Mujeres, no

De todos son sabidas las dificultades que encierra el conseguir una vivienda en régimen de alquiler. Entre otras, la escasez de oferta y el elevado precio de los alquileres, amparados, una, en la ausencia de una política gubernamental al respecto, y otra, en la coyuntura inflacionista de la que cierto sector social intenta obtener provecho.Pero no todos conocen que a ellas se suma una más: la de ser mujer.

Ganas no me faltan de reproducir literalmente el diálogo que entablamos el portero de una finca y yo, al pedirle que me enseñase el piso que se alquilaba, pero el espacio y el medio no se prestan a ello. Transcribo tan sólo las palabras definitivas de mi interlocutor ante la mera posibilidad de que me convirtiese en inquilina: «Para mujeres, no; sólo para matrimonios.»

Cualquier lector se percatará de los derechos violados por estas siete palabras: derecho a una vivienda digna, derecho a la soltería, derecho a la igualdad de sexos, derecho a un interminable etcétera.

¿Para qué sirve una Constitución que no se proyecta en toda su amplitud y con todas sus ramificaciones?

¿Quién es capaz, todavía, de cuestionar el movimiento feminista?