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Felipe González: La democracia es anterior al proyecto socialista

El Partido Socialista vendrá obligado a observar una cláusula de salvaguardia por la cual el pueblo pueda exigirle que asuma responsabilidades en las que no piensan los militantes, si la gravedad de la situación en España llegara a requerirlo; una vez se asiente la democracia, el PSOE podrá volver a jugar con mayor autenticidad su papel de «partido del cambio». Esta es una de las ideas básicas expuestas por el ex secretario general del PSOE. Felipe González, ante más de un millar de militantes de su partido, en el acto inaugural del debate interno organizado por la Federación Socialista Madrileña.Dijo que el consenso no es posible va, pese a que ha sido la única política de gobierno de este país, e informó que en su entrevista con Suárez abordaron «temas graves». También se manifestó a favor de una síntesis como solución a la crisis interna del partido.

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"Un partido mayoritario no puede seguir actitudes estéticas", dice Flipe González

(Viene de primera página)La obligación de consolidar la democracia -añadió Felipe González- no es nueva para el PSOE, puesto que este partido se ha visto en la necesidad de aceptarla en otras épocas históricas (II República, por ejemplo). El partido ha de pensar si actúa como el pueblo desea o pueda Regar a desear, o si sigue el pensamiento de algunos militantes con un sentido estético del, socialismo que continúan vinculados a un lenguaje clásico -momento en que aludió a Luis Gómez Llorente- El PSOE debe responder a esta pregunta: «¿Quiere ser un partido mayoritarío, sí o no?»La intervención de Felipe González se había iniciado con unas consideraciones sobre la crisis de la izquierda y la situación del socialismo en Europa. En este contexto dijo que el PSOE se encuentra en condiciones especiales, ya que, por una parte, cualquier proyecto socialista debe aglutinar las expectativas de cambio de la sociedad -que no son las puramente reivindicativas del movimiento obrero-, y por otra, ha de ser el pilar sobre el que se asiente el cambio democrático y, por tanto, debe inspirar seguridad a los ciudadanos.

Tras realizar este análisis, Felipe González dijo que el PSOE es el partido mejor situado para cumplir esa doble función, y se refirió a la posibilidad de que el pueblo pueda exigirle el ejercicio de responsabilidades necesarias para la consoli dación de la democracia. Asimis mo hizo referencia a la necesidad de acordarse de los pequeños empresarlos, que se sienten inseguros; de los sectores que perciben un salario y, sin embargo, no se sienten proletarios (profesionales); en fin el Partido Socialista ha de contabilizar quiénes son esa mayoría y sectorializar el mensaje socialista.

Al hacer referencia al problema ideológico dijo que se había producido una excesiva simplificación entre marxismo y socialdemocracia, y distinguió varios sectores o corrientes en el seno del partido: marxismo dogmático, que cree minoritario; marxismo simbólico, que sirve de pasto para la demagogia; marxismo real, que abarca a los que conocen a Marx y teorías posteriores y que trasladan las mismas a la lucha diaria y las enriquecen con su praxis, y un conjunto de socialistas no marxistas, integrado por antropologistas, humanistas, cristianos y socialdemócratas o socialistas gradualistas.

Aseguró que la historia del PSOE no puede ser explicada sin el marxismo, pero no está claro que los socialistas no marxistas tengan que aceptar una definición marxista del partido. Poco después anunció que iba a decir una cuestión grave, y tras expresar su confianza en que «aquí no haya periodistas», afirmó que si la comisión gestora del partido publicará un análisis de los delegados al XXVIII Congreso, «veríamos si hoy podemos seguir considerándonos exclusivamente un partido obrero».

En el coloquio posterior -pedido por Felipe González al comienzo de su intervención-, el concejal Enrique del Moral expresó su opinión de que nuevamente estaba siendo planteada la cuestión de marxismo sí o marxismo no, cuando lo que se propugna es «desnudar» al PSOE en medio de una situación en que los partidos socialistas europeos se han convertido en meros gestores del capitalismo, y encubrir la falta de democracia interna y el problema de dirigismo existente.

Felipe González contestó a esta intervención negando que él haya resucitado la polémica y exigiendo rigor, porque la falta de éste no hace sino ocultar la carencia de un proyecto de sociedad. También negó la falta de democracia interna, aunque sí aceptó la conveniencia de unos cauces de participación de la base.

Otras intervenciones -por ejemplo, Carlos Zayas- insistieron de nuevo en el autoritarismo, y alguno de los asistentes -concretamente el secretario general de la agrupación de Fuencarral- planteó varias preguntas, una de ellas relacionada con la reciente conversación de Felipe González con Adolfo Suárez. En respuesta a esta intervención, el ex secretario general del PSOE aseguró que la ponencia política aprobada en el XXVII Congreso del PSOE -donde se introdujo la palabra marxismo- era copia de la de otro partido que sólo reúne el 0,3 % de los votos en su país (alusión, al parecer, a un partido trotskista francés, pese a que su nombre no fue mencionado en ningún momento).

En cuanto a la conversación con Suárez, aclaró que fue a petición de este último; que en ella se habían tratado «temas graves», y que en cualquier caso había informado de la entrevista a la comisión gestora, que es la que debe administrar la información. De cualquier forma -agregó-, una coalición sería un error en estos momentos.

Durante el acto, Felipe González afirmó también que lo importante no es sólo tener el 30% de los votos, sino que no esté radicalmente en contra el 70%. En cuanto a la teoría del partido bisagra, que sirve para completar mayorías, indicó que a veces una fuerza con el 6% de los votos puede condicionar demasiado al partido más importante.

El acto se desarrolló sólo para militantes y sin prensa, salvo fotógrafos. Las referencias a su contenido constituyen el resultado de una paciente reconstrucción posterior, lo cual dificulta la apreciación de algunos matices.

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