Francia adopta medidas para detener el déficit de la Seguridad Social
El sistema actual de protección social francés, es decir, la Seguridad Social, como consecuencia de los balances negativos crecientes hace preguntarse en este país si no camina hacia su derrumbamiento total.Es el planteamiento que se hacían ayer muchos observadores tras el Consejo de Ministros dedicado a apuntalar la torre de babel económico-administrativa que, desde principios de los años setenta, no hay Gobierno que la controle. El déficit de la Seguridad Social francesa, para los años 1978-79-80, ya se ha calculado en veinticuatro mil millones de francos (385.000 millones de pesetas). Esta hemorragia se reproduce desde hace ya dos lustros. Cada ministro de la Salud, una o dos veces por año ha venido haciendo reformas, y, en cada caso, le ha asegurado a los franceses: «Esta vez hemos acertado con la medicina.» La señora Simone Veil, ex ministra de esta cartera y actual presidenta del Parlamento europeo, hace seis meses que hizo una promesa semejante. Ayer, sin embargo, el Gobierno, asustado una vez más, tras consultas a la patronal, a los sindicatos y diversos organismos interesados, dedicó el Consejo de Ministros al rompecabezas de la Seguridad Social para proponerle al país un plan que, también se aseguró, resolverá el problema definitivamente, aunque nadie se atreve a creerlo.
Las medidas gubernamentales son de dos tipos: unas inmediatas, destinadas a cubrir el monstruoso déficit ya referido, y otras de orden estructural y de gestión, que se realizarán el próximo otoño. Para subsanar el «agujero» de los veinticuatro mil millones de francos, el Gobierno decidió: primero, el aumento del 1% de las cotizaciones de todos los asalariados, lo que ya representa doce mil millones de francos. Segundo, el Estado ofrecerá cuatro mil millones más, y el resto saldrá del bloqueo del sueldo de los médicos de la Seguridad Social durante los próximos dieciocho meses y de la reducción de gastos en los hospitales. Al final de estos dieciocho meses, es decir, al terminar 1980, los responsables oficiales estiman que la reducción de gastos, la reforma de las estructuras y un impuesto especial que se va a aplicar al alcohol y al tabaco para la Seguridad Social ha brán saneado la situación de manera definitiva.
Las medidas anunciadas, como las que prepara el Gobierno para el otoño, tienden a frenar los gastos destinados a la salud hasta igualarlos al producto interior bruto. Tanto los médicos como el Gobierno estiman que se prescriben demasiadas medicinas y muchos paros por enfermedad indebidos. La fórmula escogida por las autoridades, en el paquete de iniciativas predichas, incita indirectamente a los médicos a «medir» su trabajo y, todo ello, con el fin de limitar los gastos de la SS.
En el fondo del affaire de la SS, lo que se debate en Francia es la validez de un sistema que «hace aguas económicas» pior todas partes: ¿hay que abandonar el método de cobertura colectiva de los riesgos para remplazarlo por otros sistemas de seguros más liberales e individuales? Tal es la cuestión. Para la patronal, la SS actual ha muerto como sistema válido, «porque es caro, lesiona a las empresas y facilita todos los abusos». En estos medios patronales se piensa que, a partir de un cierto nivel, cada cual debe cubrir sus riesgos como le parezca mejor, con seguros individuales o colectivos. Los sindicatos estiman que la SS, aunque pierda dinero, debe mantenerse como una prueba de solidaridad nacional, según la cual los sanos pagan por los enfermos, los trabajadores por los retirados, etcétera.
De los países de Europa occidental, en Francia es donde se pagan menos impuestos y en el que el fraude fiscal alcanza cotas más «escandalosas». Las estadísticas oficiales dicen que, cada año, el fraude fiscal alcanza la cifra de 60.000 millones de francos.
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