_
_
_
_
Entrevista:

Juliette Greco: "No soy una estrella"

«He vivido una infancia miserable de vida sentimental, pero dorada en cuanto al confort. Es columpiándose así, entre la noche y el sol, que una se vuelve contestataria. Mi padre era de Corsica; murió a los cien años. Mi madre, de Bordeaux; vive todavía. Salió victoriosa, así como mi hermana, de las pruebas de resistencia y del campo de concentración. Yo estaba en prisión en Fresnes, llevada directamente del convento a la célula 325, con otras tres mujeres, que me hablaron de todas esas cosas que hasta entonces no conocía. He oído mucho y he retenido todo. Hoy soy feliz siendo contestaria.»

Juliette Greco, un mito del espectáculo francés, nacida el 7 de febrero de 1926, en Montpellier, está en España; ayer viernes actuó en la Costa del Sol. «Mi madre dijo que el día que nací llovió. La lluvia ayuda a todas las plantas a crecer, incluso las venenosas.» Me sorprendió la Greco. No encontré en ella la mujer sobria, enlutada, que siempre imaginé. Sólo la identifiqué en su enorme carga humanista, en su despliegue de inteligencia y en su filosofar sobre pequeños detalles. La Greco de l979, a sus 53 años, ya lejos de aquel 1952, cuando ganó el gran premio del disco de Francia, o de 1949, cuando rodó Au royaume des cieux, su primera película, bajo la dirección de Julien Duvivier, es una Greco pálida, escasamente maquillada, de túnica transparente sobre una falda larga de tonos burdeos. Eso sí, aún conserva toda su belleza y pasa por una guapa mujer de 45 años, que te da un curso acelerado de lecciones de la vida.

«No soy una estrella. Las estrellas no existen más que en el cielo; el resto somos seres humanos, de carne y hueso. Sólo creo en la existencia de personas que irradian una atracción especial.» Sin embargo, Juliette Greco es considerada estrella. Ella fue en la posguerra la musa del grupo existencialista de París. Ella ha sido la gran elogiada por Jean Paul Sartre. «Greco tiene millones en la garganta, millones de poemas que no han sido todavía escritos, pero que algunos se escribirán. Se hacen piezas de teatro para actores: ¿Por qué no se harán poemas para una voz? Ella causa remordimiento a los prosistas; el trabajador de la pluma que traza sobre el papel signos tiernos y regulares acaba por olvidar que las palabras tienen belleza sensual; la voz de Greco se los recuerda. Una voz dulce y cálida, una luz. Ella les roza al encender sus fuegos. Es gracias a ella y para ver palabras convertirse en piedras preciosas que yo he escrito canciones. Es verdad que ella no las canta, pero es suficiente para que ella tenga derecho a mi gratitud y a la de todos.»

La palidez de una Greco serena destaca con el sopor del calor de la Costa del Sol. El mito ha venido a actuar al parque de atracciones Tívoli, en Benalmádena, lugar apto para artistas de masas. «Yo soy una cantante de masas, en absoluto correspondo a un público elitista. Esto, lo afirmo rotundamente por que tengo muchas pruebas de ello. Me gusta el contacto con la gente, es importante conocerla, porque a través de ella siempre se aprende.»

Juliette Greco se define como mujer de vida difícil: «Soy como soy. Mi vida es compleja. Si canto quince canciones, vivo quince vidas. Mi vida, mi ser contestatario, no es destructivo, sino constructivo. Soy mujer y no es malo serlo, ni tampoco fácil. Es maravilloso ser mujer y poder defender lo que una ama. »

Su caminar es una búsqueda de libertad: «Mi libertad termina donde comienza la de los demás. La libertad está con los demás. También fui libre en la cárcel, sólo que allí había una llave. Y es que la libertad nada tiene que ver con estar o no en la cárcel.»

«Mis canciones», dice, «no tienen mensaje en especial, canto lo que he vivido y como la gente lo puede entender, canto la vida misma.» En cuanto a la música moderna, señala que «me agrada por que no es, como dicen algunos, sólo ruido, tiene algo más. El amor también es ruido, para luego llegar a un silencio de calidad. Sin embargo, cuando quiero descansar escucho música clásica».

La Greco es una mujer del recuerdo. Pronto te habla de su ayer triste, «cuando salí de la prisión fui a ver a mi profesora de francés. Era comediante y podía comprender mi amor por el teatro. Ella se ocupó de mí. Yo era una niña y estaba sola. Es muy difícil ocuparse de una niña que no tiene lazos de ninguna clase. Yo habitaba una pensión familiar donde vivían estudiantes, gente de teatro, una vieja dama que había consagrado su vida a los leprosos y el señor O'Brady, que quería que yo cantara. En el sótano de esa curiosa casa había un viejo piano desafinado con el que amé la música, Hoy sigo siendo fiel a mis amores de entonces».

Para la historia quedan sus actuaciones teatrales con Daniel. Gelin, Jean-Louis Trintignant o Michel Ré; sus películas con Cocteau, Lemair, John Houston, Orson Welles, Tyrone Power. Toda una etapa de la canción y del cine mundial. Quizá su caminar actual sea la más fiel definición de esta Greco de 1979: «He dado la vuelta al mundo muchas veces y cada vez he encontrado personas que hicieron que valiese la pena el viaje. Hoy me encuentro rica de vida, de amor y de memorias. Continúo haciendo lo que puedo dentro de mi familia, paseándome a lo largo de los caminos de las cabras, que están llenos de piedras, pero que son floridos.»

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_