Estética arbitral
En España, un manco puede escribir El Quijote, pero nunca hubiera podido ser árbitro. En ciertos círculos los defectos físicos han invalidado para alcanzar puestos de decisión. La buena imagen se ha fijado siempre en la supuesta estética de las proporciones y la vis impactante.Los árbitros catalanes -sus dirigentes- nos han salido esteticistas y le han prohibido a un buen aficionado de Sant Boi su examen final para dirigir encuentros de categoría regional, que son el primer paso para acudir posteriormente a los grandes estadios.
Los dirigentes del arbitraje catalán no se han basado en aquello tan tradicional de que lo más importante es tener buena mano izquierda.
El vocacional manco de Sant Boi, a la vista de los modos que imperan en el fútbol actual, precisamente, porque le falta un brazo, es persona idónea para el menester arbitral. Aunque quisiera, no podría hacerle al público ese corte de manga que promociona Rubén Cano y que va a ser la moda de los próximos tiempos.
Un brazo es suficiente para manejar el silbato y señalar los libres indirectos. Un brazo le bastó a manco Castro para ser campeón del mundo en la delantera de Uruguay en 1930. A los árbitros catalanes -a sus dirigentes- les ahoga la estética.
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