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gente

José Sacristán

mira compungido a Gerard Depardieu y escucha cómo los italianos a los que conduce dentro de un fenomenal atasco cantan las melodías típicas de una excursión escolar. Finalmente se le ve caminar, grave y serio como un sacerdote a punto de dar la extrema unción. Y, en efecto, camina con ese propósito: llega hasta una ambulancia y allí reza un discurso político-ecológico-moral y hace la señal de la cruz ante el muerto, un herido que falleció en el atasco. La gente que está en la sala aplaude la fugaz aparición del actor de Chinchón, que una vez fue llamado el Llenacines. Fue el momento de mayor entusiasmo que mostró en un cine de Madrid el numeroso público que acude a ver una coproducción fallida, realizada por Luigi Comencini, titulada El atasco, e interpretada por una lista soberbia de grandes actores, entre los que están el citado Sacristán, Fernando Rey y José María Prada, todos ellos con una presencia más que fugaz en el carísimo filme. Ninguno logró, es verdad, el aplauso tímido que mereció de parte del público el circunspecto Sacristán.

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