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Los signos de la primavera: inflación, paro y débil ritmo de crecimiento

Las opiniones transmitidas por consumidores y empresarios permiten levantar un mapa definido de sus preocupaciones y de sus valoraciones de la coyuntura económica actual. Coinciden en temer una mayor inflación para los próximos meses, que anuncia el claro rebrote actual de sus expectativas alcistas (el 61% de los consumidores esperan una aceleración del alza de precios, la opinión neta de los empresarios que cree en una tendencia alcista se sitúa en abril en +37), afirman al paro como centro de sus inquietudes, mal que los consumidores perciben crecientemente y que sufre el 23 % de los hogares españoles, problema que los empresarios temen que se agudice en los próximos meses, pues sólo un 17 % se propone aumentar sus plantillas, frente al 36 % que aspira a reducirlas. Finalmente, el ritmo de crecimiento de la economía se debilitará, pues el consumo tiende a perder fuerza (caída en los diez puntos en el índice de sentimiento del consumidor) y la inversión alargará aún más su dilatada crisis, en opinión de los empresarios.¿Estas opiniones de consumidores y empresarios se confirman o se contestan por los datos reales de la economía? Tratemos de responder a esta pregunta careando las opiniones con los hechos, es decir, con los datos disponibles.

Un párrafo aparte -obligado y previo- merecen los datos estadísticos de que hoy disponemos para estudiar la coyuntura. La información estadística española ha caído a un nivel bajísimo que urge remediar. La suma de estadísticas desaparecidas y no renovadas -a la cabeza de las cuales hay que situar la increíble inexistencia hoy de un índice de producción industrial-, de estadísticas cuyo retraso de tres y seis meses las hace inutilizables, de estadísticas de escasa fiabilidad, y la inexistencia, en fin, de toda información sobre variables claves de la economía (el consumo, los servicios, las existenclas) dificultan enormemente el estudio de la economía española.

La inflación se resiste y amenaza

Cuatro meses de datos sobre precios de consumo permiten juzgar cómo se ha comportado la inflación en 1979. Las cifras del cuadro primero afirman que, de la tasa del 16,5 % con la que se abandonó 1978, hemos pasado al 15,5% de abril de 1979. La inflación, pues, si a las cifras se atiende, ha disminuido de modo gradual -y con la excepción de enero de 1979- de forma interrumpida desde diciembre.Si esto es así: ¿Por qué esa preocupación por los precios que manifiestan las opiniones de los consumidores, de los empresarios y que trasciende hoy en la opinión pública? La respuesta debe buscarse no en el presente de los precios que esos datos del índice nos muestran, sino en su futuro. Se espera y se teme que los precios se aceleren. Y esa temida espera, junto con la inflación ya acumulada, es la que desata la inusitada expectación pública sobre la posibilidad de cumplimiento de los límites de variación de los precios de consumo previstos por el Gobierno para los seis próximos meses de 1979. Como es bien conocido, el Gobierno estableció a finales de 1978 un conjunto de normas sobre política salarial para 1979, según las cuales, los criterios salariales de referencia -crecimiento de la masa salarial entre el 11 % y el 14 % durante 1979- podrían ser objeto de revisión al alza si el crecimiento del índice de precios al consumo durante los seis primeros meses del año en curso superaba el 6,5%.

¿Saltará el crecimiento de los precios de consumo este comprometido límite? Las cifras del cuadro 1 nos dicen que abril ha llegado al 5,2 %. Queda, pues, muy poco margen. La segunda columna del cuadro 1 indica el crecimiento de los precios en los meses de mayo y junio de 1978: un idéntico aumento del 1 % en cada mes. Si esas tasas de 1978 volvieran a repetirse en este año, el crecimiento de los precios durante el primer semestre de 1979 sería del 7,3%. Sólo si durante los meses de mayo y junio los precios aumentasen en torno a un 0,6 % en cada mes, el crecimiento acumulado durante el primer semestre no superaría el límite del 6.5 % establecido por el Gobierno para proceder a una revisión de los criterios salariales de referencia.

