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Los andaluces de Madrid celebran el Rocío en la plaza de toros de Carabanchel

Llegar a plantearse seriamente que los 600.000 andaluces que viven en la zona centro tienen también su derecho a disfrutar de una romería del Rocío puede ser una idea, incluso hasta digna de encomio. Pero de ahí a convertirla en una realidad media un abismo. Exactamente todo el precipicio de los permisos, presiones, contra presiones, financiaciones y ese largo etcétera con que la burocracia instaurada nos agobia.Eso es, precisamente, lo que han hecho ocho andaluces que viven en Madrid y sus aledaños: ya que no podemos ir al Rocío, allá por tierras de Huelva, haremos que la Blanca Paloma se venga para acá.

Dicho y hecho. Ayer, hoy, y mañana la plaza de toros de Carabanchel -Vista Alegre, para los castizos- se convierte en tierra andaluza, en una pequeña ermita del Rocío, con todo lo que comporta de profano, más que de religioso, con sus tenderetes y su fino, sus gambas y su gazpacho.

Y, por supuesto, en medio de esta fiesta, con toda la lucha que supone el rescatar para el pueblo su fiesta popular, aparece la imagen de la Virgen del Rocío, traída exprofeso para la celebración. ¿Qué sería de una romería del Rocío en la que no hubiera Virgen? La imagen ha quedado a cargo del párroco de San Roque, al ladode la plaza de toros. Mientras tanto, las palmas repican y los volantes de un traje arrastran la arena, no se sabe todavía muy bien si en honor de la Virgen o en honor de quién.

Ocho andaluces se lo han propuesto y lo han conseguido. El Rocío ya está en Madrid. Como portavoces, Juan Palma y Juan González. Ellos nos explican los problemas de nacimiento -ésta es la primera vez que una fiesta de este tipo se celebra en la capital de España- de su idea. Al principio, casi la clandestinidad; luego, las presiones. «Hay quien, por lo visto, quiere monopolizar eso de la fe. Parece que fe sólo hay una y hay que entenderla como dicen unos señores.»

Y después vienen las prohibiciones. O, por lo menos, las prohibiciones a medias. En una romería, como ésta del Rocío, no podían faltar las carretas y los caballos. Pues bien, no hay ni las unas ni los otros. A lo mejor es que Madrid se los podría comer. El monstruo urbano puede devorarlo todo. El alcalde, señor Tierno, se preguntaba ayer por la mañana: «Y, dígame, ¿eso lo he autorizado yo?»

Pero, contra viento y marea, el Rocío ha echado a andar. Los andaluces de Madrid ya han recuperado una de sus fiestas populares. Ayer, todo gratis, «para el que quiera acompañarnos». Hoy, pagando, la juerga sigue. Los dos juanes prefieren no hablar de dinero. «No sabemos ni lo que nos ha costado. Después, entre los ocho, pagaremos.»

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Las palmas repican y el fino corre por las gargantas. Ayer, para todos; hoy por la mañana, para los niños; mañana, para los de la tercera edad, que se dice ahora.

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