_
_
_
_
_

La primera escalada al Naranjo marcó el nacimiento del montañismo español

Montañeros de toda España conmemoraron el domingo, en la vega de Sotres, el 75 aniversario de la escalada al Naranjo de Bulnes, el Picu, para los lugareños, protagonizada por el gijonés Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez, apodado el Cainejo, por haber nacido en el pueblo de Caín. El Naranjo, con 2.519 metros de altura, está situado en el macizo de los Picos de Europa. La fama internacional de esta cumbre astur, delimitada por los tajos de los ríos Cares y Duje, le viene de su singular esbeltez y de las dificultades que supone su escalada.

La inquietud de que un extranjero pudiera ser el primero en conquistar el Picu acabó convirtiéndose en una obsesión en la mente de Pedro Pidal: «Era para mí», afirmó, «algo así como la toma de Port Arthur para los japoneses.» Espoleado por el temor, el marqués emprendió una etapa de intensos preparativos, que comenzó con la compra en Londres de la mejor cuerda inglesa y culminó con entrenamientos en Chamonix, donde hizo la dificil ascensión de la aguja del Fdru, afilado pico de 3.775 metros sobre un mar de hielo. De vuelta en Asturias, explicó sus planes a un pastor de Caín, Gregorio Pérez, hombre fornido, gran cazador de rebecos, que habitaba en las peñas hasta que las nieves le arrojaban al valle. Este se sumó inmediatamente a la empresa que le proponía el marqués.Los dos escaladores durmieron el 4 de agosto en el canal de Camburero, junto a unas cabras. Al amanecer continuaron su camino y a las ocho de la mañana almorzaron al lado de una fuente que nace en las mismas estribaciones del coloso. Con unos prismáticos examinaron la vertiente norte, la única considerada como accesible. Recordó entonces Pedro Pidal que el conde de Sant-Saud y M. Labrouche, después de conseguir en sus estudios orográficos de los Picos de Europa que el nombre de Naranjo debe venirle de las estrías anaranjadas de sus rocas calizas, habían explicado el motivo de no intentar la escalada de esta roca vertical por su inaccesibilidad con los medios existentes. Fueron sólo unos segundos de reflexión, que abandonó bruscamente para decirle a el Cainejo: «Hay que intentarlo. La ascensión es posible si se compone de dos partes: primera, a la grieta, y segunda, por la grieta.» Fortalecidos por el almuerzo, se pusieron en marcha de nuevo. Atravesaron la base norte del Naranjo, para alcanzar el principio de las grietas por el Este, hasta llegar a un punto en el que tuvieron que dejar los morrales, los anteojos y los palos, todo menos la cuerda. El Cainejo, cuyos pies se agarraban como ventosas en las rocas, se descalzó, mientras el marqués de Villaviciosa se ajustaba sus sólidas alpargatas.

«La nube había descendido o nosotros la habíamos pasado», escribió Pedro Pidal al relatar orgulloso el éxito de su aventura y las impresionantes sensaciones que le acompañaron en el momento de mirar a su alrededor desde la cima del Picu. «Un cielo azul y un sol espléndido doraba nuestra espalda el vértice de los picos vecinos, el aire vivificante y puro de las montañas inundaba nuestros pulmones, veíamos la grieta en toda su longitud... El instinto de triunfo, la conquista, se apoderó de nosotros; yo me desaté la cuerda, abandoné a el Cainejo y saltando, loco, ebrio de placer y de entusiasmo, entoné al llegar a la cumbre el más formidable hurra de mi vida... El paisaje que veíamos era el corazón de los Picos de Europa, visto en medio de ellos; glaciares, neveros, pedrizas, picos, rebecos empingorotados en alguna punta o paciendo a nuestros pies en el valle desierto, en la olla profunda, en el hoyo inmenso, tranquilo, solitario; algunos picos perdiéndose en las nubes, rebasándolas otros, y en todas partes el abismo, el precipicio, encarcelándonos en aquella roca encantadora que había sido virgen por los siglos ... Allí nos quedamos absortos, contemplando un paisaje tan vasto, tan original y tan a lo Gustavo Doré, sin exageración alguna.»

Con este hecho histórico nació en España el montañismo. Desde entonces los escaladores han intentado vencer al Naranjo por todas las caras y en todas las épocas. En este empeño han perdido muchos la vida en pos de escalar el Picu, cuyas paredes, con las que ni siquiera se habían atrevido los rebecos, habían sido superadas con una cuerda inglesa como único material, por un pastor descalzo y un marqués en alpargatas, quienes abrieron al mítico monte asturiano el camino de la gloria y la tragedia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_