Si se atiende. pues. al comportamiento del índice de precios de consumo en el pasado, hay que decir que las cosas no están fáciles. Una evaluación más precisa de las causas que determinan el comportamiento del índice obliga a considerar las distintas fuerzas que actúan sobre él. Descompongamos, en principio, esas fuerzas en dos grandes núcleos de muy distinta conducta: de una parte, los preelos de los alimentos, las bebidas y el tabaco, que representan el 40,5 % del índice general, de otra, los restantes componentes no ahmenticios, que vienen . a representar el 59,5 %. Pues bien. cuando se zinalizan los resultados de esa desagregación se comprueba:

1. Que los precios de la alimentación, bebidas y tabaco han crecido menos aceleradamente durante los meses transcurridos de 1979 (12,7 %) que en iguales meses de 1978 (23,7 %). Los alimentos en el primer cuatrimestre de 1978 aumentaron sus precios en 4,7%, mientras que en 1979 lo han hecho tan sólo en un 2,7%, reducción sustancial que es la que está detrás, básicamente, de las ganancias de mejores precios en el año actual.

2. Que el componente no alimenticio registra peores resultados. Al eliminar del índice de precios al consumo el componente alimenticio y el de vivienda, se observa cómo el ritmo de crecimiento de los precios al consumo en los cuatro primeros meses de 1979 es similar al de igual período de 1978, al situarse ambas tasas en el 5,4% y 5,5%, respectivamente. Es decir, los precios de los productos industriales y, de los servicios mantienen en 1979 igual ritmo de crecimiento que en 1978.

3. Que los precios de los alimentos, las bebidas y el tabaco suelen crecer a tasas más elevadas durante los meses centrales del ano, mientras que los productos no alimenticios parecen crecer a tasas más reducidas. La tendencia creciente de los productos alimenticios en los meses inmediatos se advierte ya en el signo alcista de los precios del ganado para abasto y otros productos ganaderos, así como en patatas, hortalizas y frutas.

En base a estos principios, cabría esperar un crecimiento más acelerado de los precios alimenticios en los próximos meses -aunque quizá no tan fuerte como en el año anterior- y un crecimiento más contenido de los restantes precios, por lo que quizá el índice general a finales del primer semestre termine superando al criterio de referencia del 6,5%, pero sólo por un escaso margen.

El peligroso juego de las seis y media

El problemá que plantean los precios desde el punto de vista de sus efectos sobre la economía española no es tanto un problema cuantitativo como cualitativo. En efecto: a la vista de los datos disponibles, la inflación parece ajustarse hasta hoy al comportamiento programado, con una desviación que habría que vigilar. Desde el punto de vista cuantitativo -hoy por hoy al menos- el comportamiento del índice de precios de consumo no se ha alterado radical e irreversiblemente. Es probable que se sobrepase el límite del 6,5% a finales de junio en márgenes que no deberían ser irreparables. Sin embargo, el límite del 6,5 % podría interpretarse de muy otra manera, si se considerase como un valor cualitativo que define una situación de todo o nada. Es decir, si al igual que en el conocido juego de naipes -con un punto más- la partida se estimase perdida, se pasase en poco o en mucho del límite establecido. Jugar a este juego de las 6,5 sería enormemente peligroso para la economía, pues, de perderse, obligaría a abrir un costoso y conflictivo proceso de revisiones salariales que pueden echar mucha más leña al fuego ya suficientemente ardiente de la inflación, arrastrando a la economía por una pendiente de muy graves efectos.Prevenir las consecuencias de perder esa partida parece necesario desde ahora, buscando la forma de pagar esa apuesta de la manera más justa, más rápida y socialmente menos costosa. Sería lamentable que unas décimas de más en junio -probables por no haber jugado, como hubiese sido prudente y es el juego establecido a las 7,5- significasen enteros irreparables de inflación en diciembre.

Los precios, desde otra perspectiva

Para concluir con este análisis de los precios interesa analizar con algún detalle su comportamiento, agrupando los componentes del índice general por el grado de intervencionismo de las autorida,des sobre su formación (ver cuadro 2). Tres conclusiones se desprenden de esa descomposición del índice de precios al consumo:·Durante 1978, los grandes éxitos de la lucha antiinflacionista se consiguieron en el ámbito de los precios fuertemente intervenidos (grupo III) y en el de los precios medianamente intervenidos (grupo II), en donde las tasas de aumento respecto del mismo mes del año anterior perdieron 13,1 y 12,4 puntos, respectivamente. En los precios poco intervenidos (grupo I) los éxitos, siendo importantes, fueron mucho menores (seis puntos de descenso solamente).

·En el primer cuatrimestre de 1979, el mayor éxito en materia de precios se debe al comportamiento de los medianamente intervenidos y, muy especialmente -como ya se ha indicado-, al grupo de la alimentación.

·Los precios que se forman con un mayor grado de libertad en el mercado se encuentran prácticamente estabilizados a un nivel de flacionista parece haberse detenido.

