_
_
_
_
Tribuna:La predicción sísmica / 1
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

España no se prepara ante futuros terremotos

La especie humana aprende de la Historia. Puede hacerlo, pero no siempre es claro y rotundo su aprendizaje. Y, puesto a aprender, el conocimiento humano titubea, en ocasiones, entre la magia y la ciencia. Un obispo inglés, Thomas Sherlok, atribuía en el año 1750 a los pecados de los londineses la producción de los fuertes temblores que hubo por aquella época. «Los japoneses», explica el doctor Payo», habitantes de una tierra de terremotos frecuentes, creían que una gran araña llevaba la Tierra a sus espaldas y por eso se movía a veces tan violentamente. Los nativos de Siberia culpaban de ello a un perro gigante llamado Kosei, que se sacudía la nieve de su piel. Pitágoras creía que los sismos se producían por terribles luchas entre los muertos, y Aristóteles, más científico, los explicaba como producidos por masas de aire caliente que tendían a escapar del interior de la Tierra. »«Ya en 1962», explica Gonzalo Payo, doctor ingeniero geógrafo y director del Observatorio Geofísico de Toledo, «un grupo de trabajo japonés constituido para estudiar la predicción sísmica hacía un informe sobre las medidas que podrían ser la base de una auténtica predicción. Más tarde, continuaron estos trabajos conjuntamente con otros grupos norteamericanos ... »

Por entonces, según el científico español, se hacía hincapié en algunas observaciones relacionadas con grandes terremotos, como las variaciones de nivel encontradas en las áreas colindantes con la región sísmica, variaciones en el nivel medio de las mareas, relacionadas, sin duda, con un hundimiento o levantamiento del fondo oceánico, deformaciones de la corteza, variaciones en la actividad sísmica, modificaciones de las fallas activas, irregularidades en las velocidades corticales, variaciones del campo magnético y corrientes telúricas y algunos otros hechos observados a posteriori.

Los japoneses, que saben mucho de terremotos, por vivir en una de las zonas más amenazadas del planeta, constataron que años antes del terremoto de Kwanto de 1932, que destruyó Tokio, se había observado una ligera deformación horizontal. Estas deformaciones se incrementaron bruscamente en el momento del terremoto. El científico japonés Imamura anticipó, ya en 1905, a la luz de hechos como éste, la catástrofe de 1923, es decir, dieciocho años antes de producirse. También previó el terremoto de Nankaido, en 1946. Los japoneses han aprendido bien la lección, ante la evidencia científica de que cuatro horas antes del terremoto de Hjigasawa (1793) se observaron en el suelo deformaciones de un metro; media hora antes del sismo de Hamada (1872), cambios de dos metros, y de 1,5 metros, unas dos horas antes del sismo de Tango (1927).

Por todo ello, los planes de investigación recomiendan hacer nivelaciones de precisión cada cinco años y repetir las triangulaciones de los tres órdenes cada diez, para medir las posibles deformaciones de la corteza, pero aumentando la frecuencia de uno o dos años en las áreas activas. ¿Se hace todo esto en España? ¿Existe una actividad científica y rigurosa de predicción, especialmente en las áreas afectadas? Al parecer, no la hay, y no precisamente por falta de especialistas, sino de medios.

Falta de medios

«No... No es por falta de especialistas», declaró a EL PAIS Agustín Udías, catedrático de Geofísica de la Universidad Complutense de Madrid, considerado a nivel internacional como especialista en la materia, especialmente en lo referente al mecanismo focal de los movimientos sísmicos. El señor Udías se refirió a la existencia en nuestro país de verdaderos especialistas en este campo, tanto a nivel universitario como en el Instituto Geográfico y Catastral, entidad con la que existe una buena colaboración. Concretamente se refirió a científicos en la materia como los doctores Alfonso López o Julio Mezcua.

El doctor Udías señaló que lo que se hace en nuestro país en el campo de la predicción es un trabajo de estadística. Es decir, se tabulan los datos que hacen referencia a la historia sísmica de este país y, en función de esos datos, se hacen unos porcentajes de probabilidad. Así se determinan, entre otros factores, los mapas sísmicos españoles. Pero todo ello no constituye, hablando con rigor, un mecanismo válido de predicción. ¿Los hay en otros países? «No hay métodos realmente seguros», responde a esta pregunta el doctor Udías, «en ningún país.» Lo que existe en algunas naciones es un programa científico de predicción basado en la toma de datos respecto a las variables anteriormente señaladas.

«Desde hace años», coincide el director del centro de Toledo, doctor Payo, «países como EEUU, la URSS, China y Japón han puesto un singular empeño en buscar signos físicos precursores de un terremoto y de hecho sus científicos han encontrado recientemente algunos importantes. » Entre otros agentes a tener en cuenta, el estudio del magnetismo desempeña un gran papel. Hoy se sabe, por ejemplo, en el marco de una ciencia fascinante que ha comenzado a tener auge en la década de los sesenta, la tectónica de placas, que el subsuelo de nuestro mundo tiene una activa vida geológica, capaz de ser estudiada cada vez con más rigor. Muy pocas personas saben, por ejemplo, que lo que hoy es el Polo Norte magnético ha sido en algunas ocasiones el Polo Sur... En efecto, cada cierto tiempo, cambia la polaridad de los polos de nuestro planeta... ¿Cuándo ha sido la última? Antes, sin duda, de la aparición de la brújula e, incluso, antes de que la Tierra comenzase a ser poblada por el hombre inteligente. Pero, aun así, es científicamente demostrable que en los últimos cien millones de años la actividad geológica del planeta determinó periódicamente el cambio en la polaridad norte-sur. El estudio, con detenimiento, de los campos magnéticos va a enseñar mucho, en el futuro, a esa fascinante ciencia que comienza a nacer en los países más desarrollados del mundo, una ciencia que salvará muchas vidas y dará al hombre un nuevo y escalofriante dominio energético sobre el planeta, el conocimiento preciso de la dinámica de nuestra corteza y, la predicción de los terremotos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_