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Los partidos burgueses cierran filas contra Olof Palme en Suecia

Seis millones de suecos acuden hoy a las urnas para elegir un nuevo Parlamento, en unas elecciones en las que el suspense se ha mantenido hasta la última hora. Los tres partidos burgueses han cerrado filas, formando un bloque sin fisuras, para impedir la vuelta al poder de la socialdemocracia, que dirige Olof Palme. Este ha mantenido durante la campaña una ambigüedad que ha contrastado con la coherencia de la derecha.

Todo está previsto en Suecia para que tres o cuatro horas después que el último ciudadano haya depositado su voto se conozca, sin márgenes de error, el resultado de la elección. Una computadora central irá recibiendo los datos de aproximadamente novecientos distritos electorales, previamente elegidos de un total de 6.000, y su procesamiento simultáneo permitirá ir conociendo la tendencia de la votación.Expertos estadísticos, matemáticos y especialistas varios trabajarán esta noche para que los ocho millones de habitantes del país puedan seguir cómodamente- en sus hogares las alternativas de una instancia importante en la vida de Suecia. Habrá tres o cuatro pronósticos previos -el prirnero antes de los treinta minutos de finalizada la elección- antes de que se emita con toda certeza el pronóstico decisivo. Se dispondrá de los detalles cuantitativos de la elección mañana temprano, pero quién ha ganado la elección se sabrá ya esta noche.

Si bien hasta las últimas horas del día de ayer los distintos candidatos desplegaron una intensa actividad, en un esfuerzo final por captar electores, la campaña electoral quedó prácticamente cerrada el viernes por la noche cuando los cinco líderes de los principales partidos comparecieron juntos frente a las cámaras de televisión. Allí se enfrentaron la vehemencia -bastante atenuada en esta campaña- del líder socialdemócrata, Olof Palme, con la típica calma sueca, no exenta de ironía por momentos, del liberal y actual primer ministro Ola Ulsten, la astucia del conservador Gosta Bohman y la simplicidad campesina del centrista T. Faëlldin.

Evaluar los resultados de este espectáculo televisivo y su influencia posible en el electorado, si es que la tuvo, es tarea bastante difícil. Lo que puede afirmarse es que no desentonó con el tono opaco que predominó durante la campaña electoral. No hubo alocuciones brillantes ni claras exposiciones de programas de Gobierno.

Los más explícitos en sus intervenciones fueron el líder comunista, Lars Werner, y el conservador, Gosta Bohman. El primero, porque su condición de minoría, que poco puede decidir, le permite hablar con más claridad, ya que poco o nada tiene que perder y tanto por conquistar. El segundo, porque desde su óptica de derechas -en Suecia por ahora «civilizada»- no oculta su pensamiento: «Lo que es bueno para las empresas es bueno para Suecia», o preguntado cuántos comunistas estaría dispuesto a tolerar en el Parlamento: «Si por mi fuera, ninguno, o en todo caso los. menos posibles». Si alguna vez disimula sus opiniones es sobre todo para no asustar a los líderes de los otros dos partidos «burgueses».

En cambio, Palme, sea por cálculo o por contradicciones insalvables de su proyecto político en la coyuntura actual, se vio obligado a oscilar constantemente. Si atacado por la derecha de supuestas connivencias con los comunistas, asume posiciones de derecha. Si cuestionado por los comunistas por coincidir con los burgueses, se desplaza hacia la izquierda. Esta ambigüedad, que ha sido una constante de la socialdemocracia en la campaña electoral, no ha favorecido la imagen de Palme ni de su partido. Y este hecho, unido a otros datos como el ascenso conservador y el pronunciado bajón del partido del centro, parecerían apuntar el resurgimiento de un fenómeno nuevo en el cuadro político de Suecia, que pone en cuestión la viabilidad futura de las posiciones centristas.

El tema económico y la ecología estuvieron en el centro de la discusión televisada. El primero más como punto de referencia para acusaciones mutuas, para el manejo malintencionado de las cifras, que como motivo de una exposición clara y útil para los electores sobre lo que cada partido piensa realmente hacer.

En cuanto a la calidad de la vida, el otro punto sensible del pueblo sueco, no resultó dificil encontrar opiniones coincidentes, aun cuando en la práctica hay posiciones discordantes entre los partidos respecto a la energía nuclear, para citar el ejemplo más candente. Quizá hubo acuerdo tácito entre los candidatos para no ahondar demasiado en un tema bastante «radiactivo», para decirlo en términos apropiados.

En los últimos quince días hubo dos grandes manifestaciones masivas en Suecia contra la utilización de la energía nuclear. Sobre el punto además habrá un plebiscito previsto para marzo del año próximo, lo que de alguna manera posterga soluciones energéticas más o menos definitivas. Pero el tema está y ha estado permanentemente en el tapete.

El hecho más significativo del debate -capaz de influir en los electores- fue que los líderes de los tres partidos burgueses, contrariamente a lo que se esperaba de acuerdo a los últimos antecedentes, aparecieron unidos formando un bloque sin fisuras contra Palme. Hasta el viernes parecía que los partidos liberal y del centro buscaban afirmar un entendimiento mutuo para tomar distancia de la compañía más bien tenlible del líder conservador.

Palme debió enfrentarlos solo. Pudo haber sido una oportunidad para transformar su inferioridad numérica en una carta de triunfo ante los espectadores. Tiene capacidad y «oficio» para ello. Pero lo que no parece tener es un proyecto claro y definido.

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