Las conclusiones anteriores parecen afirmar la opinión de empresarios y consumidores respecto a los precios: la inflación es todavía muy elevada en nuestro país y se encuentra prácticamente estancada en altos niveles en lo que va de año. Finalmente, los precios sometidos a intervenciones administrativas de una u otra índole son muy numerosos (casi un 63% del total de los componentes del índice tienen un grado de intervención relativamente alto) y sobre ellos -y sobre la aleatoriedad de los factores climatológicos- se ha fundamentado, en su mayor parte, la desaceleración del índice de precios durante el primer cuatrimestre de 1979.

Hay, pues, motivos para preocuparse por la inflación, pues las fuerzas que sostienen la estabilidad de los precios no son hoy poderosas y la desaceleración del proceso inflacionista parece haberse detenido.

El paro, un problema crónico

Consumidores y empresarios coinciden al destacar al paro como el problema de la máxima prioridad del momento económico. Los datos disponibles ratifican el fundamento de estas opiniones. Las últimas cifras de la encuesta de población activa correspondiente al final de 1978 elevaban a 1.083.000 personas la cifra de parados, lo que significa un 8% de la población activa española. Ese porcentaje es plenamente europeo. No lo es, sin embargo, la cifra de nuestra población activa. muy reducida en comparación con nuestra población total. En efecto, la tasa de actividad que expresa la relación de la población ocupada con catorce o más años de edad fue tan sólo del 48,04% en 1978, y ha llegado a esos valores, descendiendo constantemente desde el comienzo de la crisis en 1974, en que se situaba en el 52 %.Estas dos cifras elementales muestran ya la gravedad del problema del paro y de las cortas oportunidades de empleo.

Han solido añadirse, para completar el perfil de esos datos, dos atributos adicionales del paro que contribuyen a configurarlo: el dominio del paro juvenil y el femenino y su localización geográfica en las regiones meridionales de España. Esos atributos del paro español siguen siendo ciertos, puesto que el paro en la población activa menor de veinticuatro años se eleva al 21,1 % y las regiones de Andalucía, Extremadura, la Mancha y Canarias siguen encabezando las listas de paro del país.

En los meses transcurridos de 1979, el paro ha seguido creciendo, El paro registrado por el Ministerio de Trabajo ha aumentado en 100.900 personas en el primer cuatrimestre del año respecto a las cifras de diciembre de 1978. De continuar este ritmo de crecimiento, a finales de 1979 el paro podría aumentar en más de 250.000 personas sobre las cifras indicadas para diciembre del pasado año.

¿Tiene solución a corto plazo el problema del paro? La respuesta a esta pregunta es relativamente simple y casi puede deducirse de la consideración de dos hechos de muy distinta naturaleza:

·El crecimiento previsible de la población activa en los próximos años, que todas las estimaciones disponibles cifran entre las 150.000 manda de bienes de inversión, afirma

·El comportamiento de la economía española en los últimos años, donde producciones crecientes en términos reales se han conseguido con cifras decrecientes de empleo.

Si a tales hechos unimos la cifra actual de parados, fácilmente se comprende que el problema del paro no podrá encontrar solución a corto plazo y que -pese a muchas opiniones políticas, cuya difusión no guarda relación alguna con su fundamento real-, un mayor nivel de actividad económica tampoco resolverá por sí mismo y en un plazo corto de tiempo, ese oran problema español. Un problema que está demandando un estudio serio del Gobierno, de los partidos políticos y de todas las instituciones económicas del país. Un problema para el que no existen soluciones milagrosas. sino pacientes v varíadas. La política de empleo tendrá que combinar en España una difícil mezcla de alternativas, que, tomando como base el áumento del nivel de actividad, añada además una elevación de las edades de escolaridad, reduzca las edades de jubilación, limite el pluriempleo y organice, con los países europeos. el futuro de su jornada laboral. Esa política -a la que tampoco puede augurársele éxitos espectaculares a corto plazo- debe afrontar el pago de fuertes costes sociales y ha de vencer no pequeñas resistencias. La consecuencia de todo ello es que el paro continuará siendo durante algún tiempo un problema crónico de la economía española.

