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Reportaje:

Una cooperativa hace rentable la cafetería del aeropuerto de Son San Juan

La Cooperativa de Trabajadores de Bares y Restaurantes (Tabyr) del aeropuerto de Son San Juan, de Palma de Mallorca, gana «bastante dinero», según las cuentas del primer año de funcionamiento. «Sabemos que ha sido una sorpresa para muchos. Pero aquí estamos. Orgullosos como trabajadores con una clara conciencia laboral», dicen estos cooperativistas pioneros en su sector.

Como en otros aeropuertos, como en otros lugares, la empresa concesionaria de la explotación de los bares y restaurantes del aeropuerto de Palma se quejaba de falta de rentabilidad y reducía plantilla y acortaba salarios. Después de un período de conflictos, los trabajadores organizaron una cooperativa para tratar de hacer rentable la explotación. Está a punto de transcurrir un año desde que empezó esa aventura y ellos consideran que lo han demostrado; su cooperativa es rentable.Manuel Ferrer, presidente, y otros miembros del consejo rector y cooperativistas, entre ellos los señores Barbancho, Farias, Labarta, Sampere y Antonio López, comentaron a EL PAIS la historia de la que ellos creen «primera cooperativa hostelera en España».

«Hace unos dos años, cuando terminó la concesión de explotación de los bares y restaurantes del aeropuerto, se hizo cargo de la explotación la multinacional Jacques Borell, por un canon anual a la Subsecretaría de Aviación Civil de sesenta millones de pesetas. Para resarcirse de tal cantidad, lo primero que hizo, fue limitar la plantilla, con los consiguientes despidos y bajar la calidad del género y otras medidas de reducción de costes. Y nosotros empezamos las reivindicaciones. El primer año se pasó muy mal, pero el segundo ya fue otra cosa», cuentan estos cooperativistas.

«El segundo, es decir, el año pasado, entre abril y marzo, hicimos una huelga que duró 36 días. Estábamos dispuestos a todo. Así es que Jacques Borell tiró la toalla. Rescindió el contrato, a pesar de que le quedaban varios años de explotación.»

«Pedimos entonces a Aviación Civil que no entrara otro empresario, que nosotros, en cooperativa, nos haríamos cargo. Empezamos los trámites y nos hicimos cargo del negocio en octubre. Eramos 198 trabajadores.»

Aumento de plantilla y beneficios

Manuel Ferrer, ayudado por sus companeros, precisa así lo conseguido: «Ahora somos 226 cooperativistas, y en temporada alta hemos llegado hasta 324 trabajadores. Para este próximo año esperamos reducir la jomada laboral de 44 a cuarenta horas semanales, lo cual haremos aumentando otros veintitrés puestos de trabajo.»«Para todos ha sido una sorpresa. No nos daban más de dos o tres meses de vida. Pero aquí estamos. Cuando hicimos la cooperativa lanzamos una campaña de información de la opinión pública, así es que conseguimos que se nos concediera la explotación durante cinco años por un canon anual de doce millones de pesetas. Recuérdese que el canon del anterior propietario era de sesenta millones. Disponíamos de siete millones en metálico, fruto de las liquidaciones que nos hizo Jacques Borell al renunciar, más las instalaciones. Con esta garantía, la Caixa de Ahorros de Baleares nos ofreció un crédito de 48 millones de pesetas, que no hemos llegado a utilizar, ya que con las ventas hemos salido adelante.»

«En estos momentos esperamos ganar dinero, pero sin olvidar los logros sociales permanentes.» Los cooperativistas consideran que, «posiblemente, sin una clara conciencia sindical de los trabajadores, esto no hubiera sido posible». La mayoría de estos trabajadores eran afiliados de UGT «aunque hay de todas las centrales y no tenemos exclusivismos, a ver si eso se va a interpretar mal».

Al año, la cifra de venta anual es «de cuatrocientos millones de pesetas y el capítulo de gastos más fuerte, la nómina, de 180 millones».

Los beneficios se reparten por igual entre los cooperativistas. Se dedica un 10% de excedentes netos «a un fondo benéfico social, bien para los cooperativistas, bien para el municipio o la sociedad en general». Los salarios están en proporción a la responsabilidad, pero no hay grandes diferencias, «y son salarios altos comparados con nuestro sector». La mujer de la limpieza gana 38.000 pesetas, y es el salario más bajo, y un jefe de camareros, 50.000, y es el más alto.

«Además, hemos mejorado el servicio y el género. Ahora no hay bebidas de garrafón ni bocadillos de un panecillo mínimo. Y llevamos un año sin incrementar los precios. Una prueba de las mejoras es que hemos recuperado como clientes al personal del aeropuerto, que son unas 3.000 personas. Para ellos tenemos un servicio de restaurante donde damos menús de sesenta pesetas y de cien pesetas. Esto está hecho precisamente para que otros trabajadores se beneficien también.»

Sin embargo, estos hombres están extrañados de que su ejemplo no haya sido seguido. «Pueden tomarnos como modelo. La misma Subsecretaría de Aviación Civil ha reconocido que con nosotros no tienen el más mínimo problema y que el servicio es bueno. Nos resulta extraño que no nos hayan consultado otros compañeros de otros aeropuertos, donde, como ya se sabe, hay frecuentes problemas laborales. Sólo un licenciado de Zaragoza ha venido a vemos para documentar una tesis.»

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