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Reportaje:

Vitoria tuvo la fiesta de la Virgen Blanca en paz

La inasistencia a los toros de más de veinte de las 32 cuadrillas de blusas (nombre que los mozos reciben por su atuendo, inspirado en la prenda característica que usaban los aldeanos y caseros) no parece que deba interpretarse como una crispación política antiespañolista, sino como un deseo de que las corridas de toros no sigan siendo el centro alrededor del cual giren los demás festejos. Se piensa que hay mucha gente que no puede o no quiere ir al coso taurino. Desde su inicio -el pasado día 4 a la tarde-, la feria se mantuvo en sus estrictos términos de diversión sin más interferencias ajenas a lo festivo que unas pancartas que decían: «Divirtámonos, pero no olvidemos la lucha. Amnistía total.»Sin embargo, hubo una excepción, el jueves a la tarde, que hizo temer que las tensiones, ya habituales desde hace unos años'en estas jornadas, volvieran a aparecer. Parece ser que a primera hora de aquella tarde, varios grupos de cuadrillas o peñas de blusas decidieron que su regreso desde la plaza de toros al centro, que habitualmente se realiza con el desenfado y el humor acostumbrado, se haría en silencio. Muchos interpretaron este gesto como una respuesta por parte de los mozos al comentario insertado en el último número de la revista Punto y Hora de Euskalherria, que había aparecido aquella mañana (Punto y Hora mantiene conexiones financieras e ideológicas con Egin). Garikoitz Zabala, que escribe habitualmente una columna, la dedicaba en ese número a las fiestas de Vitoria, haciendo una sistemática y ácida crítica al sentido de la animación callejera festiva de esta ciudad, por poco concienciada, y por ser unas fiestas «dudosamente subversivas», según cita textual.

El caso es que a la salida de los toros, el jueves, una tercera parte de los blusas (aproximadamente unos setecientos) plegaron sus pancartas, que son festivas, aun que también críticas, y realizaron la marcha silenciosa precedidos por dos únicas pancartas, alusivas a los presos de ETA, en las que se leía: Presoak ETA exiluatuak etxera y En fiestas os recordamos. Presoak kalera, extradizionarikez.

El público congregado en las aceras, que contempla habitualmente el bullicio jovial de los mozos, o bien se une a ellos, recibió pasivamente el cortejo. Algunos aplaudieron su actitud. Muchos decidieron retirarse a otros lugares de la ciudad, como así lo hacían, por lo menos, otra decena de cuadrillas (otros seiscientos o setecientos mozos).

«Blusas» divididos

El cortejo silencioso, que iba acompañado por dos fancares (grupos musicales de Guipúzcoa), llegó hasta la plaza de España o Nueva -se denomina con ambos nombres según acuerdo municipal del día 30 de julio-, donde las pancartas se colocaron en el balcón de la antigua casa consistorial. Un mozo ascendió al mismo cortando los tirantes del mástil que sostenía la bandera española, por lo que ésta cayó al suelo. La acción fue acompañada de varios gritos y redobles de tambor y a continuación los congregados se dirigieron hacia el casco antiguo de Vitoria.A lo largo del viernes, esta patente división en el seno de las cuadrillas hizo temer un enfrentamiento de los mozos producido por una interpretación distinta de lo que deben ser las fiestas, y que como se ve es indudable que existe entre ellos. Para ayer tarde se estaba a la espera de una nota de la llamada comisión de blusas, que representa a los 2.000 mozos, y que iba a intentar dar una explicación conjunta de los hechos del jueves, y hacer una réplica del comentario aparecido en la revista Punto y Hora.

Esta publicación, tras estar tres años en manos de una sociedad de periodistas, es editada desde febrero por Orain, SA, la empresa propietaria del diario Egin. Ayer eran visibles en el centro de Vitoria varias pancartas en las que se decía: «Zabala, hijo de p... aprende los blusas.»

No grata para «abertzales»

El estilo de la columna polémica es entre coloquial y literario, por lo que su interpretación resulta ambigua. Sin embargo, el tono es claramente ofensivo, a pesar de su título: «Desde Gasteiz, sin rencor». Dice que en las fiestas participan sólo «unos críos que no han acabado la mili», a los que da el apelativo de basketas. Califica al ambiente de provincianista y a los festejos de un «híbrido», poniéndolos en desventaja con los de Bilbao.La crítica no deja de relacionarse en la calle con el comunicado de Herri Batasuna hecho público antes de las fiestas, en el que se animaba a la gente y a los jóvenes a ser ellos mismos los dueños de su diversión, sin dejarse manipular por el sentido de unidad que la burguesía y la clase dominante intentan dar a las fiestas de una manera artificial, ya que se estimaba que tal unión no existe cuando la sociedad está partida en clases. En concreto, se les invitaba a «no caer en la trampa» del viva San Fermín, grito con el que los pamplonicas preservaron a los sanfermines de una politización que tan nefastos resultados había arrojado el año anterior.

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