Débil ritmo de la actividad

La caída en el índice del sentimiento del consumidor y la crisis de las inversiones denunciada por los empresarios, constituyen indicios preocupantes sobre el tono vital de nuestra economía. Esas opiniones de consumidores y empresarios. de ser ciertas, afectarían a dos de los motores que deben de tirar de la producción y el empleo: el consumo y las inversiones. Una comprobación del funcionamiento de estos dos motores del gasto nacional no resulta tarea sencilla, pues la estadística extiende sobre ella el velo de la oscuridad, con su limitada información. Los indicadores reales disponibles registran en el primer cuatrimestre del año un mayor consumo de electricidad, superior en el 7% al de igual período de 1978. La importación de materias primas y productos intermedios para la industria aumentó en términos reales también en el primer trimestre del año. El sector servicios ofrece tasas crecientes en transportes y servicios turísticos. Otras cifras son menos optimistas. Decae la tasa de ventas de bienes duraderos de consumo: electrodomésticos y automóviles, y se agravan las perspectivas de los bienes de inversión.Una interpretación de todos estos datos de la coyuntura los dividiría en dos grandes grupos, a través de los cuales parecen cobrar coherencia las limitadas informaciones de que se dispone.

El primero de esos grupos, la demanda de bienes de inversión, afirma tiene las tasas de crecimiento más intensas del gasto nacional. Sin embargo, esta demanda debería dividirse, a su vez, en dos grandes sectores: la demanda de bienes duraderos de consumo, cuya desaceleración es evidente, y el resto de los bienes y servicios de consumo corrientes que sostienen su crecimiento.

El segundo de esos grupos, la demanda de bienes de inversión afirma claramente su caída en todas las cifras. El peor de los sectores es, sin duda, el de la construcción. El nivel bajísimo de la contratación de obra nueva, la reducción en el nivel de actividad del sector y el crecimiento del paro, conjuntamente con la caída en las ventas de cemento, testimonian la existencia de uno de los sectores más deprimidos en el momento actual. El sector de vivienda protegida, de tanta importancia social y económica, ofrece una preocupante caída en las calificaciones provisionales y en el número de viviendas construidas. A esa deprimida circunstancia del sector de la construcción -componente básico del proceso de inversión del país- se añade la desfavorable situación de los bienes de equipo, cuya producción interna es decreciente en opinión de los empresarios, que deben buscar en las exportaciones lo que no les da el mercado interno. El hecho de que la exportación de bienes de equipo creciese en el primer trimestre a la increíble tasa del 23%, prueba la dureza de la caída de la demanda interna de inversión.

El motor del gasto que ha animado más la producción interior es, sin duda, la exportación. Fruto de su excelente comportamiento es la evolución favorable del sector exterior. La balanza comercial del primer trimestre, en datos de aduanas, ha reducido en 319 millones de dólares su déficit tradicional. La cobertura exportadora alcanzó al 79% de la importación, cuota excepcional que mejora en diez puntos la del primer trimestre de 1978. El favorable comportamiento de la balanza de servicios y transferencias, especialmente apoyado en el aumento de los ingresos por turismo, colocan en claro superávit la balanza de pagos por cuenta corriente del primer trimestre, en los que alcanza un excedente de 110 millones de dólares, frente al saldo negativo de 137 millones de dólares registrado en el primer trirnestre de 1978.

En resumen, pues, la actividad económica española puede caracterizarse en estos momentos por cuatro notas distintivas:

·Ritmo de crecimiento de la producción no superior durante el primer cuatrimestre al 2,5% respecto del mismo período del año anterior.

·Continuidad del proceso de reducción de las inversiones.

·Mantenimiento del consumo en ritmos crecientes próximos al 3% con clara desaceleración en el componente de bienes duraderos (autom¿ivlles, electrodomésticos).

·Fuerte expansión de las exportaciones de bienes y servicios.

A la vista de estas características, parece evidente que un pronóstico sobre el comportamiento de la actividad económica en el resto del año no puede ser muy optimista, y ello por varias razones esenciales:

·En primer término, porque la relativa paralización del proceso de reducción de las tensiones inflacionistas puede agotar fácilmente la fuerza de la demanda de consumo.

·En segundo lugar, porque no han hecho su aparÍción todavía los factores que podrían desencadenar un proceso de recuperación de las inversiones y, en consecuencia, no parece lógico esperar cambio de tendencia sustancial en esta variable.

·Finalmente, porque el nuevo tipo de cambio de la peseta puede afectar negativamente a la demanda de exportaciones y, además, puede suponer de inmediato mayores importaciones que compitan ventajosamente con la producción interna.

De nuevo aquí los datos y previsiones acerca del comportamiento de la economía española confirman, una vez más, las expectativas de los empresarios y consumidores.

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