con la defensa del medio ambiente y contra la utilización de la energía nuclear.

El desastre centrista

El desastre electoral de Faelldin, primer ministro de la coalición burguesa después del triunfo de 1976, no debe atribuirse sólo a su falta de dotes políticas o de carisma (Bohman, el líder conservador, está lejos de ser una personalidad carismática), sino a otros factores. Uno de ellos, la progresiva disminución de los núcleos campesinos, que formaron la base de lo que fue un gran partido, y la ausencia de un programa capaz de suscitar la adhesión de otros sectores.

El otro perdedor, aunque en menor grado, es el Partido Liberal de Ullsten. Este había tenido un repunte interesante en los primeros meses posteriores a su ascenso al cargo de primer ministro, tras la crisis de octubre de 1978. Había ganado imagen en su gestión. Hay que atribuir a la ambigüedad de las posiciones de su partido gran parte de las razones del fracaso. La hipótesis de una polarización de la sociedad sueca en la actual situación de crisis, de la que las elecciones no serían sino una muestra, cobra fuerza.

La socialdemocracia no salió tan mal parada de la elección. Pero su leve diferencia de un 1% se parece más a un estancamiento, con perspectivas de futuro menos prometedoras todavía.

Queda, finalmente, anotar el ascenso registrado por el Partido Comunista, que, de un 4,8% en 1976, pasa ahora a un 5,6%. Gana tres escaños en el Parlamento y tiene razonables perspectivas de seguir creciendo. Las razones de su aumento se inscriben en la hipótesis de la polarización.

Ante la incertidumbre existente sobre el resultado final de las elecciones, los distintos líderes se han mostrado más bien cautos en sus declaraciones. El único que dijo algo que tiene interés para el futuro inmediato fue Olof Palme: «Si la socialdemocracia pierde», afirmó, «no entrará en ninguna coalición con los burgueses para formar Gobierno.»

Bohman, aludiendo a lo que llamó el «fantasma fascista», con que se le aludió muchas veces en el curso de la campaña electoral dijo: «Somos más de un millón: ni en un cuarto del infierno ,cabrían tantos fantasmas. » Se refirió también en sus primeras declaraciones al inconveniente derivado de un triunfo muy ajustado de cualquiera de los bloques, y apuntó la necesidad que tiene Suecia en estos momentos de contar con un Gobierno de amplio respaldo. Si la afirmación de Palme se mantiene, esto no va a ser posible.

Por su parte, Faelldin se veía abrumado frente a las cámaras de televisión. Preguntado si se retiraría de la política, negó enfáticamente esa posibilidad. La derrota es un estímulo, dijo. De todos modos, apuntó: «Ha sido peor de lo que esperaba.»

Dos amenazas de bombas se produjeron en la noche del domingo, mientras se realizaba el escrutinio: una, contra la socialdemocracia, y otra, contra los comunistas. Es costumbre que la noche de la elección los dirigentes y principales cuadros de cada partido se reúnan en algún local u hotel a cenar, mientras esperan los resultados y pronósticos de la televisión. Fue en tal circunstancia que se produjeron las llamadas de aviso sobre artefactos que habrían sido colocados en ambos locales. Los socialdemócratas, en número de cuatrocientos, prefirieron desalojar el local donde se encontraban y trasladarse a otro. Los comunistas corrieron el riesgo y se quedaron donde estaban. Finalmente, todo fue una falsa alarma.

Desde otro punto de vista, las elecciones confirmaron el funcionamiento del pluralismo democrático sin discriminaciones. No hubo durante toda la campaña ni el día de la elección ningún incidente, ni muertos, ni heridos por causas políticas. Todos los partidos pudieron expresarse libremente y sin temores.

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